Tres heridas que nunca cerrarás y el amor que no fue

Tres heridas que nunca cerrarás y el amor que no fue

Tres heridas que nunca cerrarás y el amor que no fue

Última actualización: 03 de marzo de 2015

Hay amores destinados a no ser, tener un principio y un final. ellos son como yo tormentas de verano llena de emociones intensas, de lluvia refrescante que alivia un calor intenso, una sed insatisfecha... Sin embargo, cuando las nubes se alejan de la humedad de un campo donde la naturaleza puede volver a florecer, se abre una tierra árida y fracturada por grietas. . Una tierra donde nada crecerá durante mucho tiempo.



Hay amores que pasan como un viento ligero, otros se cierran con una distancia pacífica y placentera, de mutuo acuerdo, pero hay otros que dejan brechas dolorosas que nos duele por dentro y que nos cambia.

Hoy hablamos de esto último, analizamos los “efectos secundarios” que pueden dejar como secuelas algunas de las relaciones afectivas, y que merecen ser tomados en consideración para la reflexión.

1. ¿Es cierto que aprendemos de cada fracaso emocional?

Lo hemos leído y escuchado muchas veces. No hay mejor maestro del dolor, no hay mejor aprender del dolor en algunos momentos de la vida para luego avanzar con mayor seguridad, sabiendo lo que es la vida, entendiendo un poco mejor a las personas.

De hecho, estamos de acuerdo, aunque hay un aspecto que conviene señalar: no todas las personas adquieren una "Aprendizaje positivo", no todos pueden entenderlo así. Tras una ruptura, tras la decepción, se necesita tiempo para poder volver a mirar al mundo con confianza, es necesario pasar por un “duelo”, un proceso interior en el que “reconstruir desde dentro”.

¿Qué sucede en muchos casos? Lejos de salir más fuertes, salimos con resaca. Cuando alguien nos lastima aprendemos a armarnos con armadura, cuando nos mentimos, aprendemos a ser cautelosos, cuando agitamos nuestras alas para el crecimiento personal, evitamos abrirnos a otras personas.



Entonces, ¿sacamos una lección de ese amor que no fue? Por supuesto que sí, pero no siempre es positivo, por lo que debemos considerar mucho la forma en que volvemos a "reajustar" nuestra realidad.

No te dejes llevar por todas estas cogniciones negativas, actúa siempre con resiliencia para abrir la puerta a nuevas oportunidades.

2. La pérdida de la inocencia

Perder la inocencia es perder algo de esoilusión sincera y sin prejuicios hacia los demás, hacia nuevas relaciones a las que podamos abrirnos con plenitud y emoción. Tras un fracaso emocional y la pérdida de ese amor en el que tantas esperanzas depositábamos, una parte de nosotros está envejeciendo irremediablemente.

Y pocas cosas pueden ser más desalentadoras que permitir que nuestro yo interior envejezca, dejando así que aparezcan astillas. en nuestro corazón, esas grietas y esa tierra estéril donde nada crece. Allí donde vagará ahora una gran amargura, donde nos será muy difícil volver a recibir el amor con la ilusión de antes.

Es bueno ser cautos y prudentes, no hay duda, pero si perdemos por completo la inocencia dejaremos ir a ese “niño interior” y su espontaneidad, esa frescura innata en la que se viven las cosas y las relaciones con mayor intensidad.

3. Vacíos eternos

Los amores que nunca han sido son vacíos informes habitados por ilusiones perdidas y decepciones. De tiempo perdido pero constantemente recordado y evocado. Puedes recuperarte, incluso iniciar nuevas relaciones y proyectos de vida.

La felicidad siempre regresa con maravillosas segundas veces que todos merecemos tener, pero habrá algo que se esconderá todos los días de nuestra vida. en un rincón de nuestro corazón y de nuestra memoria: estos son los huecos. Son como esos caminos que una vez elegidos, creyendo que de allí se desarrollarían innumerables proyectos con los que había soñado, pero que luego hay que abandonar porque no queda otro remedio que cambiar de rumbo de una manera tan drástica como dolorosa.



Y en nuestro cerebro siempre estará ese camino imposible que es parte de nosotros y de lo que somos. Es como una vida paralela, la real y los recuerdos que no podemos borrar, pero que son básicamente parte de lo que somos.


Los vacíos siempre permanecerán ahí, y como tal tenemos que aceptarlos. Son esas heridas que no cicatrizan pero con las que hay que aprender a convivir, integrándolas, aceptándolas, pero evitando que se conviertan en “agujeros negros”.

Que estén vacíos de los que penetre un viento suave y fragante para ser recordado de vez en cuando, pero solo por unos segundos. Luego avanza hacia el aquí y ahora, en el que, sin lugar a dudas, se inscribe la verdadera felicidad.

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