Dieta y restaurante

    Nadie prohíbe a los gourmets almorzar y cenar en el restaurante cuando lo deseen. Ya sea por trabajo, una cita romántica o una velada con amigos, es una buena regla respetar algunas reglas para no hacer que su peso suba demasiado.
    En primer lugar, hay que prestar atención a dos aspectos fundamentales que son la cantidad y la calidad de los alimentos que se consumen. Las dos cosas no siempre van de la mano y el consumidor, considerando también el aspecto económico, generalmente busca un buen compromiso entre las dos.
    Dieta y restauranteValorar la cantidad de comida que ingerimos es fundamental aunque muchas veces la cita con el restaurante sea una cuestión de placer y por ello no prestamos demasiada atención a la cola.
    Un primer plato, un segundo plato, un postre y un poco de vino pueden hacernos llegar fácilmente a las 1500 calorías. Si pedimos una pizza y un postre, las cosas ciertamente no van mejor, ya que incluso en este caso, se alcanzan fácilmente las 1000 calorías.
    Una comida de este tipo a la semana es suficiente para anular la restricción calórica de los días anteriores. Llegados a este punto la elección queda en manos del consumidor que, si no quiere engordar, o bien reduce la frecuencia de las citas con el restaurante o evita los excesos alimentarios. En realidad, habría otra opción y es practicar un poco de deporte durante la semana para disfrutar de un lujo dietético extra.
    Para mantener bajo control el aspecto cuantitativo, es recomendable no excederse en las distintas raciones y eliminar el postre al final de la comida que en el mejor de los casos nos lleva a ingerir al menos 400 Kcal más. Los primeros platos a menudo se consideran los principales culpables del exceso calórico, pero los segundos platos también deben comprobarse.
    Primeros cursos: en primer lugar, es bueno no excederse en las cantidades. Evite los cocinados con mantequilla añadida o los que sean demasiado grasosos. Si pide solo un primer plato, es bueno intentar preferir aquellos equilibrados en la distribución de los diversos nutrientes, ya que con demasiada frecuencia están desequilibrados a favor de los carbohidratos. Ejemplos de primeros platos equilibrados son: espaguetis con pollo, aceite de oliva y pimientos, pasta con atún, aceite de oliva y tomate, pasta picada y vegetal. En cambio, están desequilibrados porque son demasiado ricos en carbohidratos y pobres en proteínas, como: pasta con aceite, pasta con salsa de tomate, orecchiette con hojas de nabo. Incluso la adición de salsas demasiado altas en grasas como ocurre con la pasta all'amatriciana o carbonara desequilibra el plato, elevando también su contenido calórico.
    Segundos: elija los cortes de carne más magros. Las carnes hervidas son excelentes, la carne a la brasa es una buena opción pero no perfecta debido a las sustancias cancerígenas que se desarrollan a las altas temperaturas a las que es sometida. Lo mismo ocurre con los alimentos fritos, que tienen la desventaja adicional de ser altos en calorías. Atribuimos una puntuación justa a los asados ​​siempre que utilices cortes que no sean demasiado grasos y no exageres con los condimentos.
    El pescado suele ser una opción más que saludable. También en este caso hay platos más o menos grasos pero te recomendamos elegirlo en función de las preferencias individuales, limitándote solo a no exceder demasiado con las cantidades. De hecho, las grasas poliinsaturadas que contiene el pescado, aunque aporten las mismas calorías que los otros tipos, ayudan a mantener el colesterol bajo control.
    En el restaurante intenta pedir:





    • Rodajas de ternera con rúcula en lugar de parrillada mixta
    • Carpaccio de ternera, limón y verduras, en lugar de embutidos y picatostes
    • Filete de pez espada y judías verdes en lugar de frito mixto
    • Espaguetis con perejil, calabacín y camarones, en lugar de espaguetis a la carbonara
    • Arroz con aceitunas, alcaparras y atún en lugar de risotto milanés
    • Patatas a la plancha en lugar de patatas fritas

    Calidad. No todo lo que brilla es oro. O si lo prefieres no es del todo bueno lo que se ve bien. Los conservantes, aromas artificiales y aditivos en general se utilizan cada vez más para mejorar las características de los productos. Salvo algunas excepciones, los alimentos caseros son mejores desde un punto de vista cualitativo que los precocinados y / o congelados. Desafortunadamente, sin embargo, incluso los restaurantes tienen toda una serie de ingredientes que no son realmente saludables para realzar el sabor de sus platos.
    Tanto en el sector industrial como en el de la restauración existen controles sobre la calidad de los alimentos y los ingredientes utilizados. Si bien por un lado no podemos confiar en la publicidad que vemos en la televisión pero debemos leer atentamente los ingredientes y valores nutricionales que se muestran en la etiqueta, por otro lado un mayor costo no siempre corresponde a una mejor calidad de los ingredientes ( aunque no podamos pensar que se haya elaborado un menú que incluya primer segundo plato, agua y café a 10 euros eligiendo cuidadosamente los mejores ingredientes).
    En cualquier caso, podemos pedir al camarero o si es posible al chef información para valorar la seriedad del lugar. Por ejemplo, si el chef también ofrece menús dietéticos o para personas con determinadas intolerancias alimentarias, la impresión que tendremos sin duda será buena.
    Si el restaurador destaca la autenticidad de los ingredientes demostrando tener una buena cultura gastronómica, con toda probabilidad se trata de un lugar que también está atento al aspecto dietético y cualitativo de sus platos.
    En cambio, es mejor mantenerse alejado de los lugares super concurridos que se centran en la cantidad, en la contención de precios y que solo ofrecen menús "compulsivos". En estos casos el amor, el cuidado en la preparación y la elección de los ingredientes se reduce necesariamente al mínimo.




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