Las suposiciones: ¿cómo se convierten en nuestro peor enemigo?

Las suposiciones: ¿cómo se convierten en nuestro peor enemigo?

"Ni siquiera tu peor enemigo puede herirte tanto como tus propios pensamientos", dijo Buda. Las suposiciones también pueden convertirse en nuestros enemigos, especialmente cuando no nos damos cuenta de su existencia pero les permitimos determinar nuestras decisiones, nuestro estado de ánimo y nuestro comportamiento.

Lo cierto es que todos los días hacemos cientos de suposiciones, sin darnos cuenta. Mientras hablamos con un colega, cuando caminamos por la calle, tomamos un café en la barra, hablamos con nuestra pareja e incluso mientras compramos. No nos separamos de las conjeturas ni por un segundo, pero este proceso tiene lugar por debajo de nuestro nivel de conciencia.



Asumimos muchas cosas, pero no somos conscientes de la influencia de estos supuestos en nuestra felicidad y equilibrio mental.

¿Qué son las suposiciones?

Suponer implica hacer conjeturas basadas en las indicaciones que tenemos, para llegar a una conclusión que damos por cierta, incluso si hay una buena probabilidad de que no lo sea.

El peligro de las suposiciones es que las convertimos en hechos concretos en nuestra mente. No los cuestionamos, pero los asumimos como una verdad absoluta sin darnos cuenta de que son solo posibilidades en un amplio abanico de opciones. Entonces, las suposiciones suplantan la realidad y comenzamos a reaccionar a la película que estamos proyectando en nuestra mente, en lugar de ceñirnos a los hechos.

Para no dejarnos engañar por este mecanismo, debemos tener claros algunos conceptos:

Hecho. Es notar un evento que ha ocurrido.

Suposición. Es el acto de dar algo por sentado sin tener pruebas suficientes.

Observación. Implica tomar nota de lo que está sucediendo, sin juzgar.


Hipótesis. Es una idea para verificar.

Por ejemplo:

Hecho. Su pareja llegó una hora tarde a la cita.


Suposición. La frustración se apodera de ti y piensas que llega tarde porque no le importa.

Observación. Lo notas nervioso.

Hipótesis. Podría traicionarte.

De esta manera hacemos un drama de una suposición incorrecta. En lugar de probar una hipótesis o simplemente preguntar qué está causando el retraso, vamos directamente a la suposición y la convertimos en nuestra nueva realidad.

¿Por qué hacemos tantas suposiciones?

Hacemos suposiciones constantemente. Supongamos cómo piensan, sienten y actúan los demás. El problema es que nuestro cerebro odia la incertidumbre y el caos, como si fuera una secretaria eficiente, le encanta planificar, organizar, clasificar y sacar conclusiones. En resumen, nuestro cerebro quiere dar sentido al mundo que nos rodea y las cosas que nos suceden a toda costa.

El problema comienza cuando suceden cosas que no tienen mucho sentido, cuando nos sentimos inseguros y desconfiados, o cuando no tenemos toda la información para sacar conclusiones pertinentes.

En esos casos buscamos desesperadamente pequeñas señales en el entorno que nos permitan encontrar una explicación. Sin embargo, no somos capaces de evaluar objetivamente todas estas señales, sino que elegimos las piezas de realidad que nos sirven para confirmar la hipótesis que más nos gusta.

Tan pronto como llegamos a una conclusión que nos satisfaga, la adoptamos como válida. Entonces comenzamos a reaccionar a esta nueva idea, incluso cerrándonos a la evidencia que nos muestra que no es real. De hecho, dado que nuestro cerebro odia la "disonancia cognitiva", no solo elegimos la "evidencia" que respalda nuestra hipótesis, sino que también nos cerramos a argumentos que puedan probar que nuestra suposición es inválida.


Un estudio realizado en la Universidad de Lund mostró que la mayoría de las personas rechazan sus argumentos el 60% de las veces si son presentados por otra persona. Este mecanismo se denomina “pereza selectiva” y se refiere a la tendencia a evaluar cuidadosamente las ideas de los demás, pero a ser mucho más flexibles con las nuestras.


En resumen: creemos en lo que queremos creer y nos cerramos a los hechos que nos muestran que podríamos estar equivocados. Este es el mecanismo que produce y alimenta los supuestos.

