Cuando tienes un deseo, debes evitar contárselo a ciertas personas.

Cuando tienes un deseo, debes evitar contárselo a ciertas personas.

Cuando tienes un deseo, debes evitar contárselo a ciertas personas.

Última actualización: 14 de mayo de 2017

Cuando tienes un deseo o una meta en mente, tienes que ser cauteloso, cauteloso. Debemos tener cuidado con quién compartimos nuestras ambiciones, porque, aunque no lo creamos, abundan las personas que quieren apagar el entusiasmo de los demás, que envidian los sueños de los demás, que superan a los demás en la consecución de estos mismos objetivos y, por supuesto, es el pueblo quien luego juzgará sobre lo logrado.



Una cosa que todos saben es que no siempre es fácil detectar a las personas que no son confiables. Es más, muchas veces ponemos en las manos, mentes y corazones de los demás la visualización de todo un proyecto de vida. Un ejemplo de ello son los momentos en los que buscamos la cercanía de nuestros padres y hermanos para hablarles de nuestro deseo de alcanzar una determinada meta, de emprender un viaje, de arriesgarnos en una relación…

En poco tiempo, y casi sin esperarlo, aparece una expresión escéptica del otro lado., una mirada irónica y una palabra que reduce nuestro entusiasmo. “Quítatelo de la cabeza, es una tontería”, “te lo digo porque te quiero, lo que estás pensando hacer está fuera de tus posibilidades, sé objetivo y abandona esa idea”…

Estas y muchas otras se encuentran entre las frases más comunes que surgen en estas situaciones. Aunque también están, por supuesto, los que no nos dicen nada y nos hacen creer que nos apoyan, que podemos contar con su ayuda, su complicidad y su apoyo. Sin embargo, en el momento más inesperado aparece la pequeña traición o la inesperada decepción.

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué a veces nos equivocamos al compartir nuestros deseos y ambiciones con ciertas personas?



No es culpa nuestra: el ser humano está programado para confiar en los demás

Para la mayoría de nosotros, la situación clásica de una persona que quiere un ascenso en el trabajo y se lo dice a su colega durante un descanso para tomar café es familiar. A la hora de comer, toda la empresa ya es consciente de su objetivo. ¿Debería el empleado haber sido más cauteloso? ¿Debería, quizás, aplicar un filtro con el que anticipar las posibles consecuencias de su revelación?

La respuesta es "no y sí" al mismo tiempo. Ante todo "no" porque según la neurobiología todos estamos programados para confiar en nuestros semejantes. Así lo explica un trabajo publicado en “The Journal Neurosciencie” y en el que se destaca que la confianza es fundamental para nuestra vida social, pues, de lo contrario, si temiéramos ser traicionados en algún momento, viviríamos sometidos a un estrés casi traumático.

Por otro lado, en ocasiones podemos pecar de cierta falta de cautela o, dicho de otro modo, de no ser competentes en la aplicación de las tres reglas que definen la dinámica de la confianza o del buen confidente. A continuación te explicamos en qué se basan.

Confiar o no confiar: esa es la cuestión

En caso de duda, tenga cuidado. Sin embargo, lo que nos pasa muchas veces es que la misma ilusión del proyecto en cuestión es la emoción crepitante del proyecto innovador nos lleva a abrir demasiado los filtros, hasta el punto de compartir información menos adecuada con las personas menos adecuadas.


Es recomendable ser cautos y aplicar estos sencillos principios:

  • La fiabilidad es sin duda el primer pilar. Debemos confiar nuestros deseos y sueños a quien nos ha demostrado en otras ocasiones que podemos confiar en él/ella, que no nos juzga, que siempre nos acepta como somos.
  • Auténtica conexión emocional. Esta segunda dimensión siempre nos obliga a confiar en las personas con las que tenemos una verdadera y duradera intimidad afectiva, pueden ser amigos, familia, pareja…
  • Empatía afectiva y empatía cognitiva. No basta con que estas personas se contagien de nuestro entusiasmo, de nuestros sueños y de nuestra alegría contenida. También queremos que entiendan lo que pensamos, que sean capaces de entender nuestro punto de vista.

A veces puede ocurrir que, aunque exista ese “tridente” de la confianza, la persona nos decepcione. Ya sea que nuestro amigo de toda la vida lo haga, nos traicione o nuestra familia reaccione en contra de lo que esperábamos en un principio… Saber cómo actuar en estos casos será de gran ayuda.


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