Escucha reactiva: escuchar para refutar, no para comprender

Escucha reactiva: escuchar para refutar, no para comprender

¿Alguna vez has hablado con una persona y, aunque usaste una gran cantidad de argumentos, te sentiste como si estuvieras hablando con una pared? Incluso si trataste de explicar tus razones y comprender las de él para llegar a un acuerdo, probablemente tuviste la sensación de que él no te entendía o no quería comprenderte.

No es que tus argumentos se hayan vuelto incomprensibles, es probable que el diálogo no avanzara porque el canal de comunicación se interrumpió -o nunca se estableció- porque tu interlocutor realmente no pretendía entender sino solo refutar.



Escucha reactiva: primero yo, luego yo y finalmente siempre yo

Epicteto dijo que "hay, por tanto, una cierta pericia, tanto para hablar como para escuchar". Todos pueden escuchar, pero pocos pueden escuchar.

La escucha activa es una habilidad relativamente rara porque no solo implica escuchar lo que dice la otra persona, sino prestar atención a los sentimientos y emociones subyacentes. Para ello, es fundamental salir de nuestra posición egocéntrica y asumir una postura empática, logrando ponernos en la piel del otro para entender bien su mensaje.

La escucha activa también incluye un interés genuino en la persona y su mensaje. Esto no significa que estemos de acuerdo con sus ideas, sino que nos interesa comprenderlas. Por eso es sinónimo de respeto y apertura al diálogo.

Desafortunadamente, en una sociedad cada vez más narcisista, muchas personas no logran desarrollar la escucha activa. En lugar de escuchar a su interlocutor para comprender sus ideas y sentimientos, simplemente escuchan sus argumentos para refutarlos, como si se tratara de un duelo.

La escucha reactiva, como llamo a este tipo de comunicación, se esconde detrás de los propios puntos de vista, por lo que acaba convirtiéndose en un obstáculo para el diálogo. Implica una reacción a las ideas del interlocutor desde un punto de vista egocéntrico, aplicando el propio criterio, sin la intención de llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso.



La persona que pone en práctica una escucha reactiva se limita a reaccionar empujada por sus propias emociones, creencias e ideas, sin tener en cuenta las de su interlocutor. De esta forma no es posible crear el espacio compartido necesario para la comprensión, por lo que acaba un diálogo sordo.

¿Cómo saber si una persona ha activado la escucha reactiva?

1. La persona no tiene en cuenta lo que dice el interlocutor. Si escucha sus argumentos, es solo para refutarlos.

2. No presta el debido interés a las palabras de su interlocutor, demostrando una falta de empatía casi total.

3. Solo le interesa transmitir su mensaje cerrándose a cualquier tema que vaya en contra de sus ideas.

¿Qué esconde la escucha reactiva?

Muchas personas practican la escucha reactiva porque quieren poner en práctica sus argumentos, sin importar cómo ni a qué precio. Básicamente, no les interesan las ideas o razones que les puedas ofrecer porque su principal objetivo es imponer sus razones, hacer prevalecer su visión.

Estas personas no buscan el diálogo, más bien inician una batalla que quieren ganar a toda costa. No toman el diálogo como una oportunidad para crecer sino como un duelo. Por lo tanto, es probable que perciban sus argumentos como una amenaza, simplemente porque no coinciden con los suyos, por lo que sienten que deben defenderse.

Esto implica que ignorarán cualquier atisbo de verdad que pueda contener tu mensaje y que les ayude a cambiar de opinión, ampliar su perspectiva o enriquecer su punto de vista, porque solo buscan posibles contradicciones, inexactitudes o vacilaciones para contraatacar.


Por supuesto, todos podemos practicar la escucha reactiva de vez en cuando, especialmente cuando sentimos que están atacando nuestro ego y nos ponemos a la defensiva, pero tomarlo como un estilo de comunicación implica poca confianza en nosotros mismos.


