Racionalización, el mecanismo de defensa por el que nos engañamos

 Racionalización, el mecanismo de defensa por el que nos engañamos

La racionalización es un mecanismo de defensa al que nadie escapa. Cuando las cosas van mal y nos sentimos acorralados, podemos sentirnos abrumados y, por lo tanto, somos incapaces de afrontar la realidad de forma adaptativa. Cuando vivimos situaciones particularmente amenazantes para nuestro "yo", tendemos a protegernos para mantener un cierto equilibrio psicológico que nos permita avanzar con el menor daño posible a nuestro ego. La racionalización es probablemente el mecanismo de defensa más extendido.


¿Qué es la racionalización en psicología?

El concepto de racionalización se remonta al psicoanalista Ernest Jones. En 1908 propuso la primera definición de racionalización: "la invención de una razón para explicar una actitud o una acción cuyo motivo no se reconoce". Sigmund Freud adoptó rápidamente el concepto de racionalización para dar sentido a las explicaciones ofrecidas por los pacientes para sus síntomas neuróticos.


Básicamente, la racionalización es una forma de negación que nos permite evitar el conflicto y la frustración que genera. ¿Como funciona? Buscamos razones - aparentemente lógicas - para justificar u ocultar errores, debilidades o contradicciones que no queremos aceptar o que no sabemos gestionar.

En la práctica, la racionalización es un mecanismo de rechazo que nos permite lidiar con conflictos emocionales o situaciones estresantes internas o externas inventando explicaciones tranquilizadoras pero incorrectas para nuestros pensamientos, acciones o sentimientos o los de otras personas para encubrir los motivos reales.

El mecanismo de racionalización, atrapado por lo que no queremos reconocer

En un sentido general, recurrimos a la racionalización para intentar explicar y justificar nuestros comportamientos o lo que nos sucedió de una manera aparentemente racional o lógica, para que esos hechos se vuelvan tolerables o incluso positivos.

La racionalización tiene lugar en dos etapas. Al principio tomamos una decisión o implementamos un comportamiento motivado por una determinada razón. En un segundo momento construimos otra razón, cubierta de una aparente lógica y coherencia, para justificar nuestra decisión o comportamiento, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.



Vale la pena señalar que racionalizar no implica mentir, al menos en el sentido más estricto de la palabra, ya que muchas veces uno acaba creyendo en razones construidas. El mecanismo de racionalización sigue caminos que parten de nuestra conciencia; es decir, no nos engañamos a nosotros mismos ni a los demás a sabiendas.

De hecho, cuando un psicólogo intenta desenmascarar estos motivos, es normal que la persona los niegue porque está convencido de que sus motivos son válidos. No podemos olvidar que la racionalización se basa en una explicación que, aunque falsa, es plausible. Dado que los argumentos que proponemos son perfectamente racionales, logran convencernos y por tanto no necesitamos reconocer nuestra incapacidad, error, limitaciones o imperfecciones.

La racionalización actúa como un mecanismo de disociación. Sin darnos cuenta, establecemos una distancia entre lo "bueno" y lo "malo", atribuyéndonos lo "bueno" y rechazando lo "malo", para eliminar la fuente de inseguridad, peligro o tensión emocional que no queremos reconocer. De esta forma somos capaces de "adaptarnos" al entorno, incluso si no resolvemos realmente nuestros conflictos. Salvamos nuestro ego a corto plazo, pero no lo protegemos para siempre.

Neurocientíficos de la Universidad de California han descubierto que el mecanismo de racionalización puede activarse rápidamente cuando tenemos que tomar decisiones difíciles o nos enfrentamos a conflictos ambivalentes, sin una reflexión prolongada, simplemente como un subproducto de la toma de decisiones para aliviar la ansiedad, el malestar psicológico y la disonancia cognitiva. determinada por el propio proceso de toma de decisiones.

Por tanto, no siempre somos conscientes de racionalizar. Sin embargo, esta negación será más o menos intensa y duradera dependiendo de cuánto percibamos la realidad más o menos amenazante para nuestro "yo".


Ejemplos de racionalización como mecanismo de defensa en la vida cotidiana

La racionalización es un mecanismo de defensa que podemos utilizar sin darnos cuenta en la vida diaria. Quizás el primer ejemplo de racionalización proviene del cuento de Esopo "El zorro y las uvas".


En esta fábula, el zorro ve grupos e intenta alcanzarlos. Pero después de varios intentos fallidos, se da cuenta de que son demasiado altos. Por eso los desprecia diciendo: "¡No están maduros!".

En la vida real nos comportamos como el zorro de la historia sin darnos cuenta. La racionalización, de hecho, realiza varias funciones psicológicas:

• Evite las decepciones. Podemos utilizar la racionalización para evitar decepcionarnos con nuestras habilidades y proteger la imagen positiva que tenemos de nosotros mismos. Por ejemplo, si una entrevista de trabajo salió mal, podemos mentirnos a nosotros mismos diciéndonos que realmente no queríamos ese trabajo.

• No reconozca las limitaciones. La racionalización nos evita tener que reconocer algunas de nuestras limitaciones, especialmente aquellas que nos incomodan. Si vamos a una fiesta podemos decir que no bailamos porque no queremos sudar, cuando la verdad es que nos da vergüenza bailar.

