Las expectativas de los demás y cómo nos afectan

Las expectativas de los demás y cómo nos afectan

Las expectativas ajenas suponen, en muchos casos, la pérdida de originalidad y personalidad del individuo que las sufre.

Las expectativas de los demás y cómo nos afectan

Última actualización: 11 de mayo de 2019

Las expectativas ajenas suponen, en muchos casos, la pérdida de originalidad y personalidad del individuo que las sufre. Según en qué etapa de la vida se encuentre, le afectarán de una forma u otra.

Las expectativas son ideas preconcebidas que nos ayudan a gestionar la gran cantidad de datos a los que estamos expuestos. Es decir, nos ayudan a comprender mejor el entorno que nos rodea, soportando mejor la incertidumbre de no conocer todos los detalles para tomar una decisión.



Al mismo tiempo, nos ayudan a mantener cierta estabilidad emocional, ya que nos ofrecen la información que necesitamos para saber abordar los hechos que puedan ocurrir. En ese sentido, las expectativas son realmente útiles, pero tenemos que aceptar que pueden no ser reales. Como resultado, no siempre se materializarán y no tenemos que sentirnos como un fracaso por ello.

Las expectativas de los demás pueden influir en nosotros hasta tal punto que perdamos nuestra originalidad.

¿Por qué creamos expectativas?

Las expectativas son útiles para comprender el mundo que nos rodea y para convertirse en parte integral de él. Somos en su mayoría el resultado de una remodelación continua, comenzando con nuestra infancia. De hecho, esta formación se realiza a partir del modelo de padres, tutores, profesores, amigos y demás personas que nos acompañan en nuestro camino de vida.


garantía de supervivencia Los seres humanos necesitan vivir en armonía con los demás.

Asimismo, nosotros mismos creamos expectativas de los demás, lo que no solo ayuda a que los demás se adapten, sino que también nos permite dejar de adaptarnos para moldear a los demás. Esto se convierte en un juego paralelo de cambios, cuyas causas se alternan.



Aceptación de la realidad

Todos tenemos una personalidad, más o menos definida, que nos influye internamente, en las relaciones interpersonales y en muchos otros aspectos de la vida. Esto significa que, por conscientes que sean de la dinámica del funcionamiento de los prejuicios, no siempre seremos persuadidos por los cambios que otros quieren hacer en nosotros. Justo entonces entra en juego la fuerza de la personalidad.

Para esto, la verdad es que no podemos adaptarnos a todos, ya que no todas las personas esperan lo mismo de nosotros. En consecuencia, nos beneficiaremos de aceptar una idea: no podemos complacer a todos. Al mismo tiempo, tampoco es nuestro deber satisfacer las expectativas de los demás.

Los efectos de las expectativas de otras personas.

Podemos encontrarnos ante una dificultad importante: expectativas que no creemos cumplir o que no cumplimos provienen de personas de las que depende nuestra estabilidad afectivo, familiar, laboral. Si, como consecuencia del efecto Pigmalión, un jefe se hace una idea negativa de un empleado, actuará en consecuencia, aunque el empleado no tenga la culpa.

Si al comienzo de una relación esperamos más de lo que realmente sucederá, es probable que esa relación no se desarrolle de manera sana y positiva, y que dé paso a la frustración, la recriminación y otras emociones negativas.

En el campo de la educación, se ha demostrado que los alumnos valorados por los profesores disfrutan de ventajas durante su formación: reciben más atención, reciben retroalimentación con más frecuencia y cuando cometen errores se les brindan más oportunidades para remediarlo.


¿Está en nuestro poder cambiar las expectativas de los demás?

Tan complicado como es, podemos influir en la imagen que los demás tienen de nosotros. Si esta imagen es negativa, podemos cambiar su forma de pensar con nuestras acciones.


A pesar de esto, no siempre es posible cambiar las expectativas de los demás, por lo que lo mejor será invertir nuestras energías para incidir en las expectativas de las personas que nos importan: familia, amigos, compañeros de trabajo. Nuestra estabilidad depende en gran medida de ellos.


Como seres humanos, nos es más fácil equivocarnos que hacer lo correcto, por lo que es fácil hacerse una idea negativa de los demás. Pero es importante intentar revertir esta tendencia, ya que, en definitiva, tendemos a confirmar esa imagen que hemos creado con nuestros comportamientos. Así pues, si pensamos que la persona que tenemos delante es gruñona, lo más probable es que nosotros mismos nos comportemos de esa forma y que, por tanto, el otro acabe confirmando nuestras expectativas.


Controlando la influencia de las expectativas, solo contribuiremos a nuestra salud. Por otro lado, es bueno tratar de limitar las expectativas negativas sobre los demás, especialmente si son infundadas. De esta forma, evitaremos que los demás tengan una idea negativa de nosotros.

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