Ser demasiado exigente y una manía de control.

Ser demasiado exigente y una manía de control.

Lejos de hacernos bien, ser demasiado exigentes con nosotros mismos y la manía de control solo nos provocan malestar.

Ser demasiado exigente y una manía de control.

Última actualización: 03 septiembre, 2020

Vivimos en una sociedad llena de necesidades laborales, sociales y familiares, y es difícil, si no imposible, no tener tus propias necesidades personales. En este artículo vemos porque es contraproducente ser demasiado exigente con uno mismo y tener una manía de control.



A veces es sumamente difícil tomar un respiro cuando la sociedad va tan rápido, tenemos un sinfín de tareas pendientes, diversas agendas que nos “ayudan” a organizar y optimizar el tiempo, compromisos por cumplir y tareas del hogar o familiares que tenemos que realizar. término

"¿Soy buena madre?", "Si me quedo hasta tarde se valorará más mi trabajo", "No me puedo equivocar", "¿Me respetan mis amigos?"... son solo algunos de los tantas preguntas que se hacen los que no pueden dejar de ser demasiado exigentes con el mismo.

Ser demasiado exigente contigo mismo

Los parámetros que nos imponemos respetar pueden llevarnos a la creencia equivocada de tener que alcanzar la perfección, si no en todas, en la mayoría de los ámbitos de nuestra vida.

Establecer metas da sentido a nuestra vida. Sin embargo, a menudo nos fijamos metas inalcanzables, idealizadas o poco realistas, como nunca llegar tarde al trabajo.

Tengo que vs quiero: el eterno dilema

¿Los objetivos que nos proponemos dependen única y exclusivamente de nosotros? En otras palabras, ¿son alcanzables en función de nuestras cualidades o recursos personales, o también dependen de las circunstancias, el entorno y las relaciones?

Entonces, preguntémonos si realmente queremos emprender el camino hacia el logro de un propósito específico o si lo sentimos más bien como una obligación impuesta por la sociedad, el medio ambiente o nuestras creencias.



Al respecto, podríamos realizar la siguiente tarea de reflexión: separamos las actividades a realizar durante el día en "obligaciones" y "opciones". En la primera escribiremos “debo” y en la segunda “quiero o me gustaría”. Veamos un ejemplo muy sencillo:

“Me tengo que quedar en casa este fin de semana porque tengo que limpiar, poner un par de lavadoras y planchar. Pero quiero ir a la playa porque me gustaría desconectar de toda la semana laboral y acostarme a descansar”.

La necesidad de distinguir entre obligación y elección

Ser demasiado exigente contigo mismo significa que la mente comienza a pensar en los pros y los contras. para cada una de las opciones "hacer las tareas del hogar" o "descansar en la playa". Y es aquí donde surge la necesidad de control, de estructurar nuestra vida según lo deseable, lo que se espera de nosotros o el ideal que hemos construido en nuestra cabeza.

En la mayoría de los casos boicotearemos nuestras ganas de ir a la playa con la excusa de que si vamos, el lunes habremos acumulado demasiadas tareas domésticas, que compaginarán con las tareas escolares, otros compromisos, etc.

Y es esta anticipación ansiosa y negativa que provoca nos hace sentir encadenados, lo que provoca en nosotros la obsesión de no haber aprovechado al máximo el tiempo disponible y el miedo a no ser productivos. El mero hecho de pensar así nos anima a quedarnos en casa y nos hace decir: “será para otro momento”.


Elige y descarta

La vida está en constante cambio y no podemos, aunque lo deseemos, tenerlo todo bajo control. Ser demasiado exigentes con nosotros mismos nos llevará a tomar decisiones en base a nuestras preocupaciones y necesidades, y no sobre nuestros placeres personales o deseos de salud y bienestar.



Optar por no llevar un control absoluto y constante de nuestra vida nos liberará del estrés, la presión, la frustración o la impotencia que generan las obligaciones autoimpuestas y un ideal de excelencia o perfección. Al liberarnos de esta carga, finalmente seremos capaces de:


  • siendo nosotros mismos, sin jueces internos que critiquen lo bien o mal que hacemos las cosas.
  • Queriéndonos tal como somos, equivocándonos y valorando nuestras cualidades personales.
  • Ser asertivo, decir "no" de vez en cuando sin sentirme culpable.
  • Cuidar nuestra salud física y mental.
  • Reconocer nuestros resultados, valorando los esfuerzos realizados para alcanzarlos.
  • Se nuestra prioridad, escucha nuestras necesidades sin sentirte egoísta.

Aprende a adaptarte para no ser demasiado exigente

“Nos esforzamos todos los días para lograr lo imposible”, dice Tal Ben-Shahar, profesor de Harvard, en su libro La felicidad en tu bolsillo, y señala que alrededor del 86 por ciento de las personas tienden a ser demasiado exigentes consigo mismas. Sin embargo, la principal causa de su infelicidad es la búsqueda constante de la perfección.


Aprender a “quitar el pie del acelerador” o “poner el freno de mano” no es tarea fácil, pero es muy gratificante cuando podemos. Mientras tanto, podemos descubrir lo siguiente:

  • Emprender el camino del autoconocimiento.
  • Trabajando la gestión emocional, sacando de nuestra vida aquello que nos produce malestar.
  • Elige libremente, equilibrando el equilibrio entre el "debo" y el "quiero".
  • Cambiar el enfoque de nuestra vida persiguiendo la felicidad basada en nuestra salud y bienestar.

Vale la pena intentarlo. Después de todo, no cuesta nada.

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