La estima: la base de la dignidad y la autoestima

La estima: la base de la dignidad y la autoestima

La estima: la base de la dignidad y la autoestima

Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.

Última actualización: 15 2021 noviembre

Todos necesitamos estima. En primer lugar por nosotros mismos, para potenciar nuestras habilidades, nuestra imagen y nuestro valor. Al mismo tiempo, la estima es también ese pilar con el que asentar las bases de la autoestima en los hijos, el empujón que necesita el trabajador y el vínculo que permitirá construir una sólida relación de pareja, en la que sentirse amado, valorado y apreciado.



El concepto de estima, por curioso que nos parezca, en ocasiones suscita algún malentendido. Hay quien lo ve como una dimensión negativa, porque las personas que buscan continuamente este refuerzo positivo en los demás son incapaces de mantener una adecuada independencia emocional. A ojos de muchos, son personalidades que construyen su autoestima a partir de las respuestas que ofrecen los demás.

En este punto hay que decir que el secreto es el equilibrio. No podemos negar la gran importancia que tiene la estima en nuestro tejido relacional, social y afectivo. Si abordamos la pirámide de necesidades de Maslow, veremos que la estima ocupa un lugar aparte. Es en un punto de la jerarquía donde existe una sutil armonía entre la autoestima, o nuestra capacidad de sentirnos competentes, y la importancia de que los demás también nos aprecien a nosotros y lo que hacemos.

La estima, un tipo de dignidad personal y social

El ser humano vive en constante dualidad. A todos nos gusta sentirnos presentes en un contexto, pero también nos gusta estar ausentes de él, sentirnos libres, independientes ya veces hasta separados de nuestros escenarios cotidianos. A nadie le gusta ser invisible. Al ser una figura que nadie ve ni aprecia, eso no se toma en consideración.



Esto lo sabe bien el niño que se sienta en las últimas filas del salón de clases, en un rincón del patio sin nadie con quien hablar, con quien coquetear durante una infancia rica y colorida. Hasta el adolescente sabe que nadie lo aprecia, pero que siempre es amonestado y sancionado. Y hasta la persona que no se siente apreciada por su pareja lo sabe muy bien, que vive en el armario de la más profunda soledad y angustia emocional. El estimado es un tendón psíquico que nos integra a nuestros grupos objetivo y que, a su vez, nos ennoblece como personas.

Porque estimar a alguien significa hacerlo visible. Significa darle una presencia, permitirle “Ser”, “quedarse” y crearse en libertad. Es apreciar a alguien por lo que es, brindarle un cariño que promueva el crecimiento personal, pero que, al mismo tiempo, no obstaculice ni invalide. La estimación genera autoaceptación para que, de alguna manera, se pueda fortalecer aún más el músculo de nuestra autoestima.

Por otro lado, un aspecto que no podemos olvidar de la autoestima es que, en esta percepción de autoevaluación, también se incluye la forma en que pensamos que nos ven los demás. No se puede separar una cosa de la otra. Somos seres sociales y lo que otros digan o contesten nos afectará de una forma u otra.

La estimación es importante, pero no podemos depender solo de ella

Pocas cosas pueden ser más dolorosas que el rechazo. Experimentar abandono o desprecio dentro de nuestro grupo social objetivo enciende nuestras campanas de alarma y pánico. Porque la soledad y el aislamiento no deseados provocados por vínculos malsanos, negativos o desatendidos generan sufrimiento. Las personas deben, por tanto, conciliar la estima que se dan a sí mismas con la que reciben de los demás..



Basar nuestro estilo de vida únicamente en refuerzos positivos externos genera adicción y malestar. La cualidad que nos atribuimos a nosotros mismos afectará a su vez cómo nos valoran los demás.. Tomemos algunos ejemplos. El trabajador que cree en sus capacidades, se siente válido y confiado, generará un impacto positivo en el lugar de trabajo. En promedio, otros reconocerán sus esfuerzos.


Tomemos otro ejemplo. La persona que se valora a sí misma, que se siente realizada, libre y autónoma, construye relaciones afectivas mucho más sólidas. Este temperamento maduro y confiado suscita también estima y admiración, pero nunca dependencia mutua. No hay necesidad de un refuerzo constante, ni nuestra felicidad depende únicamente del refuerzo positivo. Existe un equilibrio perfecto entre lo que nos damos a nosotros mismos y lo que nos ofrecen los demás con absoluta sinceridad y con el cariño más auténtico.


La estima es la base de cualquier empresa por una razón muy sencilla: fomenta la inclusión. Hace presente lo invisible sin importar su edad, condición, etnia o carácter. Saber reconocer es también saber amar con inteligencia, porque quien practica la más sana estima es capaz de valorar a los demás por cómo son y no por cómo les gustaría ser.

Aprendemos a respetarnos, hacemos visibles y presentes a las personas y necesidades a través del cariño, la disponibilidad y la humildad.

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