Peligros imaginarios: fuentes inagotables del miedo

Peligros imaginarios: fuentes inagotables del miedo

Peligros imaginarios: fuentes inagotables del miedo

Última actualización: 31 marzo, 2018

Tal vez el problema no radica en el peligro real al que nos podemos enfrentar. Tal vez somos los más temerosos de lo que la situación crea para nosotros; de hecho, en ocasiones, nuestra mente puede ser nuestro peor enemigo ya que crea, a partir de una imagen real, esos peligros imaginarios que todos hemos sufrido en un momento u otro.


Cuando nos invade la sensación de miedo, el cuerpo activa un circuito interno para protegernos y estar preparados para escapar. El corazón late más rápido en preparación para una posible carrera, se produce más sudor, la respiración se acelera, el sistema digestivo e inmunológico deja de gastar energía preparándose para luchar o huir, y una gran cantidad de sangre se concentra en nuestros pies para poder correr.


Todas estas reacciones suceden gracias a nuestro sentido de supervivencia, un sistema preparado para reaccionar rápidamente ante la presencia de un peligro. Es por esta razón que el miedo nos pone en alerta y nos mantiene activos. 

El problema del miedo en la sociedad actual es que muchas de las respuestas que deberíamos dar para contrarrestar la amenaza percibida no son respuestas físicas. Ya no nos persiguen los leones. Pues al contrario, muchas veces las respuestas más adaptativas son las intelectuales o no requieren ninguna energía física. Sin embargo, nuestros cuerpos han seguido reaccionando de la misma manera durante siglos.

En este sentido, el derroche de energía es inútil ante peligros imaginarios. ¿Qué pasa si el avión se estrella? ¿Perderé mi trabajo a fin de año? ¿Alguien me sigue? ¿Mis hijos podrán irse solos a casa? ¿Me dejará mi pareja? Todos estos peligros imaginarios disparan el circuito descrito y mantienen el cuerpo alerta, provocando picos de presión arterial innecesarios, porque no tendremos que apresurarnos.



Despilfarro inútil de energía ante peligros imaginarios

Como explica el científico Robert Sapolsky, los peligros imaginarios generan un desgaste fisiológico y psíquico debido a las asociaciones inconscientes que reforzamos si nos damos cuenta de ellos con frecuencia. Es curioso pensar que en los animales los mecanismos del miedo se activan sólo cuando el peligro es real. Todos sus circuitos solo comienzan a funcionar cuando su vida está en peligro.

Así como la imaginación puede activar estos circuitos, debemos usar la misma imaginación para poder interrumpirlos. Si somos capaces de imaginarnos todas las cosas negativas que nos pueden pasar, también podemos poner en marcha nuestra imaginación para calmar nuestro cuerpo, es decir, imaginando todas las cosas positivas que nos pueden pasar.

Tenemos el poder, a través del control de nuestros pensamientos, de contener el latido incesante de nuestro corazón, el temblor de los músculos o el sudor de las manos. Estas manifestaciones son todas desagradables y de poca ayuda cuando nos enfrentamos a un problema intelectual.

El miedo puede llegar a niveles muy altos

El miedo nos protege, pero también nos impide salir de nuestra zona de confort. Apoyado en el instinto de supervivencia, el cerebro activa el circuito del miedo cada vez que se encuentra en situaciones potencialmente peligrosas, para evitar que sufra los daños que prevé.

Por otro lado, conocer nuestros miedos nos llevará a tomarlos en consideración, pero no les daremos el poder sobre lo que hacemos. Se trata de escuchar la emoción, no de escucharla con los ojos cerrados. Valoramos los peligros que podemos correr cuando entramos en un dominio que no manejamos, desconocemos, pero también ponemos en la balanza lo que podemos ganar. En muchos casos el riesgo vale la pena. 


No podemos escapar cada vez que se activa el circuito del miedo. Debemos adquirir las herramientas que nos permitan gestionar situaciones en las que el miedo está presente, para que el resultado acabe siendo el mejor.


El miedo es una emoción que en ningún caso debemos ni podemos patear de nuestra paleta emocional, pero tenemos el poder de identificar cuando indica un peligro real o cuando un estímulo que lo produce es solo una amenaza para nuestra imaginación. El miedo nos protege, pero a veces dejarlo de lado o darle una oportunidad al riesgo nos permite seguir caminando. 


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