Las consecuencias de los supuestos

Los supuestos son fuente de muchas discusiones y conflictos en las relaciones interpersonales, porque nos hacen partir de un supuesto que creemos que es cierto pero que puede que no lo sea. También nos hacen adoptar una posición más rígida e intransigente, lo que nos lleva a cerrarnos a las razones de los demás.

Por otro lado, las suposiciones son una fuente de angustia psicológica. Cuando suponemos algo, nuestro cerebro deja de discriminar entre realidad y suposición porque eso se convierte en nuestra nueva realidad. Esto nos lleva a tomar malas decisiones o comportarnos de manera desadaptativa porque no consideramos la realidad.

Esta pérdida de contacto con el mundo real acaba provocando angustia emocional. De hecho, las suposiciones que hacemos son a menudo el combustible que alimenta la frustración, la ira, el resentimiento, la culpa y la ansiedad.

Las suposiciones son a menudo una fuente de decepción porque son la llama que alimenta expectativas irreales, especialmente cuando esperamos que las cosas salgan de acuerdo con nuestros planes o que la gente se comporte de acuerdo con nuestras reglas y deseos.


Por el contrario, si nos limitáramos a tomar nota del mundo, en lugar de hacer suposiciones constantemente, viviríamos mucho más en paz.

Cinco ejercicios para dejar de adivinar

Gary Klein, psicólogo de la Universidad de Oakland, decidió analizar las suposiciones y descubrió que la mitad de las personas no se dan cuenta de que las están haciendo. La mayoría queda atrapada en sus propias creencias y suposiciones erróneas, y las da por sentado.

No hay duda de que renunciar a suponer es complicado porque es un mecanismo natural, una tendencia profundamente arraigada a buscar respuestas y explicaciones. Por tanto, el primer paso es tomar conciencia de nuestras suposiciones.


Debemos recordar distinguir entre hechos, hipótesis y suposiciones. Klein propone algunos ejercicios que pueden ser útiles para entrenar nuestro pensamiento en la identificación de supuestos:

  1. Descubra el error. Se trata de imaginar que estás frente a una bola de cristal. Esa esfera mágica nos muestra lo que pasó, pero no explica las razones. Nuestra tarea es buscar diferentes hipótesis que puedan explicar el hecho. Con este ejercicio entrenamos nuestra mente para expandir el universo de posibilidades, para que nos sintamos más cómodos con la disonancia cognitiva.
  2. Identifica las señales débiles. Es una variación del ejercicio anterior. Se trata de visualizar el problema, pero esta vez buscando las señales o advertencias sutiles que indican que nos estamos perdiendo y hemos decidido ignorar. Con este ejercicio retrospectivo entrenamos nuestra mente para que sea más sensible a todo tipo de pistas y señales, no solo a aquellas que confirman nuestras expectativas y cosmovisión.
  1. Busque contradicciones. En este caso, debemos tomar esa preocupación / suposición que nos está afectando y ponerla a prueba. Imaginemos que somos un fiscal que tiene que encontrar las debilidades de nuestro caso y convencer a un jurado. ¿Qué inconsistencias o contradicciones encontraríamos en nuestro argumento? ¿De qué otra manera podría presentarse? Este ejercicio nos ayudará a salir de nuestra perspectiva limitada tomando una distancia psicológica que nos permita identificar creencias erróneas y detalles que no se ajustan a nuestra versión de las cosas.
  1. Especula sobre las posibilidades. Imaginemos algo que nos gustaría hacer en los próximos días, preferiblemente con otras personas, como un viaje a otra ciudad o ir a ver una película al cine. Por lo tanto, debemos dejar nuestras mentes libres para especular sobre todas las cosas que podrían suceder y hacernos cambiar nuestro plan. Con este ejercicio entendemos que hay mil posibilidades de que las cosas cambien, por lo que nos abrimos a la incertidumbre y estaremos menos inclinados a hacer suposiciones.
  1. Pedir. Quizás sea el ejercicio más poderoso de todos dejar de adivinar constantemente. Cuando tenemos dudas, simplemente preguntamos, consultamos a otros y les pedimos su opinión. De esta forma ampliaremos nuestro horizonte e incluiremos otras perspectivas. Si pensamos que alguien nos está mirando de forma extraña, no debemos asumir que no le agradamos al caer en la paranoia, solo preguntamos. A veces la vida puede ser muy sencilla, la complicamos.

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