En nuestro equipaje llevamos todo lo que estamos conectados

En nuestro equipaje llevamos todo lo que estamos conectados

En nuestro equipaje llevamos todo lo que estamos conectados

Última actualización: 19 de diciembre de 2016

Hay algo en nosotros que nos acompaña a lo largo de nuestra existencia, caminando junto a nosotros en los lugares nuevos que visitamos y en aquellos a los que queríamos volver. Es un equipaje que nos hace especiales porque tiene forma de sueños, esperanzas y sobre todo cosas a las que estamos ligados y que decidimos llevarnos cuando partimos.



Esa maleta contiene las emociones que nos hacen vibrar desde lo más profundo de nosotros mismos, así como las personas que las desencadenan. No es un equipaje fácil de observar pero está ahí, va y viene al ritmo de cada uno de nuestros pasos, dice mucho de lo que somos.

 “El cariño de la gente hace que mi corazón vibre cada vez como si fuera la primera”

-Ella Fitzgerald-

Las cosas a las que estamos apegados nos hacen emocional y espiritualmente únicos, representan nuestras relaciones personales y al mismo tiempo el grado de apego afectivo que mantenemos en ellas. Por eso, nos gusta compartir nuestras experiencias con los seres queridos de los que nos separamos cuando nos vamos: porque los llevamos con nosotros, cerca del corazón, en forma de amor y nostalgia.

Cariño y NO despedidas

Llegamos a la estación, nos dirigimos al aeropuerto o pisamos el coche, preparados para afrontar una nueva aventura. No importa si dura meses, años o incluso horas, nuestro equipaje siempre será el mismo.

Cuando hacemos la maleta, la llenamos de elementos que creemos que serán útiles: ropa, dispositivos electrónicos, documentos y, si el viaje es largo, incluso recuerdos, como fotos o postales. Después de eso, aquí viene el tiempo de despedida.



Les dicen "despedidas" sin motivo, como si dejáramos atrás a las personas que quedan y que no vienen con nosotros físicamente. Pero realmente no soltamos, no abandonamos, no nos separamos de esas personas.

 “Digamos adiós

media vuelta al mundo.

Entonces, incluso si llegamos tarde,

querremos volver a hacerlo"[...]

-Elvira Sastre-

Todos sabemos por qué las despedidas de los pasajeros duelen tanto. Porque en ese aeropuerto, en esa estación de tren, le estamos dando la espalda a alguien con la esperanza de que vuelva a abrazarnos lo antes posible. Esas despedidas son difíciles de afrontar porque al fin y al cabo nunca han sido tales: son sólo paréntesis especiales de un cariño que perdurará en el tiempo. Su recuerdo nos cobijará del frío allí donde estemos, protegiéndonos del vacío y la soledad.

El cariño se esconde en las despedidas

Salir y salir de casa es un acto muy valiente ya que significa lanzarse a una aventura para la que no tenemos experiencia. Y por si fuera poco, no tendremos a nuestro lado a las personas que habitualmente nos ayudan cuando tenemos un problema.

Cuando el viaje se hace largo, el equipaje que habíamos llenado con aquello a lo que estamos vinculados y que nos ha acompañado desde el inicio de la aventura, poco a poco comienza a revelar su contenido. En otras palabras, nos damos cuenta de que quizás algunas de esas despedidas no fueron del todo pasajeras o que metimos en ellas a personas que ni siquiera conocíamos.


Aquí vamos a quitar y agregar elementos de nuestro equipaje, hasta que nos demos cuenta de que, después de todo, no había lugar para todo, que no eran los objetos materiales los que lo hacían tan pesado y que cuanto más peso soporta, más sólido se vuelve.



El equipaje emocional es el más pesado.

Después de reflexionar durante mucho tiempo sobre estos aspectos, comprenderemos que mudarse a un nuevo lugar no significa dejar el hogar: no reside en ningún lugar físico, está dentro de nosotros. Cuando volvamos, miraremos a aquellos a los que les dijimos “hasta pronto” y entenderemos que son su hogar, la esencia.

Nos reencontramos con las personas que nos importan y que siempre han estado con nosotros, sumando sin embargo a todos los que traemos con nosotros del viaje del que acabamos de regresar. Al fin y al cabo, siempre nos estará esperando una copa de vino de aquel amigo que conocimos en España, un abrazo para volver a ese amigo universitario, una conversación para retomar con el desconocido que conocimos en Ginebra, cuyo recuerdo nos acompaña en los días. de lluvia…

 “La calidad del viaje se mide por la cantidad de recuerdos que recogemos en él”


-Benito Taibo-

Todo esto formará el bagaje a través del cual nos mostraremos a los demás: no hablaremos de la ropa que trajimos, sino de las personas cuyos recuerdos llevamos con nosotros. Es solo una demostración de que el amor y el cariño son pequeños fragmentos incrustados en nuestro corazón, así como en el de los demás. Invisibles, nos unen y dan sentido a nuestra vida.

Imágenes cortesía de Claudia Temblay

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