Sí, nos volvemos más retraídos a medida que envejecemos

Sí, nos volvemos más retraídos a medida que envejecemos

Cambiamos con el paso del tiempo. Sería extraño si todavía fuéramos eternos adolescentes afligidos por el síndrome de Peter Pan o si siguiéramos pensando como lo hacíamos cuando teníamos 20 años. Las experiencias de la vida nos cambian y dan forma a nuestra personalidad.

Sin embargo, uno de los cambios más comunes a lo largo de los años es la tendencia a la introversión. Esto explica por qué nos sentimos más cómodos quedándonos en casa disfrutando cómodamente de una buena película en el sofá que salir a divertirnos con los amigos, o por qué damos cada vez más importancia a la soledad y al silencio.



Maduración intrínseca

En psicología, los cambios que ocurren independientemente de las experiencias de la vida se denominan "maduración intrínseca". Este fenómeno se refiere al hecho de que nuestra personalidad se vuelve más equilibrada con el paso de los años.

Como regla general, a medida que las personas envejecen, se vuelven más estables emocionalmente y más conscientes de sí mismas. También se vuelven más tranquilos e independientes, necesitan socializar menos para ser felices porque dejan de identificarse con el grupo y no necesitan una aprobación constante.

Es por eso que a medida que pasa el tiempo nuestra vida social se vuelve más relajada y disfrutamos más de una vida tranquila. Curiosamente, este fenómeno también se observa en personas extrovertidas, no solo en introvertidos; es decir, cada uno a su manera modula su actitud.

Ser más introvertido es bueno

Desde un punto de vista evolutivo, la tendencia a la introversión tiene mucho sentido y probablemente sea positiva. Cuando somos jóvenes, la extroversión nos ayuda a establecer vínculos sociales y emocionales significativos e incluso a encontrar un compañero de vida.


Más tarde, cuando ya tenemos un círculo de amigos cercanos y una pareja, conocer gente nueva continuamente se vuelve menos importante. En esta etapa estamos más comprometidos con fortalecer los lazos que hemos construido.


Es como si en la primera parte de la vida nuestro objetivo fuera exponernos al mundo para descubrir lo que tiene para ofrecer, mientras que en la segunda parte consideramos más importante darle sentido a todo esto y seguir cultivando lo establecido. cautiverio.

La relativa soledad y tranquilidad de esta segunda fase de la vida también nos permite estar a solas con nosotros mismos y descubrir la persona en la que nos hemos convertido. Mientras que en la adolescencia y juventud intentamos descubrir quiénes somos abriéndonos al mundo y explorando diferentes roles, en la edad adulta llega la seguridad y la confianza, por eso preferimos los ejercicios de introspección.

Por otro lado, en la edad adulta entendemos que no solo necesitamos tomar un descanso del trabajo, sino también de la vida social, porque los compromisos constantes nos agotan. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Helsinki mostró que la socialización provoca agotamiento. Estos investigadores encontraron que ser sociable, comunicativo y conocer a mucha gente causaba agotamiento durante al menos tres horas.


Esta tendencia a la introversión también se ve afectada por el hecho de que valoramos mucho más nuestro tiempo, lo que nos lleva a ser más selectivos con nuestras amistades. Esto significa que preferimos cultivar aquellas relaciones con las que tenemos valores comunes y sentimos que nos aportan algo.


Por supuesto, todo esto no significa que a medida que maduramos nos volvamos ermitaños y no necesitemos contactos sociales, pero los intereses cambian así como nuestra forma de relacionarnos.

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