Merecemos el mismo amor que damos a los demás.

Merecemos el mismo amor que damos a los demás.

Merecemos el mismo amor que damos a los demás.

Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.

Última actualización: 15 2021 noviembre

Merecemos el mismo amor que damos a los demás, el mismo cariño sincero, desinteresado y genuino. Con demasiada frecuencia, lo que ofrecemos no es correspondido de la misma manera, con la misma intensidad y calidad. La vida no es un boomerang, lo que das no siempre regresa, pero aun así hay quien nunca deja de intentar dar lo mejor de sí.



La mayoría de nosotros creemos en la idea de que para conquistar a alguien tienes que hacer algo "hermoso". Así iniciamos una dinámica llena de los más variados favores, regalos, preferencias, pensamientos, halagos... Sabemos que el cariño se gana con atención, pero a veces no sabemos medir límites. No nos damos cuenta de que merecemos el mismo amor que damos a los demás.

"La forma en que das es más valiosa que el regalo mismo".

-Pierre Corneille-

Pero no se trata sólo del proceso de cortejo. El mundo está lleno de gente que da sin barreras, de gente consciente de lo que cuesta ofrecer el alma entera sin recibir nada a cambio. Personas capaces de invertir en los demás con cada fragmento de su ser, convencidas de que su esfuerzo no solo vale el esfuerzo, sino la vida misma.

Aún así, los sacrificios extremos no siempre son del todo positivos. De hecho, tienen consecuencias que amenazan seriamente la salud mental y emocional de una persona.

Merecemos el mismo amor que damos a los demás, no un sustituto

Todo lo que cuidas prospera. Un ejemplo de esto lo tenemos las plantas, cuando las ponemos al sol, las podamos, cortamos las hojas viejas y las trasplantamos a una maceta más grande para que puedan expandir sus raíces. La atención, la preocupación y el cariño nos hacen crecer en todos los sentidos y en todas las direcciones. Bueno, por mucho que el jardinero se preocupe por sus plantas, no hay que olvidar que él también necesita atención. Pequeño detalle que muchas veces se nos escapa.



Hay quienes se pasan la vida ofreciendo su amor más brillante, un río de atenciones y emociones que no siempre les son devueltas. Estas personas han aceptado, en cierto modo, limitarse al amor de segunda mano, un sustituto que, lejos de nutrir, envenena. Siendo conscientes de ello, no dejan de hacerlo. Ante la pregunta de cómo uno puede quedarse estancado en una relación sin reciprocidad, la respuesta es mucho más compleja de lo que imaginamos.

Se podría mencionar la falta de autoestima, pero la discusión es mucho más amplia. Cuando estas personas recurren a un terapeuta, lo primero que llama la atención de los expertos es el fluir del diálogo interno de los pacientes. Cuando se les pide que hablen de sí mismos y se definan, inician discursos como: “soy el segundo de tres hermanos, fue difícil, nadie me hacía caso”, “trabajo en administración, tenía que empezar a trabajar”. inmediatamente sin poder estudiar, todos mis sueños quedaron inconclusos”.

Son historias de vidas insatisfechas, a menudo acompañada de una sensación de aceptación resignada de quienes creen, después de todo, que merecen una realidad en claroscuro. Por eso se entregan a relaciones que no les dan la verdadera felicidad, porque no se sienten capaces de aspirar a algo mejor, porque en su opinión la vida los ha puesto en segunda fila y obligados a aceptar lo que venga.

Lo bueno es que siguen dándolo todo por las personas en su vida, porque el acto de ofrecer amor y atención es su mayor fortaleza, su principal habilidad. Si no lo hicieran, se sentirían aún más frustrados...


Démonos lo que necesitamos

Merecemos el mismo amor que damos a los demás, y no es un acto de egoísmo, al contrario, es un deseo de integridad, de dignidad personal.. Hemos sido jardineros durante demasiado tiempo, los únicos artífices de relaciones donde nosotros mismos hemos plantado los pilares, los suelos, las paredes. Fuimos los únicos en comprobar que el techo no se derrumbara y que el amor estuviera a salvo, a cubierto, bien resguardado. Sin embargo, nos quedamos afuera, y el frío ahora está quemando.



Merecemos el amor que siempre hemos soñado y que aún no ha llegado. Como decíamos al principio, la vida no es un boomerang que devuelve el amor dado a los demás. Muchas veces ese boomerang se queda a mitad de camino, o tal vez ni siquiera emprende el viaje de regreso. Ha llegado el momento de dejar de esperar una reciprocidad que no llega, invertir parte de nuestra vida en un mercado que en vez de darnos ganancias, nos lleva a la quiebra.

Merecemos un amor que no duela, que nos llene y nos haga crecer. Debemos aprender a ser exigentes ya sentir que nos pertenece. Para ello, es necesario cambiar de estrategia. Dejamos de dar y comenzamos a recibir. Ya hemos sido expertos en ofrecer afecto capaz de salvar a los demás, ahora nos toca a nosotros convertirnos en los destinatarios de ese amor. Nos valoramos, alimentamos nuestras raíces y recuperamos aquellos sueños derribados. Abandonamos el conformismo y la aceptación estancada. Liberémonos para encontrarnos.


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