Última actualización: 29 de marzo de 2020
Cada uno de nosotros pertenece a un grupo con el que compartimos intereses personales, profesionales o de otro tipo; es un proceso esencial para sentirse realizados como individuos. El poder del grupo nos hace sentir seguros, fuertes, bien con nosotros mismos, pero también nos condiciona. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado en la duda, pero al final hemos sucumbido a la inercia ya la tranquilizadora idea de que otros han actuado de la misma manera?
El grupo dirige nuestros pensamientos y conducta. Dentro de la socialización secundaria, es uno de los elementos más importantes en el aprendizaje de las normas sociales. El grupo nos ayuda a superar las adversidades, pero también es un escudo que nos protege del mal que a veces hacemos nosotros mismos. El problema surge aquí, cuando justificamos nuestras acciones con “otros también lo hicieron”.
El poder del grupo nos da seguridad, pero nos condiciona
El grupo y la identidad.
Desde nuestro nacimiento hemos sido parte de una comunidad: la sociedad. Somos miembros de una comunidad que abarca muchas personas. Sin embargo, cuando crecemos no identificamos a nuestro grupo con la sociedad en su conjunto y nos percibimos como individuos. Por esta razón, dedicamos parte de nuestro esfuerzo y de nuestro tiempo a buscar un referente, alguien con quien sentirnos cómodos.
El grupo es un elemento importante en el desarrollo de la personalidad y la moral, forja nuestra identidad y en la adolescencia adquiere mayor importancia. Los padres dejan de ser una guía y quedan relegados a un papel secundario. En esta fase buscamos otras fuentes de conocimiento y es en el grupo donde terminamos de consolidar nuestra personalidad.
El poder del grupo y la desindividuación
Por lo tanto la identidad individual se transforma en identidad grupal. No nos percibimos como individuos únicos con conciencia propia, sino como parte integrante de diferentes grupos. En cierto sentido, perdemos parte de nuestra conciencia y nos dejamos llevar, en algunas circunstancias, por lo que hacen los demás. Este es uno de los efectos del poder del grupo.
Es, en sí mismo, un inconveniente ya que delegamos en otros el criterio y la responsabilidad de nuestros actos. El problema se vuelve enorme cuando tales actos son antisociales y no respetan las reglas.
La desindividuación surge como una pérdida de esa autoconciencia que lleva al individuo a escapar de su propia identidad como sujeto. La responsabilidad, por tanto, no está ligada a los actos que realizamos como individuos, sino como miembros del grupo al que pertenecemos.
En otras palabras, la responsabilidad es compartida entre todos los miembros. "Hice mal, pero también lo hicieron los demás". De esta manera, la acción pierde fuerza y se ve menos ofensiva, ya que las consecuencias no solo las generamos nosotros, sino que más personas participaron en ella.
Este fenómeno aumenta cuando, además de estar en grupo, tenemos el rostro cubierto. El anonimato físico dificulta nuestro reconocimiento, nos lleva a un estado de invisibilidad frente al mundo. La responsabilidad, por tanto, se diluye aún más y es más difícil sentirnos culpables por lo que hemos hecho. Después de todo, nadie sabe quiénes somos.
El poder de la situación.
El poder de la situación explica cómo cambiamos nuestro comportamiento cuando eclipsamos el pensamiento individual. El contexto en el que nos encontramos guía nuestras reacciones.
Un ejemplo que representa bien este concepto es el experimento grupal realizado por Asch. La prueba consistía en dar la respuesta más correcta a un problema. Dentro del grupo, algunos participantes estuvieron de acuerdo y tuvieron que dar una respuesta flagrantemente incorrecta. Entre los participantes desprevenidos, un alto porcentaje dio la respuesta incorrecta aunque admitiendo que solos habrían tomado una decisión diferente.
Esto demuestra cuán importante es lo que los demás piensan de nosotros y cómo adaptamos nuestro comportamiento para ser aceptados por el grupo. Actuamos adaptándonos a lo que los demás esperan de nosotros. Muchos participantes del experimento eran conscientes de que estaban dando una respuesta incorrecta, pero preferían cometer errores para ser "aceptados".
El grupo es parte de nosotros, nos cambia y nosotros mismos influimos en los demás. Mejora nuestra capacidad de relacionarnos, nos permite intercambiar información y compartir intereses. Sin embargo, la presión del grupo diluye, en algunas situaciones, la percepción de nuestras acciones negativas. La filosofía que se desprende es simple "si uno cae, todos caemos".