Nuestras emociones están en armonía cuando nos conocemos mejor

Nuestras emociones están en armonía cuando nos conocemos mejor

Nuestras emociones están en armonía cuando nos conocemos mejor

Última actualización: 06 septiembre, 2017

¿Quién, hoy en día, logra alcanzar la armonía en su vida? En la sociedad moderna hay tantas actividades con las que tenemos que lidiar todos los días que nos resulta muy difícil encontrar la armonía emocional. La ansiedad, el estrés y la ira se apoderan de nuestro presente sin siquiera darnos cuenta.

De esta forma, acabamos encontrándonos en un círculo vicioso. Cada vez nos enfadamos más y nos cuesta cada vez más mantener la calma y la serenidad. ¿Qué podemos hacer para tratar de no causar demasiado malestar? ¡Sigue leyendo si quieres lograr una mayor armonía en tu vida!



“Toma siempre el camino más corto. El camino más corto es el que está en armonía con la naturaleza. Por eso habla y actúa siempre de la manera más sana, ya que tal resolución te libera de preocupaciones y luchas, de cualquier tipo de preocupación y ostentación”

-Marco Aurelio-

Para aumentar tu armonía: ¡conócete a ti mismo!

Como con cualquier otra habilidad que quieras adquirir o mejorar, para aumentar tu armonía, necesitas hacer algunos ejercicios. De esta forma, lograrás un mayor equilibrio emocional y, en consecuencia, mejorará tu bienestar general. Esto, sin embargo, no es nada fácil. Hay momentos en los que estamos tan enojados o nerviosos que nos atascamos y nos es imposible manejar esas emociones.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Si reconocemos un patrón en momentos en que nos sentimos malhumorados o demasiado preocupados, podemos darle un nombre. De esta manera, tomaremos conciencia de él y lo veremos como un elemento extraño para nosotros. También podríamos decidir si queremos seguir de la misma manera o si, por el contrario, queremos hacer algo para mejorar nuestro estado de ánimo.



Por ejemplo, a menudo puede suceder que empecemos a pensar en todas las cosas que deberíamos haber hecho y que no hemos tenido tiempo de hacer. En estos momentos, la ansiedad y la ira entran en escena. No dejamos de decirnos que somos un desastre y nos atormentamos cada vez más. Sin embargo, este es precisamente el momento que debemos aprender a identificar y etiquetar para no quedar atrapados.

Quizás esta situación nos recuerda a algunos amigos a los que les decimos que esperamos demasiado de sí mismos y que deben aprender a delegar en otros. A medida que comencemos a decirnos las mismas cosas, nos vendrá a la mente la palabra “autoexigencia”, que nos advertirá que estamos entrando en una dinámica dañina. De esta forma, tendremos la oportunidad de pensar qué hacer para regular la forma en que nos sentimos y así aumentar nuestra armonía emocional.

“Cuando te sientas obligado a estar inquieto por las cosas que suceden a tu alrededor, vuelve rápidamente a ti mismo y no te desvíes del ritmo más de lo necesario. Porque cuanto más vuelvas a la armonía, más serás su amo”

-Marco Aurelio-

La armonía va de la mano de una actitud contemplativa

Aunque aprendemos a ser más conscientes de nuestras reacciones ante situaciones específicas y tratamos de manejar nuestras emociones negativas, a veces puede ser muy complicado para nosotros. Aprender a distanciarnos emocionalmente del conflicto no es tan fácil como parece.

“Lo más importante es entender que el problema surge de nuestra forma de ver el mundo exterior como una fuente potencial de sufrimiento, angustia, tensión, estrés… Cuando esto sucede, podemos pensar que también puede generar armonía”


-Raúl de la Rosa-

Una habilidad que puede ayudarnos a resolver problemas es ver las cosas en perspectiva. Más aún si la situación no tiene remedio a corto plazo. Para ello, podemos pensar en lo que nos está causando malestar y plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué le diría a un amigo mío si me hablara de esta situación? nos daríamos cuenta cómo reaccionaríamos si no nos estuviera pasando a nosotros.



También podemos hacer un ejercicio de visualización. Nos imaginaremos como árboles, recorriendo mentalmente nuestro cuerpo y relacionándolo con las distintas partes que lo componen. Una vez hayamos identificado nuestros pies con las raíces, las piernas y el torso con el tronco, los brazos con las ramas y los dedos y la cabeza con las hojas, introduciremos el viento.

Este aire, que nos acaricia y nos sacude con mayor o menor fuerza, representará nuestros problemas. Lo que haremos será ver cómo el árbol que somos se mece con el viento, sin romperse, así como nuestros conflictos cotidianos afectan nuestra vida, pero no nos derriban. Haciendo esta práctica con frecuencia, desarrollaremos nuestra flexibilidad y nuestro desapego emocional.

A veces tenemos que llegar a un compromiso en el trabajo, en la familia o en la comunidad. Esto nos será mucho más fácil cuando hayamos alcanzado el equilibrio emocional, ya que podremos activar las estrategias utilizadas para situaciones de conflicto interpersonal intentando mediar en problemas que requieren negociación. Impulsaremos aún más nuestra armonía y conseguiremos un mayor bienestar.


Imagen cortesía de Julia Caesar, Roman Kraft y Milada Vigerova.

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