Viajar hace que las personas sean mejores y más creativas

Viajar hace que las personas sean mejores y más creativas

Viajar hace que las personas sean mejores y más creativas

Última actualización: 03 marzo, 2017

Viajar es una forma de romper con la rutina y disfrutar de esa sensación de bienestar que da la exploración, el descubrimiento y la sorpresa.

En el pasado, viajar a un país lejano significaba prácticamente un cambio de vida. Estos viajes duraban meses, o incluso años, porque el tiempo que se tardaba en viajar era muy largo. Hoy las cosas han cambiado. Podemos llegar a cualquier país del mundo en menos de dos días o, si tenemos suerte con las conexiones, quizás incluso menos de uno.



Cuando viajas, aprendes, cambias de perspectiva, te renuevas. El viaje es una invitación a salir de nuestra cotidianidad y darnos la oportunidad de sacar a relucir otros lados de nosotros que tal vez por rutina o por costumbre se habían quedado dormidos.

Cambiar el contexto hace que todo nuestro mundo subjetivo se vuelva activo dentro de nosotros; además, los desafíos que enfrentaremos requerirán que explotemos habilidades o conocimientos distintos a los que normalmente empleamos.

"Viajar es un ejercicio que tiene consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de miras".

-Mark Twain-

Viajar nos transporta a territorios que sentiremos menos predecibles, porque en esos nuevos contextos hay muchas relaciones contingentes que desconocemos. Esta incertidumbre puede provocar cierto nerviosismo, pero también mucha ilusión y ganas de aventura. Los viajeros natos tienen una verdadera necesidad de esta adrenalina; los viajeros esporádicos, en cambio, saben que estas emociones nos recuerdan lo bella que es la vida.

Cuando viajamos, salimos de nuestra zona de confort. Nos permitimos ampliar nuestros horizontes del mundo y de la vida. Pero lo mejor es que, quizás sin darnos cuenta, introducimos un estímulo que aumenta nuestras capacidades intelectuales, que nos hace más creativos y que desarrolla muchas de nuestras habilidades sociales y emocionales.



Viajar es fuente de creatividad

Se dice que un viaje nos hace felices tres veces: cuando lo planeamos, cuando lo hacemos y cuando lo recordamos. Estas tres etapas requieren una enorme creatividad. Se requiere a la hora de elegir el destino de nuestro viaje, cuando tenemos que pensar qué nos gusta, qué buscamos y qué cosas nos puede ofrecer cada destino.

Incluso mientras viajamos, tenemos que poner en juego nuestra creatividad, nos guste o no. Llegamos a un lugar desconocido o, al menos, no muy habitual para nosotros. Debemos comenzar inmediatamente a adaptarnos de diferentes maneras.: debemos acostumbrarnos a las costumbres y tradiciones del lugar, la comida, costumbres, medios de transporte, etc. Además, si el objetivo está lejos, también tendremos que adaptarnos a diferentes interacciones sociales ya otro idioma.

Cuando recordemos el viaje, finalmente, elegiremos una determinada forma de organizar y dar sentido a esos recuerdos.. Los recreamos, los asociamos y elegimos los aspectos más relevantes de esa experiencia. Interpretamos lo que hemos experimentado.

Todos estos procesos, observados en su conjunto, equivalen a actividades intelectuales complejas. Es casi como escribir un libro. Casi como dibujar, desarrollar un proyecto, ponerlo en acción y luego evaluarlo. Muchas de nuestras habilidades intelectuales y creativas juegan un papel importante cuando viajamos. Por eso, después de un viaje, nunca más volveremos a ser los mismos. Es una experiencia intensa y estimulante, y por ello puede resultar muy agradable.

Cuando viajamos, mejoramos como seres humanos

Viajar siempre nos expone a diferentes experiencias enriquecedoras. Como dice la máxima, "el fascismo se cura leyendo y el racismo viajando". Un viaje, de hecho, nos libera de muchos prejuicios, especialmente si visitamos un lugar en el que tenemos que sumergirnos en una cultura diferente a aquella en la que nacimos o que puede estar en fuerte contraste con nuestra realidad habitual.



Así entendemos que la diferencia no debe mirarse verticalmente, sino horizontalmente: ninguna cultura es superior o inferior a las demás, todas están al mismo nivel. Son simplemente diferentes.


También se ha demostrado que las personas que se van de vacaciones al menos dos veces al año tienen un menor riesgo de sufrir depresión. En realidad, viajar es un poderoso antídoto contra la tristeza, porque de una forma u otra nos obliga a pensar y ver todo desde otra perspectiva. Es como un baño de renovación, que nos permite renovar la forma en que miramos al mundo que nos rodea ya nosotros mismos.

Viajar también nos ayuda a ponernos en contacto con nosotros mismos y con nuestros sentimientos más genuinos. Lejos de nuestro entorno habitual, es más fácil que surjan ideas o emociones que solemos intentar dejar en un segundo plano, precisamente por el contexto que nos rodea. Finalmente podemos vernos a nosotros mismos de una manera diferente, liberándonos de todas las limitaciones diarias y de todos los factores que, a veces, nos inhiben.


Una cosa es mirar la vida a través del cristal del estrés cotidiano; otra, muy distinta, es observarla durante uno de esos tramos que otorga el viaje. Por eso, podemos decir que viajar nos hace mejores personas. Nos renueva, nos da nueva energía y llena nuestra vida de color y magia. No hay duda: ¡viajar siempre nos llevará a algún lado!

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