Saboteadores de la felicidad, gente que oprime y agota

Saboteadores de la felicidad, gente que oprime y agota

Hay gente que nos oprime y agota. Devoran nuestro tiempo y nuestra energía. No están en paz consigo mismos y tratan de desencadenar guerras dondequiera que vayan, dejando tras de sí un rastro de malestar y frustración. Sus actitudes y palabras ejercen presión sobre nuestro equilibrio emocional, haciéndonos estresados ​​y nerviosos. Si no los detenemos, corremos el riesgo de que acaben destruyendo nuestra felicidad, arrastrándonos con ellos a un estado de insatisfacción crónica.



Saboteadores de la felicidad

Un estudio realizado en la Universidad de Rochester reveló que 1 de cada 10 personas tiene un perfil psicológico abrumador o muy difícil de manejar. A estas personas se les ha llamado "saboteadores de la felicidad".

Son personas que tienden a utilizar a los demás como "contenedores emocionales". Sus miedos, inseguridades, incertidumbres y ansiedades nos invaden. Si bien no siempre lo hacen de manera consciente, son especialistas en transferir emociones dañinas a los demás.

Los mecanismos por los que estas personas agotan nuestra energía psicológica son diferentes. Algunos lo hacen por verbosidad. Las personas que hablan demasiado pueden resultar agotadoras porque requieren nuestra atención en cada momento de la conversación. Estos largos monólogos nos obligan a ponernos constantemente en su lugar, un ejercicio que puede resultar agotador.

Otras personas pueden abrumarnos con críticas y quejas, ya sean dirigidas contra nosotros o contra el mundo. Hablar con ellos es como sumergirse en un flujo de negatividad y pesimismo que acaba afectando nuestro estado de ánimo. Estas personas tienen un problema con cada solución que encontremos, por lo que pueden terminar infectándonos con la actitud de que ningún esfuerzo vale la pena.

También están los que nos oprimen con sus excesivas exigencias. Algunas personas pueden volverse muy egocéntricas, por lo que intentan imponernos sus prioridades haciendo constantes demandas que nos relegan a un segundo plano, por lo que terminamos descuidando nuestras necesidades.



¿Por qué nos sentimos oprimidos?

Las emociones, nos guste o no, son contagiosas. La empatía que solemos experimentar cuando establecemos una relación interpersonal nos transforma en esponjas emocionales capaces de absorber la energía tóxica que nos rodea. Como resultado, podemos sentirnos psicológicamente agotados, irritables, enojados o deprimidos después de estos encuentros.

Sin embargo, a veces es más fácil culpar a los demás por lo que sentimos que asumir la responsabilidad de nuestras reacciones emocionales. Por lo tanto, siempre debemos preguntarnos si realmente estamos tratando con una persona abrumadora y estresante o si ya estamos agobiados y estresados.

A menudo, las tensiones cotidianas, los conflictos latentes y los problemas no resueltos crean un estado mental fugaz y vulnerable. En estas condiciones, cualquier cosa puede convertirse en la gota que colma el vaso.

En otros casos, lo que nos oprime no es la actitud de la propia persona ni las emociones que transmite, sino algún "asunto pendiente". Es decir, cuando tenemos un conflicto sin resolver con alguien o nos hemos tragado demasiadas palabras y albergamos resentimiento, es comprensible que la mera presencia de esa persona nos moleste, nos irrite y nos oprima.

Protege nuestro equilibrio emocional estableciendo límites

Nadie tiene derecho a crear tormentas en un mar en calma. Si descubrimos que de hecho hay personas que nos oprimen y nos vacían con sus palabras y actitudes, tendremos que tomar medidas para proteger nuestro equilibrio emocional.


Es importante establecer límites psicológicos claros y hacerlos cumplir. En la mayoría de los casos, las personas que oprimen y sabotean nuestra felicidad tienen nuestro acuerdo tácito. Damos nuestro asentimiento, por ejemplo, cuando soportamos la situación para no agravar el conflicto.

En cambio, debemos tener claro qué actitudes no estamos dispuestos a tolerar para detenerlas tan pronto como aparezcan. Si no estamos dispuestos a escuchar sus quejas, por ejemplo, podríamos preguntarle a la persona si hay un problema específico con el que podamos ayudarlo, en lugar de escuchar toda la catarsis.


Generalmente estas personas no son conscientes del impacto de sus palabras y actitudes en los demás, por lo que a veces una "llamada de atención" es suficiente para reorientar la relación por un camino que no comprometa nuestro bienestar emocional.


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