Reprimir las emociones aumenta el riesgo de sufrir problemas hepáticos

Reprimir las emociones aumenta el riesgo de sufrir problemas hepáticos

Reprimir las emociones aumenta el riesgo de sufrir problemas hepáticos

Última actualización: 27 de diciembre de 2016

En los últimos años, la forma de pensar más extendida se ha basado en el uso de la razón en lugar de las emociones. Por eso hemos crecido y nos han enseñado a quitarle la importancia a las emociones y su expresión.

Por lo tanto, las personas tienden a adaptar la expresión emocional a los cánones socialmente aceptados, lo que implica reprimir o negar ciertas emociones.



Desde un punto de vista social, algunas emociones han sido clasificadas como negativas, como en el caso de la ira, la tristeza, el dolor o el miedo. Un ejemplo lo encontramos en las frases que todos escuchamos desde la infancia, que se transmiten en nuestra cultura y que, a estas alturas, forman parte de nuestros pensamientos más profundos.

Es normal escuchar frases como: "si te ven llorar, pensarán que eres débil", "si te ven enojado, pensarán que eres un amargado", "controlate, no te llorar", "los hombres no lloran", etc.

Estos pensamientos se transforman en verdaderos dogmas y acabamos distorsionando la expresión de nuestros propios sentimientos, lo que aumenta el riesgo de padecer algunas enfermedades físicas, entre las que encontramos las del hígado.

"Si cierras tu corazón a los sentimientos, dejas fuera la verdad".

-Vivaracho-

Reprimir las emociones daña nuestra salud física

Negar o reprimir emociones condenadas por nuestra cultura, como el miedo, la tristeza o la ira, ciertamente no las hará desaparecer, por mucho que intentemos enterrarlas. Cuando reprimimos nuestras emociones, negando su expresión implícita, movimiento y efecto de manifestación, se redireccionan dentro de nosotros.

Por ello, cuando, por ejemplo, reprimimos la ira o el miedo, la tensión muscular que debemos sentir en los músculos que están orientados hacia el exterior y que responden a la respuesta automática de escape o ataque, se redirige hacia el interior, transfiriéndose a los músculos y órganos internos. .



A la larga, la tensión que acompaña a las emociones y que ha tenido prohibido manifestarse acaba manifestándose de otras formas, en forma de contracturas o rigidez muscular, dolor de cuello y espalda, malestar estomacal, dolores de cabeza y, por supuesto, también enfermedad del higado.

Médico Colbert explica que las emociones que quedan atrapadas en nuestro interior intentan por todos los medios salir y resolverse.. Esto es parte de la naturaleza de las emociones, porque necesitan ser sentidas y expresadas.

En algunos casos, controlar las emociones es una experiencia un tanto ilusoria y los resultados que se obtienen no son tan reales como parecen. Detrás de la máscara de control que lleva la persona, de hecho, hay un equilibrio muy precario, ya que este control no implica más que una transformación temporal del comportamiento externo, porque, tarde o temprano, las emociones reprimidas necesitan salir.

"Reprimir nuestros sentimientos no nos hace más fuertes, nos hace más vulnerables a la adversidad".

-Nano Silhy demente-

Las emociones que atacan nuestro hígado

Ubicado debajo del diafragma, el hígado es el órgano que desintoxica el cuerpo. El hígado juega un papel fundamental en todas las funciones vitales, ya que no solo filtra y elimina los desechos, pero también se ocupa de neutralizar venenos, toxinas, microbios y sustancias cancerígenas. Cuando este órgano se ve afectado por una enfermedad, desencadena una serie de patologías tanto dentro como fuera del propio hígado y acaba afectando al resto de órganos.

Cualquier tipo de estrés o presión bloquea el funcionamiento del hígado de una forma u otra, ya que cuando está bajo tensión, el cuerpo enfoca toda su energía en resolver esa fuente de estrés y angustia.


Hasta cierto punto, esta reacción es normal y saludable, pero cuando se sufre de estrés repetidamente y por largos períodos de tiempo, el hígado bloquea crónicamente sus actividades y, por lo tanto, está predispuesto a la congestión.



La emoción que más a menudo se relaciona con problemas hepáticos es la ira, como también explica el experto Giovanni. Maciocia (2009). El término "ira" debe interpretarse en su sentido más amplio, incluyendo estados de ánimo como resentimiento, ira reprimida, frustración, irritación, ira, indignación, hostilidad o amargura. Si tiene estos sentimientos durante mucho tiempo, el hígado puede verse afectado y provocar más problemas.

Para evitar que el hígado se enferme y mantenerlo en óptimas condiciones, conviene olvidarse del papel que la sociedad ha atribuido a las emociones negativas. En lugar de evitar la ira y la frustración, debe abordar la situación que desencadenó estas emociones., hablando de lo que nos molesta y resolviendo situaciones estresantes.


Básicamente, todo el organismo depende del buen funcionamiento del hígado.

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