Los pensamientos ansiosos siguen su propio curso, como si tuvieran vida propia. Quieres dejar de preocuparte pero no puedes. Quieres dejar de sentirte aprensivo pero es imposible para ti. Como resultado, la ansiedad acaba hundiéndote en una espiral marcada por miedos irracionales, expectativas infundadas y generalizaciones erróneas.
Para salir de este círculo vicioso es fundamental conocer y comprender los pensamientos ansiosos, saber qué cartas mentales se juegan con la ansiedad y vencerla en su territorio. Esta "batalla" debe comenzar con la creencia de que la ansiedad no elimina los problemas futuros, sino que absorbe las energías presentes.
La terrible trampa de la atención selectiva
Para comprender cómo funcionan los pensamientos ansiosos, puede imaginarse que existen "lentes de ansiedad". Cuando usas estas lentes no puedes evitar ver el mundo a través de ellas, lo que significa que percibes y procesas los estímulos del entorno de forma distorsionada. Estas distorsiones generan generalizaciones y reacciones emocionales que aumentan aún más la ansiedad.
En la práctica, la mente ansiosa se enfoca automáticamente en los estímulos que considera amenazantes. El problema es que pone en marcha un mecanismo de atención selectiva mediante el cual se enfoca solo en la parte más negativa de lo que está sucediendo, ignorando todo lo que pueda ser positivo o reconfortante.
La interpretación amenazante de la realidad
Dado que la persona ansiosa ve el mundo a través de estos "lentes de ansiedad", termina sobreevaluando las amenazas. La mente ansiosa interpretará un ruido en mitad de la noche con un asesino entrando a la casa, el mal humor de la pareja como signo inequívoco de que la relación está por terminar.
La ansiedad altera el procesamiento de los estímulos hasta el punto de considerarlos amenazas irracionales. Los eventos ambiguos o inofensivos también se interpretan como posibles amenazas que aumentan el nivel de alerta. Para la persona ansiosa, ningún lugar es seguro, porque su mente está constantemente al acecho del peligro. Evidentemente, vivir en este estado de ansiedad acaba por presentar una factura considerable, tanto física como emocionalmente.
La profunda intolerancia a la incertidumbre
Uno de los principales problemas de usar "lentes de ansiedad" es que no verás las señales que transmiten confianza y son incompatibles con tus preocupaciones y la interpretación amenazante que ya has hecho. En la práctica, la mente ansiosa rechaza cualquier señal que implique una disonancia cognitiva con su forma de interpretar lo que está sucediendo. Por tanto, no verá que aunque la pareja está de mal humor sigue amándolo, su atención se centrará únicamente en la amenaza de separación.
Básicamente, la persona ansiosa tiene grandes dificultades para lidiar con la incertidumbre y la información aparentemente contradictoria. Cuando alguien sufre de ansiedad, siente que no tiene nada a qué aferrarse, que no hay nada sólido. Este sentimiento de inestabilidad lo impulsa a buscar desesperadamente la seguridad y, si bien puede parecer contradictorio, lo encuentra en el pensamiento de que el mundo es un lugar amenazador. De esta forma elimina la disonancia cognitiva porque subordina sus percepciones a sus sentimientos y pensamientos.
Las generalizaciones incorrectas
La mente ansiosa tiende a sacar conclusiones apresuradas, actúa impulsivamente sin darse cuenta de que los lentes a través de los cuales ve el mundo están distorsionados. Como resultado, es normal que llegue a generalizaciones erróneas que aumentan aún más el nivel de ansiedad.
Para entender cómo piensa una persona ansiosa, podemos imaginar que todos los peligros, reales e imaginarios, son sobredimensionados en su mundo. La persona ansiosa tiene pocos términos medios. Si un amigo le dice que un perro lo ha mordido, pensará que todos los perros son peligrosos. Si su compañero lo dejó en el pasado, pensará que nadie es confiable. La mente ansiosa generaliza hechos concretos convirtiéndolos en una amenaza latente, por lo que no es extraño que la persona viva en un estado constante de alarma y siempre esperando.
Excesiva preocupación por el futuro
Como resultado de estas generalizaciones erróneas, la preocupación se convierte en uno de los principales síntomas de la ansiedad. En un escenario ideal, la preocupación nos ayudaría a resolver el problema, ya que nos impulsaría a prepararnos para cualquier contratiempo y planificar los pasos a seguir. Pero en la mente ansiosa, la preocupación es totalmente contraproducente porque no conduce a ninguna parte, pero mantiene a la persona en los pensamientos ansiosos recurrentes habituales.
Y lo que es aún más grave es que la preocupación por el futuro suele ser vaga y generalizada. La mente ansiosa anticipa que sucederá algo malo pero no sabe qué ni cuándo. Sabe que tiene que protegerse, pero no sabe cómo hacerlo porque no conoce el peligro. La persona ansiosa se preocupa por sus habilidades, por ejemplo cuando tiene que dar un discurso, y piensa en todo lo que puede salir mal, pero no se esfuerza por prepararse para que todo salga bien. Esto desencadena un estado de confusión mental permanente que tiende a producir un agotamiento severo.
La sensación de no estar a la altura
Como punto final, la mente ansiosa cierra el círculo vicioso haciendo que la persona crea que no podrá hacer frente a los problemas o adversidades. La persona ansiosa tiene baja autoeficacia, lo que significa que no confía en sus habilidades y potencial para enfrentar el desafío. Si esa persona se considera débil e incapaz, se preocupará más por los resultados negativos que por elaborar una estrategia que le permita salir del abismo en el que se encuentra.
Cuanto mayor es la duda sobre su nivel de competencia, mayor es la preocupación, y esto tiende a dar paso a la indefensión aprendida. La persona ansiosa que se enfrenta a un examen, por ejemplo, se preocupará por no aprobarlo. Eventualmente terminará pensando que no puede superarlo y, como resultado, no estudiará lo suficiente. Así, la mente ansiosa termina creando una profecía autocumplida al ratificar una cosmovisión catastrófica.
El resultado son comportamientos defensivos y evitativos.
La persona ansiosa por lo general tiene un locus de control externo, piensa que el problema está "ahí fuera". Por tanto, recurrirá a varios mecanismos de defensa para sacar de sí el problema real. Debido a estas estrategias de autodefensa, ignora la verdadera causa del problema, que siempre atribuye a los demás: padres ansiosos, un trabajo muy estresante o una sociedad ocupada. Cualquier excusa es buena para no asumir responsabilidades e implementar nuevas estrategias que le ayuden a tratar la ansiedad.
De hecho, las personas ansiosas suelen ser verdaderos maestros de la evasión. Los comportamientos de evitación son una estrategia clásica para lidiar con la ansiedad, por lo que la persona pospone el problema al que se enfrenta o recurre a la distracción para no pensar en una solución. Evidentemente, la dilación, a la larga, agrava el problema y genera aún más ansiedad.
Pero hay una solución
La buena noticia es que comprender los pensamientos ansiosos implica desenmascarar la ansiedad y, por lo tanto, es el primer paso para eliminarla. Este libro para combatir la ansiedad te guiará paso a paso.