¿Por qué preferimos dar que recibir?

¿Por qué preferimos dar que recibir?

Muchos de nosotros hemos crecido creyendo que hay más alegría en dar que en recibir. Esta creencia nos ha sido inculcada durante años y nos ha protegido de convertirnos en monstruos egocéntricos que continúan escaneando el entorno para ver qué pueden sacar de él.

Así, hemos aprendido a reconocer las necesidades de los demás y a respetar sus sentimientos mostrándonos sensibles a sus peticiones.

Pero el énfasis constante en la virtud de dar nos ha hecho olvidar que también es importante saber recibir. De hecho, cuando en una relación una de las dos personas no sabe cómo recibir, terminan construyendo un muro a su alrededor que distancia al otro. En todas las relaciones es fundamental poder encontrar el compromiso adecuado entre dar y recibir. Por tanto, es fundamental reflexionar sobre las razones que se esconden en el fondo de este desequilibrio.



5 razones por las que recibir es más difícil que dar

  1. Dar más de lo que recibimos es una excusa para defender nuestra intimidad

Dar significa acercarse al mundo interior del otro para descubrir sus necesidades emocionales, sociales y materiales. Solo así podemos ayudarlo. Sin embargo, cuando recibimos, es la otra persona la que se acerca a nuestro mundo interior para valorar lo que necesitamos. Esto significa que tendremos que abrirnos, algo que no siempre estamos dispuestos a hacer, porque tenemos miedo y nos sentimos vulnerables. Por eso mucha gente prefiere dar que recibir. Por lo tanto, se las arreglan para mantener a todos los demás fuera de su privacidad.

  1. Recibir implica, en cierto sentido, la pérdida de control

 

Cuando damos, la sensación de control aumenta porque sentimos que tenemos cierto poder sobre la otra persona. No en un sentido negativo, sino solo en el sentido de que tenemos control sobre lo que está sucediendo, tenemos control de la situación que se nos presenta. Y todos, hasta cierto punto, somos adictos a este sentimiento de control. Sin embargo, cuando recibimos, estamos entregando el control a otra persona, estamos entregando poder y esto genera incertidumbre y miedo.



  1. Rechazamos el regalo o el elogio porque creemos que no lo merecemos

 

La mayoría de nosotros crecimos recibiendo elogios cuando obtuvimos buenas calificaciones, cuando completamos con éxito una determinada actividad o cuando ganamos un premio en una competencia deportiva. Esto significa que se nos ha enseñado a ser reconocidos por lo que hacemos y no por lo que realmente somos. Como puedes imaginar, esta actitud contribuye a crear una falta de confianza cada vez que recibimos algo de los demás, una desconfianza que se basa en la autoestima y la creencia de que no somos dignos del elogio o del regalo que nos están ofreciendo. porque en definitiva, no estamos reconociendo nuestro trabajo y esfuerzo, sino simplemente nuestra persona.

  1. Somos reacios a recibir porque lo consideramos egoísta

A lo largo de los años, nos ha golpeado la idea de que si obtenemos más de lo que damos es porque somos personas egoístas y narcisistas, incapaces de cuidar a los demás. Hay personas para quienes esta idea ha penetrado tan profundamente que continuamente ponen las necesidades de los demás por encima de su propia felicidad. Sin embargo, debemos considerar que el acto de dar o recibir debe encontrar el equilibrio adecuado de lo contrario corremos el riesgo de descuidar nuestras necesidades, sueños y metas. Y si, al hacerlo, nos convertimos en personas infelices, ¿cómo podemos "dar" felicidad a los demás?


  1. Recibir implica comprometerse

Algunas personas, cuando reciben un cumplido o un obsequio, se preguntan: "¿Qué quiere esta persona de mí?", "¿Qué hay detrás de este gesto?". Esta idea se basa en la creencia de que cuando recibimos algo estamos obligados a pagar el favor, como si fuera una deuda. Evidentemente, la perspectiva de sentirnos comprometidos nos aterroriza y por eso a veces preferimos ser los que damos, los que comprometemos al otro. Pero recordemos siempre que el acto de dar libremente debe ser absolutamente desinteresado, no se debe esperar nada a cambio.


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