Una herida que no cicatriza, duelo sin resolver

Una herida que no cicatriza, duelo sin resolver

Cuando hay una herida abierta en nuestra vida, nos acompaña un constante dolor subyacente. Resolverlo significa dejar ir a la persona, situación u objeto amado que nunca volverá, comenzar a construir nuevos vínculos posibles y seguir adelante.

Una herida que no cicatriza, duelo sin resolver

Última actualización: 15 de enero de 2020

Superar el duelo no es obvio ni fácil. Claro, el tiempo ayuda, pero sin una narración personal de lo sucedido, es probable que sintamos los efectos de una herida que no cicatriza durante mucho tiempo. Incluso podemos dejar de sentir dolor, al menos conscientemente, pero seguirá gravitando en nuestras vidas de formas inesperadas.



Separarse de la persona amada, ya sea tras un abandono, una ruptura, una muerte, siempre es doloroso. Es una experiencia que puede ocurrir a cualquier edad y en diferentes circunstancias de la vida. A veces una pérdida puede dejar una herida incurable y el dolor se convierte en una forma de vida.

El duelo significa reestructurar nuestro mundo psíquico; es un trabajo que hacemos sobre nosotros mismos, que nos lleva a aceptar el acontecimiento ya transformar nuestra forma de ser y de vivir. Solo cuando se produzca esta metamorfosis sentiremos que la intensidad del dolor disminuye y la herida se cierra.

"Aquellos que nunca han tenido una herida se ríen de las cicatrices del amor".

-William Shakespeare-

el luto

El duelo tiene dos caras: la primera es el duelo, el sufrimiento por haber perdido el objeto de nuestro amor. La segunda es la lucha. Por un lado, la tristeza y las ganas de devolver algo que no está y no estará más. Por otro, nuestra lucha interior. En el dolor hay necesariamente una tensión entre el pasado y el futuro, que se coagula en el presente.



El duelo no solo se siente hacia las personas; también lo experimentamos cuando nos vemos obligados a abandonar una situación que nos hace felices o cuando perdemos un objeto. Este objeto puede ser la juventud que nos ha dejado para siempre, el dinero esfumado o, simplemente, algo que nunca llegamos a vivir.

Cada persona experimenta sufrimiento en su camino. Esto depende de la estructura psíquica de cada uno de nosotros y de las circunstancias en que se produjo la pérdida. Por lo general, sin embargo, hay una tendencia a negar hasta el amargo final. Con el tiempo, algunos llegan a aceptar, en otros hay cierta resistencia.

El duelo, el cuidado de una herida

El duelo no resuelto es una herida que no cicatriza. Es un dolor que se mantiene vivo y no se resuelve con el tiempo. Puede quedar tapado o podemos ignorarlo, pero sigue presente, como un trasfondo en nuestra vida. Ninguna historia de duelo es simple, y este es un problema en una época que rechaza todo lo que es difícil. A menudo es lento para sanar, una tragedia en nuestra cultura instantánea.

Durante un período de tiempo diferente, según el tipo de pérdida y la intensidad del dolor, ya no podemos vivir "normalmente".". La tristeza y el desinterés prevalecen sobre otras emociones. Es probable que tu trabajo o estudio se resienta y te resulte difícil sentirte cómodo en compañía de los demás. El sufrimiento será principalmente todo lo que tenemos.

La pérdida es el primer momento del duelo. Por supuesto, esta es una circunstancia que está fuera de nuestro control, de lo contrario no causaría dolor. El duelo, en cambio, significa perder por segunda vez lo que amamos; ahora, sin embargo, voluntariamente, como efecto del trabajo de reestructuración de pensamientos y sentimientos. A veces, nos negamos a pasar por este proceso.



Síntomas de una herida que no cicatriza

Se dice que la duración media del duelo oscila entre seis meses y dos años. Sin duda uno de los más difíciles de superar es la pérdida de un hijo. Tan duro, pero por extraño que parezca, no hay una palabra para este tipo de pérdida. Están el huérfano y el viudo, pero no tenemos un término para un padre o una madre que ha perdido un hijo.

Una herida que no cicatriza nos habla de un trabajo sobre el duelo que no ha concluido. En primer lugar, está la resistencia a aceptar lo sucedido. A veces esta resistencia toma la forma de cinismo o evasión.. En estos casos, uno se vuelve hipersensible a las tonterías y pierde el contacto genuino con uno mismo. Vivimos mecánicamente.


En otros casos, la supresión del dolor conduce a la enfermedad, al desarrollo de un trastorno emocional o físico. También es posible que te vuelvas duro, autodestructivo o irresponsable. Cualquier pérdida que no conduzca a una transformación positiva es sospechosa y debe abordarse.

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