Una persona madura, asertiva y segura de sí misma no siente la necesidad de imponer sus argumentos, pero está abierta al diálogo y receptiva a diferentes puntos de vista que pueden enriquecer su visión del mundo o ayudarlo a comprender mejor quién está frente a él. . Por tanto, en el fondo, la escucha reactiva es la expresión de un ego frágil o de una profunda inseguridad personal.

Martin Luther King dijo que "su verdad aumentará en la medida en que sepa escuchar la verdad de los demás". Quien cierra las puertas a las ideas ajenas corre el riesgo de quedarse atascado en una visión cada vez más limitada del mundo, de la vida y de sí mismo.

Los 3 pasos para deshabilitar la escucha reactiva

Hablar con una persona que escucha con atención es desconcertante. Es probable que pruebes diferentes caminos / temas y cada uno se estrelle contra el muro de los malentendidos. Esto es muy frustrante. En estos casos, para que el diálogo continúe, es necesario desactivar ese modo de escucha.

En primer lugar hay que partir de que todas las comunicaciones contienen un cierto grado de dispersión ya que entre lo que piensas y lo que entiende tu interlocutor está el mar, como se muestra en la imagen de abajo. Es por eso que debe asegurarse de que su mensaje llegue lo más claro posible.


Escucha reactiva: escuchar para refutar, no para comprender

1. Establezca un punto de partida común. Continuar presentando argumentos, indefinidamente, no ayudará. Hay que volver al principio y establecer un nuevo punto de partida en el que ambos estén de acuerdo. En una relación, ese punto de partida podría ser que ambos se amen. En una relación comercial, el punto de partida puede ser que ambos necesiten resolver el problema o completar el proyecto.

Esa verdad compartida te permitirá, por un lado, reducir la distancia psicológica que se había creado y, por otro, sentar un precedente de acuerdo que predispone positivamente al diálogo, asegurándote de que ambos miran en la misma dirección, aunque todo el mundo ve algo. de diferente. Y esto ya es un gran paso adelante.


2. Baje la guardia. No hay nada peor para comprender que sentirse apegado. Por lo tanto, debe asegurarse de que el interlocutor se sienta relativamente cómodo. Use un tono de voz suave y tranquilo. No hay necesidad de preocuparse. Hágale saber que comprende sus argumentos y su posición, que su objetivo es llegar a un acuerdo con el que ambos se sientan cómodos, no imponer su punto de vista.

Si puede lograr que su interlocutor derribe los muros que construyó, es posible que no llegue a un acuerdo de inmediato, pero al menos es probable que sus argumentos se rompan y cambien de opinión más adelante. Para ello, en lugar de "atacar" sus ideas o sentimientos, sería recomendable hablar sobre cómo se siente y cómo le afecta la situación. En lugar de acusar, habla de ti mismo. Mostrarse vulnerable suele ser la herramienta más poderosa para desactivar la escucha reactiva y activar la escucha activa.

3. Aproveche todas las ofertas, por pequeñas que sean. A primera vista parece una contradicción, pero la única forma de lograr que una persona entienda y acepte tus argumentos es comprender y aceptar los suyos. La escucha reactiva se combate con la escucha activa. Si activa la escucha reactiva, solo entrará en un diálogo para sordos.

Escuche los argumentos de su interlocutor, no con la intención de refutarlos sino de buscar puntos en común, por pequeños que sean, y utilizarlos como ladrillos para crear un discurso común. Incorpora tus ideas a las suyas para ir progresando poco a poco. La comprensión no se logra pasando directamente del desacuerdo al acuerdo, sino con pequeños pasos basados ​​en ideas o sentimientos comunes. Siempre que resaltas esos puntos de contacto, rompes las barreras entre "yo" y "tú", creando un espacio de comunicación compartido que facilita la comprensión.

Finalmente, si ves que la comprensión es imposible en ese momento, será mejor que pospongas la conversación. No discutas con un idiota o con una persona que, en ese momento, se ha encerrado tanto que no puede avanzar en el diálogo. Recuerda que a veces es mejor mantener la paz interior que tener razón.

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