Los comportamientos definen a las personas, no a las palabras

Los comportamientos definen a las personas, no a las palabras

Los comportamientos definen a las personas, no a las palabras

Última actualización: 28 octubre, 2015

Muy a menudo se siente desconcertado o incluso desilusionado por el comportamiento de los demás. Esto suele suponer un antes y un después para nosotros, ya que sentirnos desatendidos siempre es un duro golpe.

 

A veces, cuando esto sucede, puede ser difícil concretar o definir la razón -o las razones- por las que lo que alguien hizo o dijo nos afectó tanto. El caso es que uno tiene la sensación de que han tratado de enmascarar sus verdaderas intenciones a través de las palabras.



Lo cierto es que, desde este punto de vista, la gran mayoría de la gente es bastante inconsistente; tienden a prometer cosas que no piensan, no pueden o no quieren cumplir. Incluso puede ocurrir que no se dé cuenta de su propia incoherencia, y que se limite a decir lo que le parece socialmente aceptable, sin detenerse a pensar si realmente está convencido.

No nos define lo que decimos, sino cómo nos comportamos

En todo caso, las escrituras quedan, las palabras vuelan. Esto debe entenderse en el sentido de que podemos decir lo que queremos, pero siempre teniendo en cuenta lo que realmente sentimos, y sobre todo si podemos lograr lo que prometemos.

De hecho, por suerte no son las palabras que decimos las que definen quiénes somos, porque de lo contrario viviríamos en un mundo demasiado idílico para ser verdad. Es decir, sería tan perfecto como para parecer falso.

 

Con esto queremos enfatizar cuán justificable e incluso deseable cometer errores, ya que ayudan a que nuestras relaciones sean más maduras y variadas. Incertidumbre, por tanto, no es sinónimo de caos.



 

En cualquier caso, aunque el mundo sería bastante aburrido si todos fuéramos perfectos, también es cierto que hay que intentar encontrar un punto intermedio en el que no todo sea premeditado, que lo sea sólo en parte. En este sentido, debemos esforzarnos por ser lo más integrales y coherentes posible, teniendo cuidado de no dañar a otros o comprometer la propia autenticidad.

No tengas miedo de no conocer a los demás.

 

¿Y tú qué has aprendido de tanto dolor, de tantas traiciones? Entonces respondí: "He aprendido a sonreír siempre" 

A veces parece que lo hace a propósito para plagiar una imagen ajena que acaba atormentándonos. Generalmente, las personas no son ni negras ni blancas, sino que se tiñen de múltiples colores en todo momento.

Cuando juzgamos a los demás, tendemos a hacerlo con demasiada rigidez, y como resultado estamos decepcionados la mayor parte del tiempo. Lamentablemente, sin embargo, muchas veces no nos detenemos a analizarnos, cometiendo el error de creer que nuestros errores son menos graves, pasajeros.

Parte de la solución está en desconectar de todas esas expectativas que nos llevan a torturarnos a nosotros mismos, esperando de los demás algo que nunca sucederá. A veces, de hecho, ni siquiera sabemos lo que estamos esperando, a fuerza de suponer que alguien se comporta como lo haríamos nosotros.

Somos seres impulsivos...

La verdad es que no es tan fácil ser consistente. sabiendo que en cualquier momento la voluntad de nuestras emociones podría cegarnos. Es una posibilidad siempre presente que nos amenaza constantemente.


Sin embargo, no nos engañemos: tendremos que trabajar en la gestión de nuestras emociones para que no nos jueguen una mala pasada en los peores momentos.


De modo que, en todo caso, además de no estar definidos por nuestras palabras, quizás ni siquiera estamos definidos por nuestro comportamiento. Debemos aprender a dar un valor global a cada situación, para que no nos decepcionemos tan fácilmente de los demás o de nosotros mismos.


No es necesario que te castigues ni te sientas demasiado culpable, sino que debes evitar contar historias y construir castillos en el aire. En definitiva, errar es de humanos, pero engañar a los demás es otra cosa muy distinta que no se puede hacer pasar por un error.

 

La mejor forma de protegernos y sanar de las experiencias negativas es deshacernos de nuestras expectativas y de las imágenes que nos hemos creado.

No todos en el mundo son buenos y nadie es perfecto, por lo que nuestra reacción dependerá de nuestra capacidad para evaluar todo lo que creemos que puede afectar.

 

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