Hay momentos en que todo nos parece difícil. No tenemos suficiente paciencia y cualquier cosa nos desmoraliza. ¿Por qué nos sentimos así?
Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 18 de febrero de 2022
¿Por qué siento que cada día tengo menos paciencia? El mundo parece avanzar con la lentitud de un perezoso y una calma que me desespera.
No espero nada, rara vez alcanzo las metas que me propongo y lo que es peor, me siento atrapado en una vorágine donde todo gira en torno a la negatividad y las expectativas frustradas.
¿Conoces este sentimiento? Usted no está solo. Son muchas las personas que experimentan esta realidad psicológica, que se quejan de dolor en la mandíbula cuando intentan suprimir la tensión, que sienten un vacío en el estómago y que se sienten más nerviosas y pensativas que de costumbre.
Todos los errores humanos, decía Kafka, son fruto de la impaciencia. Sin embargo, en ocasiones esta realidad está motivada por desencadenantes tan complejos como particulares.
A veces sientes que estás paciente y relajado, pero de repente, por determinadas circunstancias, esa calma se acaba. Ahí es cuando eso la resistencia, la esperanza e incluso el optimismo se desvanecen para dar paso al malestar. ¿Por qué pasó esto? ¿Cómo se puede explicar esta situación?
Razones por las que cada día tenemos menos paciencia
Definir la impaciencia es bastante fácil: es un estado que tembelesa a aquellos que son incapaces de afrontar los acontecimientos sin ponerse nerviosos y los que carecen de la capacidad de realizar una tarea sin perder los estribos.
Unos más, otros menos, sabemos cómo se siente en estos casos y qué sucede cuando esta dimensión toma el control. Lo que no sabemos es por qué aparece.
¿Por qué nos impacientamos? ¿Por qué hay momentos en los que es más difícil tolerar la espera, aceptar como lo hacen los demás y resignarse a que las cosas no siempre salen como queremos?
Es cierto que también hay personas que son impacientes por naturaleza, es decir, que siempre muestran este patrón de comportamiento. Sin embargo, a veces nos encontramos totalmente abrumados por esta dimensión. A ver por qué.
El estrés y la amígdala hiperactiva
Hay momentos en que las demandas externas superan con creces los recursos psicológicos a nuestra disposición. El trabajo o la falta de él, la familia, el peso de las incertidumbres, las metas frustradas, etc., nos ponen en un estado de gran estrés.
En estas circunstancias, la amígdala, un área del cerebro vinculada al procesamiento emocional, comienza a estar más hiperactiva de lo normal.
Esto se traduce en una constante sensación de amenaza que nos hace analizar cada evento, circunstancia y estímulo con desconfianza y miedo. Todo esto provoca nuestra concentración mental se tiñe de angustia e impaciencia y nos hace apresurarnos.
Depresión y niveles bajos de serotonina.
¿Por qué cada día tengo menos paciencia? ¿Qué me hace sentir más irritable? ¿Por qué a veces no puedo terminar o incluso comenzar una tarea?
Después de este estado psicológico, muchas veces puede aparecer la depresión. Una investigación publicada en la revista Current Biology ha presentado datos interesantes al respecto.
El Dr. Zachary Mainen y su equipo del Centro Champalimaud de la Universidad de Lisboa (Portugal) encontraron una relación entre la baja activación de las neuronas serotoninérgicas y la falta de paciencia. Estas células nerviosas y su neurotransmisor están vinculados al bienestar, la motivación, el logro y la felicidad.
Los niveles bajos de este neuroquímico están asociados con trastornos depresivos. Si percibimos que cada vez somos menos pacientes, que la apatía nos devora y aparecen trastornos del sueño o de la alimentación, es recomendable consultar a un profesional.
¿Por qué cada día tengo menos paciencia? Las esperanzas frustradas
Hoy debemos ser más pacientes que nunca, porque alcanzar una meta requiere mucha más perseverancia. La realización de nuestros proyectos lleva más tiempo que hace unos años. Incluso las relaciones afectivas y la vida social en general son más exigentes.
Tal paisaje a menudo nos llena de amargas frustraciones. Entonces, cuando nos encontramos ante más de un fracaso, más que una meta perdida en el camino o un sueño desvanecido, es normal preguntarse por dentro "¿por qué cada día tengo menos paciencia?". La acumulación de experiencias frustradas termina por afectar nuestra calma, tolerancia, en general ese equilibrio interno que nos hace capaces de respirar y reflexionar.
Revertir el proceso, es decir, pasar de la impaciencia a la paciencia, no es fácil, pero tampoco imposible. Porque la buena noticia es que el arte de la paciencia se puede aprender y mejorar. Primero debemos entender que no podemos acelerar el tiempo para que las cosas se muevan más rápido.
Tampoco es posible manipular la realidad, los hechos o las personas para que todo salga como queremos. No podemos tener el control de todo. El mundo es falaz, como lo son los que nos rodean y como somos nosotros mismos.
Aprender a ser más pacientes significa albergar la esperanza de que, aunque a veces las cosas no salgan como queremos o esperamos, eso no significa que siempre saldrán.
La paciencia no siempre es una virtud, a veces es un enfoque que nos vemos obligados a elegir, nutrir y promover.