• Escapar de la culpa. Solemos poner en práctica el mecanismo de racionalización para ocultar nuestros errores y bloquear el sentimiento de culpa. Podemos decirnos que el problema que nos preocupa habría surgido de todos modos o pensar que el proyecto estaba condenado desde el principio.

• Evite la introspección. La racionalización es también una estrategia para no ahondar en nosotros mismos, normalmente por miedo a lo que podamos encontrar. Por ejemplo, podemos justificar nuestro mal humor o comportamiento grosero con el estrés que desarrollamos en un atasco cuando en realidad estas actitudes podrían esconder un conflicto latente con esa persona.


• No reconozca la realidad. Cuando la realidad supera nuestras capacidades para afrontarla, recurrimos a la racionalización como mecanismo de defensa para protegernos. Una persona en una relación abusiva, por ejemplo, puede pensar que es su culpa por no reconocer que su pareja es una persona abusiva o que no lo ama.


¿Cuándo se convierte la racionalización en un problema?

La racionalización puede ser adaptativa, ya que nos protege de emociones y motivaciones que no podríamos manejar en ese momento. Todos podemos poner en práctica algún mecanismo de defensa sin que nuestro comportamiento sea considerado patológico. Lo que hace que la racionalización sea realmente problemática es la rigidez con la que se manifiesta y su prolongada extensión en el tiempo.

Kristin Laurin, psicóloga de la Universidad de Waterloo, ha llevado a cabo una serie de experimentos muy interesantes en los que muestra que la racionalización se utiliza a menudo cuando se cree que los problemas no tienen solución. Básicamente, es una especie de rendición porque asumimos que no tiene sentido seguir luchando.

En uno de los experimentos, los participantes leyeron que reducir los límites de velocidad en las ciudades haría que las personas estuvieran más seguras y que los legisladores habían decidido reducirlos. A algunas de estas personas se les dijo que la nueva regla de tránsito entraría en vigencia, mientras que a otras se les dijo que existía la posibilidad de que la ley fuera rechazada.

Quienes creían que se reduciría el límite de velocidad estaban más a favor del cambio y buscaban razones lógicas para aceptar la nueva disposición que quienes pensaban que existía la posibilidad de que los nuevos límites no fueran aprobados. Esto significa que la racionalización puede ayudarnos a enfrentar una realidad que no podemos cambiar.

Sin embargo, los riesgos de utilizar la racionalización como un mecanismo habitual de afrontamiento suelen superar con creces los beneficios que podría aportarnos:

• Ocultamos nuestras emociones. Reprimir nuestras emociones puede tener efectos devastadores a largo plazo. Las emociones están ahí para señalar un conflicto que debemos resolver. Ignorarlos no suele solucionar el problema, pero es probable que acaben incrustados, haciéndonos más daño y perpetuando la situación desadaptativa que los genera.

• Nos negamos a reconocer nuestras sombras. Cuando practicamos la racionalización como mecanismo de defensa podemos sentirnos bien porque estamos protegiendo nuestra imagen, pero a la larga, no reconocer nuestras debilidades, errores o imperfecciones nos impedirá crecer como personas. Solo podemos mejorar cuando tenemos una imagen realista de nosotros mismos y somos conscientes de las cualidades que necesitamos fortalecer o perfeccionar.

• Nos alejamos de la realidad. Aunque las razones que buscamos pueden ser plausibles, si no son ciertas porque se basan en una lógica defectuosa, los resultados a largo plazo pueden ser muy malos. La racionalización no suele ser adaptativa porque nos aleja cada vez más de la realidad, de una manera que nos impide aceptarla y trabajar para cambiarla, sirviendo solo para prolongar un estado de insatisfacción.

Las claves para dejar de utilizar la racionalización como mecanismo de defensa

Cuando nos mentimos a nosotros mismos, no solo ignoramos nuestros sentimientos y motivos, sino que también ocultamos información valiosa. Sin esta información, es difícil tomar buenas decisiones. Es como si estuviéramos caminando por la vida con los ojos vendados. Por otro lado, si somos capaces de apreciar el cuadro completo de forma clara, razonable y desapegada, por difícil que sea, seremos capaces de evaluar cuál es la mejor estrategia a seguir, la que menos daño nos ocasiona. y esto, a la larga, nos aporta mayores beneficios.

Por eso es importante aprender a reconocer nuestras emociones, impulsos y motivaciones. Hay una pregunta que puede llevarnos muy lejos: "¿por qué?" Cuando algo nos molesta o nos incomoda, simplemente tenemos que preguntarnos por qué.

Es importante no conformarse con la primera respuesta que se nos ocurra porque es probable que sea una racionalización, sobre todo si se trata de una situación que nos perturba especialmente. Debemos seguir investigando nuestros motivos, preguntándonos por qué hasta llegar a esa explicación que genera una intensa resonancia emocional. Este proceso de introspección dará sus frutos y nos ayudará a conocernos mejor y aceptarnos como somos, por lo que cada vez tendremos que recurrir menos a la racionalización.

Añade un comentario de Racionalización, el mecanismo de defensa por el que nos engañamos
¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.