¿Por qué somos insensibles al sufrimiento de los demás?

¿Por qué somos insensibles al sufrimiento de los demás?

¿Por qué somos insensibles al sufrimiento de los demás?

Última actualización: 27 septiembre, 2017

Todas las especies animales que viven en grupo están dotadas de la capacidad de ser sensibles al dolor o sufrimiento de sus semejantes. La solidaridad forma parte de su composición genética porque en la mayoría de los casos representa una garantía para la supervivencia de la especie. Entonces, ¿por qué algunas personas son esencialmente insensibles al sufrimiento de los demás? ¿Cómo es posible que estén emocionalmente cerrados a lo que está fuera de ellos? ¿Qué hace que una persona se entumezca?



Hay varias respuestas posibles a estas preguntas. Las causas de la insensibilidad van desde la existencia de patologías graves hasta la extrema vulnerabilidad. Además, los caminos para volverse sensible son variados y abarcan manifestaciones de diferentes tipos.

“Desear lo imposible y ser insensible a los males ajenos: estas son las dos grandes enfermedades del espíritu”.

-Bías de Priene-

En general, la insensibilidad no se aplica a todo. Esto significa que, a menos que haya una enfermedad mental gravemente incapacitante, las personas no están completamente insensibles. El nivel, el objeto y las circunstancias varían. En otras palabras, uno puede ser totalmente insensible al sufrimiento de unos y, al mismo tiempo, muy sensible al dolor de otros. Y puede ser exactamente lo contrario en un momento diferente.

Ser insensible al sufrimiento: causas y manifestaciones

Si vivimos en una calle muy transitada, y salvo que nuestra casa esté muy aislada, probablemente oigamos ruidos del exterior. Si no estamos acostumbrados, quizás cada uno de estos ruidos nos moleste. Sin embargo, después de un tiempo, puede suceder exactamente lo contrario. Esencialmente, dejamos de prestarte atención y terminamos alarmados cuando todo está en silencio. En otras palabras, nos volvemos insensibles al ruido.



En el universo de las emociones sucede algo parecido, pero no igual. Quienes han experimentado un gran dolor emocional tienden a ser más empáticos y sensibles al dolor de los demás. Pero si este dolor ha superado ciertos límites o si ha llevado a una situación de extrema vulnerabilidad, sucede lo contrario: uno se entumece.

Lo desconcertante es que también ocurre el fenómeno contrario. Esto significa que incluso aquellos que no han tenido sufrimiento, o lo han tenido mínimamente, se vuelven insensibles. No logra dar sentido o valor emocional al sufrimiento de los demás. Su capacidad empática no se ha desarrollado y muestra una especie de ignorancia afectiva que le impide ser solidario con el sufrimiento o incluso con la felicidad de los demás... porque la insensibilidad no es sólo hacia las emociones negativas.

La insensibilidad al sufrimiento de los demás se manifiesta de diferentes maneras. No se trata solo de permanecer indiferente ante el estado de necesidad o la solicitud de ayuda de los demás. También incluye todos aquellos comportamientos por los cuales los demás seres humanos son vistos como organismos, herramientas, medios, pero sin ser al mismo tiempo un fin.

Cuando eres sensible e insensible

Por lo general, una persona es sensible y entumecida al mismo tiempo. También es habitual que se produzcan fases de insensibilidad en personas que suelen ser sensibles y empáticas. Hay muchos factores que contribuyen a que esto suceda. Si estás pasando por un gran sufrimiento, probablemente no tengas suficiente energía emocional para empatizar con los demás.


Hay personas que temen sufrir y que sin darse cuenta desarrollan estrategias, mecanismos o métodos para insensibilizarse. Por ejemplo, este es el caso de las dependencias.


El uso de drogas psicoactivas levanta una barrera de insensibilidad al sufrimiento de los demás. Es una burbuja que actúa como aislante. Construir y nutrir un carácter demasiado rígido también es una estrategia para insensibilizarse. Es una forma de tomar un fuerte control sobre las emociones, de modo que toda la energía se invierta en contenerlas.


Erich Fromm decía que el amor y la solidaridad, si son genuinos, también son universales. Dijo que si amas a un ser humano, también amas a la humanidad. Haciendo una analogía con estos postulados, podemos decir que es imposible ser insensible al sufrimiento de un ser humano sin ser al mismo tiempo insensible al dolor de todos otros seres humanos. Esto es lo que suele ocurrir, aunque con distintas intensidades.

Quienes no son receptores de sensibilidad pueden verse afectados por este estado, pero ciertamente quienes no tienen o no manifiestan sensibilidad. La inclinación instintiva hacia la solidaridad no es un capricho de la naturaleza. En nuestra composición genética hay información que se ha mantenido fija como garantía de supervivencia. Ayudar y ser ayudado es una de las estrategias de las que dispone la vida -y por tanto nosotros- para perpetrarse.


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