No hay emociones desadaptativas.

No hay emociones desadaptativas.

La intensidad de una emoción puede ser fuerte o débil. Pero cuando es inestable o incierto, se desencadenan en el ser humano las llamadas emociones desadaptativas.

No hay emociones desadaptativas.

Última actualización: 24 marzo, 2022

El valor adaptativo y evolutivo de las emociones es un hecho y la ciencia se ha encargado de demostrarlo. Los estudios de Barbara L. Fredrickson, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Carolina del Norte, señalaron que las emociones fundamentales tienen una función adaptativa inherente. Estos hallazgos conducen a la lógica de que no hay emociones desadaptativas, pero pueden ser más o menos intensas y frecuentes según el caso.



Todas las emociones tienen una función que las hace útiles, independientemente de lo agradables (o no) que puedan generar. Dado que las emociones más desagradables tienen funciones importantes en el ajuste social y el ajuste personal, ¿podemos seguir hablando de emociones desadaptativas?

Nuestras emociones son producto de una evolución sensible a las características del mundo exterior. Sin embargo, no todo está fuera de nuestro control en esta ecuación genética llamada "emociones". Podemos interactuar y adaptarlos al contexto. En otras palabras, somos capaces de gestionar su energía y su mensaje.

"Hay un lugar para cada emoción, pero no tiene por qué interferir con la acción correcta".

-Susan Oakey-Baker-

¿Qué son las emociones desadaptativas?

Jorge Bucay nos dice que muchos sentimientos surgen fuera de nuestra elección y que, por tanto, no somos responsables de su aparición. Pero, por el contrario, somos responsables de nuestra acción en respuesta a ellos.. Cada uno de nosotros experimenta todas las emociones posibles aprendidas de nuestros antepasados ​​y adquiridas de forma filogenética desde nuestro cerebro.


Es importante explicar que todos, en algún momento de su vida, sentirán las emociones más "bochornosas" como los celos, la ira, la tristeza. Cuanto antes dejemos de pensar que esas emociones deben ocultarse o minimizarse, más beneficios obtendremos de ellas.


Vale la pena pensar en la idea de que estar celoso es bueno y sentir alegría es malo. dependiendo de la situación en la que experimentemos estas emociones. En definitiva, entender que sentir emociones no es bueno ni malo en sí mismo. Es un hecho evolutivo y sólo lo que hagamos con ellos, si acaso, es encomiable (o reprochable).

La evolución y la ciencia nos dicen que no hay emociones desadaptativas, sino comportamientos desadaptativos. Un ejemplo práctico nos lo da la ira. Nadie está exento de ello. Es una emoción de nuestro repertorio biológico que nos ha ayudado a evolucionar como especie. La ira nos ayuda en aquellas situaciones en las que es necesario aumentar la actividad neuronal, los músculos y los índices de frecuencia cardiaca.

Por lo tanto, es una emoción necesaria, pero nuestra respuesta a ella puede estar desajustada.. Podemos sentir ira por mil motivos, pero actuar en un sentido u otro será nuestra elección. Para ello debemos comprender por qué vivimos estas emociones y cómo es posible gestionar las posibles respuestas de nuestro repertorio. No se nos culpa por sentir ira, sino por lo que hacemos con la energía y el mensaje que pone a nuestra disposición.

La educación emocional nos permite alejarnos de la mayor parte del sufrimiento innecesario creado por nosotros mismos.


Emociones: valor adaptativo

Como ya hemos visto, las emociones no son ni positivas ni negativas. Se vuelven así en función del contexto y de la persona que forman parte de su ecuación de forma tan general y, al mismo tiempo, específica. En las secciones anteriores hablamos de su valor adaptativo. Así como pueden ser de gran ayuda, paralelamente también pueden ser fuente de conflictos y perturbaciones si se manejan mal.


Las emociones desagradables tienen un valor adaptativo, nos hacen más cautelosos y alertas, o nos dan el ímpetu necesario para defendernos de una posible amenaza. Sin embargo, al mismo tiempo también son fuente de muchas malas adaptaciones emocionales. Por eso hablamos, de forma equivocada, de emociones desadaptativas.


Por ejemplo, la ansiedad es un estado emocional resultante de presiones adaptativas durante la evolución, que ha asegurado la supervivencia de los individuos, dotándolos de la capacidad para enfrentar mejor situaciones amenazantes y potencialmente dañinas.

Este estado emocional da lugar a una amplia gama de resultados: desde un simple estado de alerta hasta un estímulo potencialmente amenazante. Hasta las vigorosas respuestas que acompañan al miedo y al pánico.

Cuando estos estados son exagerados -si aparecen ante estímulos "normales" que otras personas no desencadenan emociones- o se dan de forma continuada, pueden desencadenar condiciones como el trastorno de ansiedad generalizada, fobias, ataques de pánico y muchas otras dolencias incluido en el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).


"La gente reacciona de manera predictiva, especialmente cuando no tiene tiempo para pensar".

-Keith Ablow-

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