Siempre dices "sí" cuando quieres decir "no"

Siempre dices

Alguien te pregunta algo y tú dices que sí, tal vez no de inmediato, pero terminas rindiéndote, aunque no quieras. Sin embargo, tan pronto como ese "sí" sale de tu boca, algo dentro de ti se atasca. Empiezas a pensar en todo lo que supondrá esta nueva responsabilidad. Tal vez recuerdes la última vez que ayudaste a esa persona y no apreció lo que hiciste. O puede pensar en los problemas personales que le causó al ofrecer esa ayuda.



Entonces tu cerebro comienza a poner excusas, mientras anhelas que no sea demasiado tarde para dar marcha atrás. Pero como ya has dado tu palabra, recupera el sentido, pasa por alto las excusas y decide que la ayudarás. Por última vez. Te resignes. De nuevo. Y así sucesivamente una y otra vez.

Si este escenario te es familiar y se repite cada vez con más frecuencia en tu vida, hasta el punto de sentirte usado y manipulado, probablemente necesites poner límites, necesitas saber decir que no. Si no lo hace, terminará abrumado, saturado de tareas y responsabilidades que probablemente no coincidan y generen un estrés enorme.

¿Por qué siempre digo que sí cuando quiero decir que no?

- Haz por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti. Si siempre está dispuesto a ayudar a los demás, incluso cuando la ayuda sea una carga pesada para usted, es probable que tenga un profundo sentido del deber. Te muestras disponible porque esperas que los demás hagan lo mismo, porque te han enseñado que el autosacrificio es un valor positivo que todos debemos poner en práctica. El problema es que muchas personas no estarán dispuestas a hacer lo mismo por ti y probablemente se aprovechen de tu amabilidad.


- Quieres cumplir tu palabra. Lo más probable es que seas una persona responsable, así que una vez que te comprometes con algo, lo logras. Es posible que no haya considerado detenidamente lo que implicaba la solicitud y se haya apresurado a responder, pero como cree que no está bien cambiar de opinión y retirar la oferta de ayuda, continúe, incluso si implica un gran sacrificio para usted.


- Tienes miedo de perder a la persona. Si siempre dice que sí cuando quiere decir que no a una persona, es probable que esté en un segundo plano motivado por el miedo a la pérdida. No pones límites porque temes que la persona te rechace o te abandone si no cedes a sus peticiones o no estás disponible para ellos. Si es así, es probable que esté a un paso de sufrir el efecto felpudo.

- No quieres que los demás piensen mal de ti. A veces, es probable que ceda a la presión de los demás porque desea evitar la onda expansiva que podría causar su rechazo. Por ejemplo, si se niega a ayudar a un amigo y le preocupa lo que el resto de sus amigos pensarán de usted o se niega a ayudar a un familiar y le preocupa la reacción del resto de su familia.

- Tienes el complejo de salvador. En este caso, es probable que sienta una necesidad urgente de "rescatar", "cuidar" o "ayudar" a otras personas, incluso a costa de sacrificar sus propias necesidades. Este comportamiento se basa en la creencia de que quienes se ofrecen a los demás son mejores. Por tanto, son personas que intentan fortalecer su identidad entregándose a los demás.


- No te aprecias lo suficiente. Si dices que sí todo el tiempo cuando quieres decir que no, anteponiendo las necesidades de los demás a las tuyas, es probable que tengas un problema de autoestima. Si no se aprecia lo suficiente, si no valora su tiempo y energía, estará más inclinado a ceder a las demandas de quienes lo rodean porque considera que sus necesidades y deseos son más importantes y preciosos que los suyos.

Los peligros de decir que sí cuando quieres decir que no

- Resentimiento. Una de las principales consecuencias de no poner límites es que terminarás cediendo a la presión de los demás y luego, cuando las cosas no vayan bien, te sentirás resentido. Es probable que termine sintiéndose enojado, frustrado y molesto porque se esforzó tanto y tal vez no obtuvo el reconocimiento correcto.


- Deterioro de la relación. Cuando una persona te pregunta constantemente y tú cedes, se establece un desequilibrio de poder en el que tú eres el perdedor. No es extraño que estas relaciones terminen sufriendo o incluso se rompan, porque es probable que culpes a esa persona de tu insatisfacción y termines descargándoles la frustración. Una situación que podría haberse evitado estableciendo límites saludables desde el principio.

