Educar la mente sin el corazón no es educar

Educar la mente sin el corazón no es educar

Educar la mente sin el corazón no es educar

Última actualización: 14 de diciembre de 2015

Las relaciones afectivas que se establecen en la infancia determinan gran parte del futuro de una persona. Tradicionalmente, la racionalidad es el corazón de la educación, pero las habilidades emocionales y sociales están íntimamente ligadas a ella.

La razón por la que es bueno educar el corazón es que, si nos ocupamos de las emociones hoy, mañana tendremos menos problemas causados ​​por conflictos entre ellas. Estos problemas pueden ser simples y cotidianos o más graves, como la violencia, el suicidio o el consumo de drogas.



A través de la educación emocional, podemos desarrollar un ego sano, cuyas fortalezas son la libertad y la madurez emocional, y que experimenta los sentimientos de autorrealización y victoria.

También es bueno educar el corazón porque la plasticidad neuronal de la infancia nos ayuda a modelar el desarrollo cerebral, fomentando así el fortalecimiento de circuitos sanos.

La práctica hace al maestro

El punto más importante a trabajar es el momento en que nos embarga una emoción, porque es ahí cuando podemos aprender a gestionarla mejor. En otras palabras, el aprendizaje es mayor a través de la práctica, porque las emociones son algo intangible y abstracto, difícil de entender sin experiencia.

Por ejemplo, los niños que reconocen sus emociones negativas, como la ira o la rabia, aprenden a gestionarlas mejor y a afrontarlas con éxito. Desafortunadamente, sin embargo, atacamos con frecuencia las emociones de nuestros hijos: si se enojan, los castigamos o nos desquitamos con ellos.

Cuento La reacción de los adultos hace deducir a los niños que no tienen que compartir ciertas emociones y, por tanto, acaban perdiendo el contacto con ellos. El resultado no es la desaparición de la emoción en cuestión como podría pensarse, sino un endurecimiento de la relación entre padres e hijos.



Educar el corazón: una tarea gratificante

Aunque el término “educación emocional” es muy atractivo, debemos tener cuidado al ponerlo en práctica. Cuando enseñamos con precisión la suma y la resta, debemos esforzarnos por instruir también al corazón.

El niño debe aprender a identificar las señales que le ofrecen los sentimientos y debe utilizarlas como base para tomar decisiones adecuadas al clima emocional que se respira en su entorno.

Para ello, debemos transmitir un mensaje claro a los niños: todos los sentimientos son bienvenidos, son las actitudes las que a veces necesitan ser corregidas. Para desarrollarse emocionalmente, es fundamental comprender que todos, en determinadas situaciones, sienten celos, avaricia, decepción, etc. Lo más importante es que aprendan a familiarizarse con estos sentimientos y los expresen adecuadamente.

Para triunfar, hay que cuidar dar a los pequeños herramientas para apoyarlos. Este concepto es muy importante, porque hay muchos niños que tienen miedo de sus sentimientos: su problema es que no pueden separarlos de la conducta.

En otras palabras, es muy importante que el niño entienda que, si fue reprendido después de expresar enojo, no fue por la emoción en sí, sino por su conducta. Una buena manera de hacerlo es contarle una historia sobre un niño imaginario que sintió esa emoción y que resolvió la situación actuando de manera diferente. También podemos invitarle a que nos comunique sus sentimientos, a expresarlos en un dibujo o en un pequeño texto.


De esta manera, el niño tiene la oportunidad de aprender a calmarse antes de pensar y actuar. Es normal que se enoje o sienta celos, pero debe entender que en la raíz de su actitud hay una emoción.


No se les debe decir a los niños que se calmen, pero se les debe alentar a que entiendan que ciertos estados emocionales son desagradables para todos. Para controlar el comportamiento resultante de sus emociones, debe aprender a tratar a los demás de la misma manera que quiere ser tratado por ellos.


Todas las estrategias que contienen juegos, historias y dinámicas divertidas son adecuadas para favorecer la absorción de los principios de los que hemos hablado en este artículo. De esta manera, ayudarás a tus hijos a desarrollar sus habilidades de pensamiento y planificación, para evitar situaciones complicadas e infelices.

Principal fuente de consulta: “Emociones destructivas”, de Daniel Goleman

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