Cuando el silencio esconde un llanto

Cuando el silencio esconde un llanto

Cuando el silencio esconde un llanto

Última actualización: 05 de abril de 2016

El silencio es la ausencia de palabras, es verdad. Pero los silencios también contienen una presencia, la presencia de un mensaje no dicho, pero existente. Los silencios no están vacíos de comunicación, sino que transmiten algo que no se puede decir con palabras.

Así como hay palabras que no dicen nada, hay silencios que lo dicen todo. Hay silencios que acusan y silencios que matan. Silencios que surgen de la imposibilidad, el miedo o el desconcierto y silencios que expresan el poder supremo. Silencios prudentes y silencios angustiosos. Silencios que reprimen y silencios que liberan.



"Los ríos más profundos son siempre los más tranquilos"

(Quinto CurcioRufo)

En realidad, podríamos hablar de un lenguaje real hecho de silencios. Entre las diversas formas de silencio, hay una terrible, porque contiene un grito. Es el silencio que viene después de una experiencia traumática, frente a la cual uno no puede describir sus sentimientos con palabras.

Silencio y terror

Los silencios que esconden gritos casi siempre se asocian con el horror. Horror no es sinónimo de terror: el terror es un miedo intenso, mientras que el horror puede ser tanto un sentimiento de miedo como de aversión. El terror es causado por una fuente material, el horror, en cambio, por una fuente no especificada.

Básicamente, uno experimenta terror frente a un objeto o situación identificable (una avispa, un dictador, un monstruo imaginario, etc.); el horror se experimenta frente a una amenaza latente, derivada de un objeto que se insinúa, pero que no se define por completo. El horror se siente ante seres del más allá, desastres, persecuciones, etc.



El nivel de indefinibilidad de tales amenazas es uno de los factores que llevan al uso del silencio. ¿Cómo se puede hablar de miedo o aversión extremos si ni siquiera está claro de qué vienen exactamente o qué daño pueden causar? Uno solo puede percibir que es algo terrible, pero aparte de eso, no hay nada más evidente.

El terror se siente frente a un león hambriento en un prado aislado; el horror se experimenta después de la muerte de un ser querido. En ambos casos aparece una especie de asombro, pero en el horror también pesa el peso de la imposibilidad de describir, de explicar.

El horror provoca esos silencios que esconden gritos. Las palabras no logran expresar la magnitud de lo que se siente, no son suficientes. Todo lo que se dice parece fútil, porque no te libera del dolor y no permite que los demás comprendan ese sufrimiento.

En estos casos, las palabras parecen completamente en vano. Por esta razón, la comunicación verbal es reemplazada por silencios, pero también por lágrimas, por gestos de desagrado, por suspiros, etc. Sin embargo, ni siquiera estas expresiones nos permiten superar el dolor: son sólo la repetición del mismo.

El grito y la poesía

La palabra es la única fuerza capaz de devolver sentido a nuestras experiencias.. A través de ella podemos ordenar el mundo en nuestra mente y sacar de nuestra alma todas las formas de dolor que la habitan. Podemos desbloquear y seguir adelante.

El grito es nuestra primera expresión de vida a la hora de nacimiento. Con este grito inicial anunciamos que hemos llegado, que hemos superado el primer gran quiebre de nuestra vida: nos han separado de nuestra madre y anunciamos al mundo que la necesitamos para seguir viviendo.



A veces, cuando ya somos adultos, sentimos que solo un fuerte grito puede expresar lo que llevamos dentro. Sólo una expresión inarticulada y violenta puede decir que somos seres indefensos que necesitan de los demás.


Sin embargo, no podemos andar por la calle gritando a todo pulmón; Debido a esto, el grito que no logra abrirse camino es reemplazado por el silencio. Tanto el grito sordo como el propio silencio hablan de la imposibilidad de articular un discurso, de dar un testimonio coherente de lo que nos sucede.

Entonces, ¿cuál es la salida? Necesitamos gritar y no podemos, necesitamos hablar, pero las palabras no alcanzan. ¿Qué nos queda para expresar este sufrimiento en el que seguir viviendo nos duele cada segundo que pasa?

Cuando el lenguaje ordinario es inútil, la poesía se convierte en una urgencia. Y no es sólo un conjunto de versos estructurados, sino que incluye todas las formas de expresión que hacen uso del sentido figurado para materializarse.

La poesía es canto, danza, pintura, fotografía, artesanía. Es tejer, coser, decorar, restaurar. Todos los actos creativos realizados voluntariamente para dar forma al dolor percibido son parte del poema.


Cortar, esculpir, cocinar… ¿Cocinar? Sí, incluso cocinar. ¿Alguna vez has leído el libro "Dulce como el chocolate"? La escritora Laura Esquivel nos habla de una mujer que transmite su dolor a través de la comida y hace llorar de alegría a los demás.

Cuando las palabras son insuficientes y los gritos ahogados, encontramos el germen de la poesía en todas sus formas. Ese es el lugar de nosotros mismos al que debemos ir cuando estamos abrumados por el horror y el dolor.

Imágenes cortesía de Audrey Kawasaki

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