Lo que tiene que crecer crecerá

Lo que tiene que crecer crecerá

Lo que tiene que crecer crecerá

Última actualización: 10 octubre, 2016

Hoy he decidido darle un respiro a mi corazón para que fluyan los acontecimientos, para que crezca lo que puede crecer. Quizás es hora de no contener demasiado mis emociones, sino dejar que surjan espontáneamente, modelándose sin miedo ni censura; Necesito darme la opción de no forzar las cosas y dejar de nadar contra corriente.

Me pasó, en algunas ocasiones, por intentar vivir experiencias que parecían no estar hechas para mí y, en vez de dejarlas de lado, queriendo que salieran como yo quería. Al hacerlo, me he olvidado de los efectos secundarios que inevitablemente surgen cuando las circunstancias se ven obligadas a adaptarse, incluso cuando no son adaptables. Esto me causó mucho dolor.



De hecho, si algo tiene que venir, vendrá: con las puertas entreabiertas y los pies bien plantados en el suelo, pero sin cadenas. Porque las cadenas nunca han ido bien, sobre todo las invisibles que nos ponemos nosotros mismos y luego olvidamos dónde hemos escondido las llaves. Adiós a la autoconciencia, el miedo, la presión, la fragilidad, el pánico, el control excesivo de las situaciones.

"Que venga el que tenga que llegar, que se vaya el que tenga que irse, que lo que tenga que doler, que tenga que doler... que pase lo que tenga que pasar"

-Mario Benedetti-

Situaciones forzadas: efectos secundarios

Cuando creo que tengo mis emociones bajo control, la mayoría de las veces en realidad termino mal, ya que la excesiva cautela con la que las afronto me lleva a forzarlas y perder el control por completo. Reprimir, negar, disfrazar o calmar lo que se siente, en lugar de dejarlo crecer, no nos permite escucharnos ni conocernos mejor.


He notado que en algunas ocasiones he sentido el deseo de detener el tiempo o, por el contrario, acelerarlo: escapar solo para arrepentirme; niégame la sinceridad de buscarlo en otra parte... Y fui consciente de perder una oportunidad, vagones y hasta trenes que en cambio me habrían ayudado a ser más feliz.


Forzar las cosas siempre conduce a un estado de malestar e insatisfacción disfrazada que acecha en nuestro interior, transformada en energía negativa. Al hacerlo, corremos el riesgo de pagar un precio muy alto, porque este malestar puede prolongarse hasta el punto de causar malestar físico y mental: el bloqueo de los sentimientos no impide que encuentren una salida, ni que se conviertan en enfermedad.

“No tengo nada más que un puñado de besos y un ejército

de caricias

sin motivo para invadirte,

pero he visto ciudades enteras

vete a la cima por sonrisas mucho menos bonitas que la tuya... Así que continúa, baraja las cartas, el juego continúa"

-Pablo Benavente-

Es cuestión de tener fe en el tiempo, para que nos ayude a no tomar decisiones precipitadas, arriesgándonos luego a no disfrutarlas al máximo. Además, se trata de no anticipar lo que aún no ha llegado y dejar que lo que está por venir se desarrolle en armonía., sin tratar de evitarlo o cambiarlo antes de que suceda.


¿Cómo se puede hacer esto?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que “dejar que fluya” o “dejar que crezca” no es lo mismo que esforzarse demasiado o no hacer nada; más bien se trata de ser conscientes de que hay muchas cosas que no podemos controlar. Entender esto puede hacer que dejemos de chocar siempre contra la misma pared: la vida cambia de manera constante e impredecible, arrastrando planes, proyectos e incluso a nosotros mismos con ella.

Debemos pensar que todo es transitorio y que hasta el tiempo necesita tiempo: las prisas, obsesiones y necesidades que tenemos hacia él pueden cambiar en cualquier momento. Hay que tener paciencia, porque lo que tiene que pasar, una vez que hemos decidido esperar, pasa.


La felicidad está en las cosas que no planeas, en las que no ves venir"

-Serie: Anatomía de Grey-

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