- Insatisfacción y estrés. Ceder continuamente a las demandas de los demás genera un estrés enorme. Estos nuevos compromisos y responsabilidades añaden más tensión, que acabará generando un profundo descontento personal porque tus necesidades seguirán insatisfechas. Al preocuparte tanto por los demás, terminarás olvidándote de ti mismo.


Aprenda a decir "no" de manera asertiva

Brené Brown, una trabajadora social que pasó una década estudiando la vergüenza, la vulnerabilidad y la compasión, hizo un descubrimiento increíble: las personas más compasivas son también las que establecen más límites. Esto contrasta con la creencia popular de que las personas compasivas son las que siempre están dispuestas a ayudar y traza un perfil psicológico diferente.

Brown afirma que “la sostenibilidad de dar y amar sin caer en el resentimiento y la amargura solo puede provenir de un sentimiento de abundancia personal. Y esa abundancia personal no existirá sin límites.

“Cuando no establecemos límites ni los respetamos, nos sentimos manipulados y utilizados. Por lo tanto, atacamos a las personas a las que hacemos responsables, en lugar de abordar su comportamiento.

"Nos resulta difícil entender que podemos ser compasivos y aceptar a esas personas mientras las hacemos responsables de sus comportamientos".

En su discurso hay varios puntos importantes que debemos hacer propios para aprender a decir "no":

- Asumir que poner límites no significa ser grosero, agresivo, egoísta o insensible. Poner límites es, fundamentalmente, un acto de autocompasión y autodeterminación porque implica ser conscientes de nuestras necesidades y derechos. Necesitamos entender que el amor y el respeto por los demás comienza con el amor propio y el respeto propio.


- Establece los límites. Quizás asumes ciertos compromisos y responsabilidades porque no eres consciente de tus limitaciones, crees que puedes hacer todo, que puedes hacer tu parte y la de los demás, aunque en realidad no sea así. Para evitar este "error de cálculo", antes de establecer límites a su relación con los demás, debe establecerse límites a sí mismo. Estos límites te permitirán evitar comportamientos que te perjudiquen, por lo que no te pedirás demasiado. Sea honesto consigo mismo y determine lo que puede y no puede hacer, y también lo que no quiere hacer.

- Sea consciente de sus necesidades. Tiene derecho a satisfacer sus necesidades como lo hacen los demás, lo que significa que no tiene que permitirles que le dicten lo que puede hacer con su tiempo y en qué necesita dedicar su energía. Priorizarte a ti mismo no es un pecado. Según sus necesidades, determine cuánto, cómo, dónde y en qué medida puede ayudar.

- Tómate un tiempo para pensar. No tienes que dar un paso atrás para aprender a decir que no. Establecer una distancia psicológica le permitirá sopesar los pros y los contras del compromiso que está a punto de asumir. Por eso, cuando alguien te pida algo que requiera mucho esfuerzo, no respondas de inmediato, dile que necesitas tiempo para reflexionar sobre el tema. Así no te pondrás una trampa y, si concluyes que no puedes hacer lo que te piden, no habrás dado tu palabra.

- Concéntrese en lo que renuncia. Es muy difícil mantenerse firme dentro de los límites que has establecido cuando una parte de ti piensa que ayudar a esa persona es "lo correcto", cuando una parte de ti te dice que eres una "mala persona" porque solo piensa en ti mismo. Para contrarrestar este pensamiento tienes que concentrarte en lo que tendrás que sacrificar, en las cosas a las que tendrás que renunciar diciendo "sí".

- “Ayudar” no siempre ayuda. Facilitar la vida a los demás no siempre es una ayuda. A veces pensamos que salvar a otros problemas, dificultades y conflictos es positivo y “correcto”, pero de esta forma también podríamos quitarles una oportunidad de crecimiento. Al evitar que esa persona se enfrente a los problemas de la vida, también podemos evitar que desarrolle su resiliencia.

La clave está en el equilibrio. En ser consciente de que hay un momento para decir sí y otro para decir no. La filósofa Ayn Rand nos recuerda que "el principio de que los que están en una emergencia deben ser ayudados no puede extenderse hasta el punto de considerar que todo sufrimiento humano es una emergencia y transformar la desgracia de algunos en una emergencia. Hipoteca de nuestra vida".

 

Añade un comentario de Siempre dices "sí" cuando quieres decir "no"
¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.