Los abuelos nunca mueren: se vuelven invisibles

Los abuelos nunca mueren: se vuelven invisibles

Los abuelos nunca mueren: se vuelven invisibles

Última actualización: 22 agosto 2016

Los abuelos nunca mueren: se vuelven invisibles y duermen para siempre en lo más profundo de nuestro corazón. Todavía hoy las extrañamos y daríamos cualquier cosa por volver a escuchar sus historias, por recibir sus caricias, por ver esas miradas llenas de infinita ternura.

Sabemos que la vida funciona así: mientras los abuelos tenemos el privilegio de vernos nacer y crecer, nosotros debemos ser testigos de su envejecimiento y su despedida del mundo. Su pérdida es casi siempre el primer adiós al que nos enfrentamos en la infancia.



Los abuelos que participan en la educación de sus nietos dejan huellas en sus almas, un legado que los acompañará por el resto de sus vidas, como las semillas de un amor imperecedero que se notará aún más cuando sean invisibles.

Es muy común hoy en día ver a los abuelos ocupados en la crianza de sus nietos. Son un punto de apoyo invaluable para las familias actuales. Sin embargo, su papel no es como el de un padre o una madre, que los niños entienden de inmediato.

El vínculo entre abuelos y nietos se crea a través de una complicidad mucho más que íntima y profunda; por ello, su pérdida puede significar un evento muy sensible en la mente de un niño o adolescente. Te invitamos a reflexionar sobre este tema con nosotros.

Despedirse de los abuelos: la primera pérdida

Muchas personas tienen el privilegio de estar con uno o más abuelos incluso en la edad adulta. Otros, en cambio, tuvieron que afrontar su muerte a una edad temprana, una edad en la que la pérdida aún no se entiende en todo su realismo, sobre todo porque los adultos la explican mal. Intentan endulzar la muerte o hacerla indolora.



La mayoría de los psicólogos educativos dicen claramente que a un niño siempre se le debe decir la verdad. Evidentemente hay que adaptar el mensaje a su edad, pero un error que suelen cometer las madres y los padres es ahorrarles a sus hijos el último adiós a su abuelo en el hospital o usar metáforas como "el abuelo voló a una estrella" o "la abuela ahora duerme en el cielo".

  • Hay que explicar la muerte a los niños de forma clara y sin metáforas, para que no se hagan una idea equivocada. Si les decimos que su abuelo se ha ido, es muy probable que quieran saber cuándo volverá.
  • Si explicamos la muerte a los pequeños desde una mirada religiosa, es necesario insistir en que esa persona no volverá. Un niño es capaz de absorber una cantidad limitada de información, por lo que la explicación que le daremos debe ser lo más breve y sencilla posible.

También es importante recordar que la muerte no es un tabú y no es necesario esconder las lágrimas de los adultos de los ojos de los niños. Todos sufrimos la pérdida de un ser querido y es necesario hablar de ello y desahogarse. Incluso los niños lo harán cuando llegue el momento, por lo que debemos ser sabios y facilitarles este proceso.

Los niños nos harán muchas preguntas y necesitarán las mejores y más pacientes respuestas. La pérdida de los abuelos en la infancia o la adolescencia siempre es difícil, por eso es necesario vivir este duelo en familia, prestando mucha atención a las necesidades de nuestros hijos.


Incluso si se han ido, están allí

Aunque ya no están, los abuelos están presentes en nuestra vida, en los escenarios cotidianos que compartimos con nuestra familia y también en la herencia oral que ofrecemos a las nuevas generaciones, a los nuevos nietos y bisnietos que no han podido conocerlos



Los abuelos se tomaron de la mano durante un tiempo mientras nos enseñaban a caminar, pero nunca han dejado de sostener nuestro corazón, el lugar donde dormirán para siempre, ofreciéndonos su luz y su recuerdo.

Su presencia sigue viva en esas fotos en blanco y negro, guardadas en orden en los álbumes familiares, menos en la memoria de un teléfono móvil. El abuelo está cerca del árbol que plantó con sus propias manos, la abuela lleva ese vestido cosido a mano que aún tenemos...

La presencia de los abuelos reside en el olor a pasteles que reside en nuestra memoria emocional; está en cada consejo que nos han dado, en cada historia que nos han contado; está en la forma en que nos atamos los zapatos; tiene la forma del mentón que heredamos de ellos.

Los abuelos no mueren, porque se transcriben en nuestras emociones de una manera más delicada y profunda que la banal genética. Nos enseñaron a ir despacio, a su ritmo, a saborear las tardes de campo, a descubrir que los libros bonitos tienen un olor especial, porque hay un lenguaje que va más allá de las palabras.


Es el lenguaje de un abrazo, una caricia, una sonrisa cómplice y un paseo al caer la tarde mientras, en silencio, contemplamos juntos el atardecer. Estas cosas durarán para siempre y esta es la verdadera eternidad de las personas: el legado amoroso de quienes nos aman de verdad y de quienes nos honran recordándonos cada día.

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