Todos tenemos recuerdos que perturban nuestra alma.

Todos tenemos recuerdos que perturban nuestra alma.

Todos tenemos recuerdos que perturban nuestra alma.

Última actualización: 07 de marzo de 2016

Hay recuerdos que, de repente, nos trastornan el alma, arrancándonos una sonrisa cómplice, casi burlón, pero sobre todo terapéutico. Porque en los momentos de dificultad no hay nada más hermoso que entrecerrar la puerta de nuestra memoria y dejarnos invadir, poco a poco, por la alegría del ayer y, en consecuencia, encontrar la fuerza para afrontar el presente.


Suele decirse que la memoria captura momentos maravillosos que ninguna fotografía sería capaz de captar jamás. Porque ningún medio electrónico es capaz de evocar olores, poner la piel de gallina, saboreemos el sabor de un beso o la brisa fresca de un amanecer.


Momentos maravillosos dejan recuerdos inolvidables, recuerdos que nos hacen reír, que nos trastornan el alma y que nos demuestran que todo lo que alguna vez estuvo en nuestra mente aún vive en nuestro corazón.

Un aspecto a considerar sobre los recuerdos y la memoria es que contrario a lo que muchos puedan creer, no es un baúl. No es un espacio de capacidad infinita donde volcamos datos, imágenes y experiencias que corresponden fielmente a la realidad para guardarlos bajo llave. La memoria, en realidad, es como un lienzo capaz de crear, añadir nuevos tonos, transformar e incluso borrar.

Los recuerdos y la cerradura de nuestra conciencia

Según William James, el famoso filósofo, psicólogo y hermano de Henry James, la memoria y la conciencia son como una llave con su candado. Pongamos un ejemplo: al escuchar una melodía, nuestra memoria se remonta a un momento del pasado. No necesitamos una máquina del tiempo. Es un recuerdo involuntario, uno de los tantos que nos vienen a la mente casi sin darnos cuenta durante el día.



Quedamos suspendidos unos segundos en la niebla de ese recuerdo, en ese instante que puede ser portador de un valor positivo o negativo, hasta que nuestra conciencia nos llama y nos arrastra de vuelta a la cerradura de la realidad. Este viaje momentáneo, puntual e intenso, lejos de ser una desconexión total y sin utilidad alguna, se integra a su vez en la propia conciencia.

Pasamos la mayor parte de nuestra vida “recordando cosas, evocando el pasado” y lo hacemos porque, según explica la neurociencia, la memoria es esa eterna viajera que nos invita a su gran isla a evaluar el pasado, a poner en práctica el presente y proyectar el futuro. Todo esto está integrado en nuestra conciencia, en ese “todo” exuberante, caótico y distintivo que nos caracteriza a cada uno de manera única.

“Recordar es fácil para quien tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón”.

-Gabriel García Márquez-

Sin embargo, un aspecto del que hablábamos al principio y al que ahora volvemos está relacionado con el hecho de que la memoria no siempre reproduce fielmente los hechos. La misma realidad vivida por dos personas puede ser recordada de manera diferente, ya que cada uno de nosotros interpreta (percibe) lo que ve de una forma u otra, es aquí donde reside la magia y el misterio de la memoria humana. El cerebro no es una cámara o una fotocopiadora, el cerebro es un intérprete muy hábil.

Sin embargo, todo esto puede ser un arma fabulosa a nuestra disposición. Aquí porque:


Memoria y emociones

Todos podemos ser arquitectos de nuestra realidad y hacer uso de la memoria y las emociones para avanzar en nuestro camino con mayor confianza y tranquilidad. Por lo tanto, tenga en cuenta las siguientes estrategias:



  • La memoria selectiva nos permite curar heridas. Pongamos un ejemplo: estás a punto de romper una relación con una persona. Una forma de lidiar con el dolor es evitar centrarse en los recuerdos de eventos negativos o traumáticos.. Al hacerlo, de hecho, no avanzarías y terminarías siendo prisionero del sufrimiento. Se trata de aceptar los hechos, poder cerrar un ciclo y lograr que los recuerdos positivos sean más vivos que los negativos. Solo entonces puedes decir que tuviste "una vida digna de ser vivida".
  • Los recuerdos durante la depresión pueden ser un arma de doble filo. Según un interesante estudio publicado en la revista "Frontiers in Psychology", invitar a un paciente con depresión a recordar momentos felices de su pasado puede ser contraproducente. En estos casos, se ha encontrado que el cerebro es incapaz de activar los circuitos de recompensa, ya que las personas deprimidas se caracterizan por una anhedonia en la que no pueden disfrutar de recuerdos o experiencias positivas.

Por eso, en los momentos difíciles de nuestra vida, antes de rescatar el pasado de la cerradura de nuestra memoria, lo mejor es “construir el presente”, conectar con el “aquí y ahora” para darnos cuenta de que, muchas veces, es basta con cambiar aunque sea un solo pensamiento para dar vida a una nueva emoción capaz de mejorar nuestra realidad. A veces, el motor del cambio solo necesita esa chispa vital: una emoción positiva y esperanzadora.


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