Los pensamientos destruyen, pero pueden curar

Los pensamientos destruyen, pero pueden curar

Los pensamientos destruyen, pero pueden curar

Última actualización: 23 de diciembre de 2016

Hoy entendemos la salud y la enfermedad como un equilibrio complejo que surge de la interacción entre cuerpo y mente, entre organismo y pensamientos. Poco a poco vamos superando la visión reduccionista que restaba importancia a la influencia del mundo subjetivo sobre el cuerpo y, por tanto, sobre la enfermedad y la curación.

La medicina convencional poco a poco va tomando conciencia de sus limitaciones. El siglo XX estuvo marcado por un paradigma en el que predominaba la idea del cuerpo-máquina. Visto desde esta perspectiva, el organismo era como una máquina compuesta de varias piezas y la enfermedad era una disfunción funcional y estructural de una de estas piezas.



Sin embargo, gracias a los mismos avances de la medicina, se ha podido comprobar que la dimensión interna tiene una gran influencia, directa o indirectamente, en el estado de salud de cualquier persona. Esta influencia es aún más evidente cuando se trata de la salud percibida. Por esta razón, se dice que pensamientos - con su influencia - enferman y matan, pero también pueden sanar. 

La medicina farmacológica y la medicina de los pensamientos

Bruce lipton es Doctor en Biología Celular y autor de varios libros. Profundizó en el tema de la salud, la enfermedad y la influencia de los pensamientos en estos procesos. Sus descubrimientos y sus teorías son realmente interesantes.

Lipton señala que la medicina farmacológica es prácticamente un desastre. Esto se debe a que los medicamentos químicos, todos ellos, provocan tantos efectos adversos, si no más, como los síntomas de la propia enfermedad. Asegura que muchas de estas drogas conducen a la muerte con el tiempo.


También afirmó que el ambiente natural de las células es la sangre y que, a su vez, los cambios en la sangre son provocados por el sistema nervioso. Al mismo tiempo, el sistema nervioso es el entorno natural de los pensamientos y sentimientos.


Para ello, según Lipton, son los pensamientos y sentimientos los que finalmente causan la enfermedad y, en consecuencia, los que tienen el potencial de ayudar en la cura.

El poder de los pensamientos sobre el cuerpo.

Bruce Lipton no está solo, muchos otros investigadores atribuyen un tremendo poder a los pensamientos en el proceso de enfermedad y curación. Incluso los médicos más dedicados a la farmacología saben que si alguien padece una enfermedad, tiene más posibilidades de curarse si se encuentra en un ambiente familiar, rodeado de cariño y confianza.

No se trata de esoterismo ni de un efecto que viene del más allá. La explicación del poder de los pensamientos es también una cuestión de química. Cuando una persona está frente a una presencia agradable o experimenta un estímulo positivo, su cerebro libera dopamina, oxitocina y otras sustancias que devuelven la salud a las células. Lo mismo ocurre cuando el estímulo es negativo, provocando miedo, ira u otras emociones destructivas.

El organismo realiza cada día un trabajo titánico: producir cien mil millones de células nuevas para reemplazar a las que mueren, a las que además debe defender de millones de patógenos que amenazan su salud. Si el cuerpo siente que tiene que luchar cada día contra estímulos muy negativos, concentrará toda su energía en ellos y dejará de lado las demás funciones de crecimiento y protección. Las consecuencias: te enfermarás más fácilmente.


Entre sugerencia y energía

El efecto placebo ha sido estudiado en diferentes circunstancias y los resultados destacan su influencia en la percepción de nuestro cuerpo. De hecho, varios medicamentos en el mercado tienen efectos que son solo ligeramente superiores a los de un placebo. Estos placebos son una prueba real de que la influencia de los pensamientos -en este caso las expectativas- puede ser muy poderosa: crees que te va a curar y la intensidad de los síntomas disminuye.



La física cuántica ha destacado la importancia de la energía, que es la composición última de la materia. Todo y todas son, en nuestra forma física más primitiva, energía. Por ello, las nuevas ciencias médicas están más orientadas a equilibrar la energía que a modificar químicamente el organismo. Parten de la idea de que los procesos de enfermedad son desencadenados por desequilibrios energéticos.

Esos desequilibrios a menudo provienen de pensamientos negativos que llevamos con nosotros desde la infancia. Tal vez pueda convencerse conscientemente de pensar de manera diferente y, sin embargo, algo en el fondo le impide hacerlo. Debido a esto, no debemos cambiar los pensamientos conscientes, sino toda esa programación inconsciente que se ha estructurado en nosotros desde los primeros años. Es una forma de generar cambios que favorezcan la salud mental, por lo tanto, la salud física.


Nota editorial: Con este artículo no queremos restar importancia a la farmacología a la hora de hacer frente a enfermedades devastadoras como el cáncer, de hecho podemos decir que es fundamental. En cambio, lo que queremos destacar es la salud mental y el bienestar psicológico como dos elementos de influencia en el tratamiento, elementos que el paciente puede manejar para mejorar o empeorar los pronósticos.

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