Sesgo de negatividad, ¿por qué nos centramos en lo peor?

Sesgo de negatividad, ¿por qué nos centramos en lo peor?

Todos tenemos el prejuicio de la negatividad y, a menudo, sucumbimos a su influencia. Es como si nuestro cerebro tuviera un imán para arreglar las experiencias negativas olvidando fácilmente las positivas. Por ejemplo, puede recordar exactamente dónde estaba y qué estaba haciendo cuando ocurrió el ataque del 11 de septiembre de 2001, pero es posible que no recuerde lo que estaba haciendo el mes siguiente. Este sesgo de negatividad nos ayuda a mantenernos a salvo, pero también puede hundirnos en el pesimismo. Por eso es importante aprender a reconocerlo y saber gestionarlo.



¿Qué es el sesgo de negatividad?

El sesgo de negatividad, también conocido como sesgo de negatividad o efecto de negatividad, se refiere a nuestra propensión a prestar atención, aprender y usar información negativa en lugar de positiva. Es una especie de asimetría en la forma en que procesamos los eventos y entendemos el mundo, lo que hace que los estímulos negativos provoquen respuestas más rápidas y prominentes que las positivas.

El sesgo de negatividad puede explicar por qué recordamos los insultos más que los cumplidos y los mantenemos más tiempo en nuestra mente. También explica por qué reaccionamos más intensamente a los eventos adversos o por qué prestamos más atención a las noticias negativas que a las positivas. Este sesgo también explica por qué, aunque experimentamos varios eventos positivos durante el día, por la noche tendemos a concentrarnos en lo único negativo que nos sucedió.

Esta tendencia a la negatividad está científicamente probada. Un estudio realizado en la Universidad de Michigan reveló que las noticias negativas tienden a dominar los medios de comunicación porque generan más reacciones psicofisiológicas en los lectores, quienes tienden a estar más atentos a las noticias negativas que a las positivas.


Tenemos un cerebro hipersensible a todo lo negativo.

Un experimento realizado por el psicólogo John Cacioppo destacó la tendencia de nuestro cerebro a reaccionar con mayor intensidad a los estímulos que considera negativos. En su estudio, mostró a un grupo de personas una serie de imágenes que provocaban sentimientos positivos, negativos o neutrales. Mientras tanto, registró actividad eléctrica en la corteza cerebral, lo que refleja el nivel de procesamiento de la información.


Así vio que los estímulos que generan emociones negativas como el miedo o la ira provocan un aumento de la actividad eléctrica en el cerebro. En la práctica, nuestro cerebro evalúa periódicamente los riesgos que las personas y las situaciones pueden plantear por motivos de seguridad. Los eventos negativos captan nuestra atención más que los positivos y generan una mayor activación en el cerebro.

Nuestra tendencia a prestar más atención a las malas noticias es probablemente una adaptación evolutiva para protegernos del daño, ya que necesitamos poder detectar rápidamente las señales de amenaza para evitarlas.

El problema comienza cuando el sesgo de la negatividad se extiende a todas las esferas de la vida, alimentando una visión pesimista o haciéndonos creer que el mundo es un lugar peligroso y hostil donde nunca podemos bajar la guardia. Entonces no es difícil caer en la ansiedad.

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Lübeck encontró que "la formación de creencias sobre uno mismo está sorprendentemente desequilibrada negativamente en situaciones que podrían ser oportunidades de mejora". Esto significa que nuestra tendencia a la negatividad también nos priva de oportunidades de crecimiento y aprendizaje.


Proporción mágica: ¿cuánta positividad necesitamos para compensar el sesgo de negatividad?

Podemos compensar el sesgo de la negatividad centrándonos en los aspectos positivos para obtener una perspectiva más equilibrada. Pero debido al peso desproporcionado que nuestros cerebros le dan a los eventos negativos, este equilibrio no significa una proporción de 50-50.

John Gottman y Robert Levenson intentaron averiguar cuál es la "proporción mágica". Para ello, analizaron cientos de parejas. Registraron cuidadosamente la cantidad de tiempo que las parejas dedicaron a discutir o interactuar positivamente. Así descubrieron que las parejas más equilibradas y satisfechas en su relación son aquellas que saben medir la cantidad de positividad y negatividad.


La proporción mágica es de cinco a uno. En otras palabras, deben ocurrir cinco veces más sentimientos e interacciones positivas en una relación para contrarrestar un evento negativo. Esta relación se aplica a las demás esferas de nuestra vida. Esto explica por qué las experiencias positivas ocasionales, como una fiesta de cumpleaños o un viaje, son agradables, pero no tienen el impacto necesario en nuestro cerebro para anular el sesgo de negatividad de tantos pequeños eventos negativos. Necesitamos asegurarnos de tener experiencias positivas pequeñas y frecuentes para inclinar la balanza hacia la felicidad.


Además de saborear los momentos positivos, para maximizar su impacto en nuestro cerebro también es importante aprender a silenciar el diálogo interno negativo. Necesitamos comenzar a prestar más atención a los tipos de pensamientos que pasan por nuestra mente.

Después de un evento, incluso uno positivo, podíamos concentrarnos en los pequeños detalles que salieron mal o no fueron perfectos. Cuando estos pensamientos entran en juego, debemos aplicar técnicas de defusión cognitiva para evitar que nos dañen.

También es conveniente que aprendamos a reevaluar la situación. Si nos damos cuenta de que estamos interpretando algo de manera negativa o nos enfocamos solo en los aspectos negativos, debemos enfocarnos en encontrar lo positivo. Por supuesto, no se trata de ignorar los peligros potenciales, solo se trata de desarrollar una visión más equilibrada para compensar el sesgo de negatividad que todos tenemos.


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