Las emociones que nos vuelven violentos

Las emociones que nos vuelven violentos

Las emociones que nos vuelven violentos

Última actualización: 09 de mayo de 2018

Las emociones preceden a la conducta. Activan señales fisiológicas y estructuras mentales que ayudan a agrupar recuerdos. Sin embargo, más importante aún, Las emociones actúan como causas del comportamiento humano..

Las emociones nos impulsan a comportarnos de formas diferentes, a veces incluso violentas. Hay emociones que nos vuelven violentos. O mejor dicho, una emoción no nos vuelve violentos en sí misma, sino que es la combinación de diferentes emociones la que puede empujarnos a usar la violencia.



Comúnmente, las emociones se entienden como una reacción psicofisiológica que las personas experimentan a nivel individual. Sin embargo, gracias a la empatía podemos contagiar emociones y hacer que otras personas sientan lo mismo. Esto también sucede a nivel de grupo. Un grupo puede experimentar la misma emoción; los miembros del mismo grupo pueden sentirse culpables o enojados con otro grupo. Este es el punto de partida para entender las emociones que nos hacen violentos.

Hipótesis ANCODES

La hipótesis ANCODI, cuyo nombre deriva de la traducción al inglés de tres emociones: ira, desprecio y asco (en inglés, respectivamente, ira, desprecio y disgusto), indica que la mezcla de estas tres emociones puede llevarnos a usar la violencia. La hostilidad y la violencia son el resultado del odio, la ira.

Las emociones se pueden transmitir a través de la narración, que por tanto se convierte en una vía para fomentar las emociones de un grupo. Por ejemplo, el discurso de odio dirigido contra un grupo minoritario o un grupo considerado enemigo.

La hipótesis de ANCODI sugiere que un hecho pasado, o la narración de un hecho, produce indignación y, por tanto, ira. Estos hechos son evaluados desde una posición de superioridad moral del grupo, lo que configura la inferioridad moral del otro grupo y conduce precisamente al desprecio. El otro grupo es valorado como un grupo separado, a evitar, rechazar e incluso eliminar. Esto se logra a través del asco.



Las emociones que nos vuelven violentos pasan por un proceso de tres pasos que describimos a continuación.

Cómo las emociones nos vuelven violentos: 3 pasos

Indignación basada en la ira

En una primera fase aparece la ira. La ira es una emoción que se expresa a través del resentimiento y la irritabilidad. Las manifestaciones externas de la ira se pueden encontrar en la expresión facial, el lenguaje corporal, las respuestas fisiológicas y, en ciertos momentos, las demostraciones públicas de agresión. La ira descontrolada puede afectar negativamente la calidad de vida.

Al principio, ciertos hechos nos llevan a percibir una injusticia. Estos eventos conducen a la búsqueda de un culpable, que puede ser una persona o un grupo. En estos casos es habitual tener la impresión de que el culpable amenaza el bienestar de nuestro grupo o nuestra forma de vida. Tales interpretaciones están cargadas de ira que se dirige hacia el culpable..

Superioridad moral basada en el desprecio

En la segunda fase se suma el desprecio, que es un sentimiento intenso de falta de respeto, o reconocimiento, y aversión. El desprecio supone la negación y la humillación del otro, cuyas capacidades e integridad moral son cuestionadas. El desprecio implica un sentido de superioridad. Una persona que siente desprecio por otra, mira a esta última con condescendencia. La persona despreciada es considerada indigna.

Los grupos comienzan a reinterpretar las situaciones que provocan la ira y los hechos identificados en la primera fase. Esta valoración de los hechos se realiza desde una posición de superioridad moral. Esto implica que el grupo es considerado culpable por ser moralmente inferior.. Esto, a su vez, nos incita a sentir desprecio por este grupo.


Eliminación basada en el disgusto

En la última fase aparece el asco, que es una emoción primaria provocada por la percepción del contagio o de los agentes de la enfermedad. Es universal, no solo en la forma en que se manifiesta, sino también en términos de sus desencadenantes. Tales cosas nos enferman a nivel global, como la putrefacción. El asco es una emoción moral que a menudo se utiliza para sancionar las creencias y la conducta moral de las personas.


En esta fase se produce otra evaluación de los hechos y se llega a una conclusión. Esta conclusión es muy simple: es necesario distanciarse del grupo culpable. Otra posibilidad, más fuerte, es que sea necesario eliminar este grupo. Esta es una forma más extrema, cuyas ideas son promulgadas por la emoción del asco.


Como hemos visto, la combinación de estas tres emociones puede tener consecuencias desastrosas. Estas emociones que nos vuelven violentos conducen a percepciones distorsionadas que nos llevan a llegar a conclusiones negativas. Y, en última instancia, conducta hostil. Es fundamental una regulación y comprensión de las emociones similar a la que produce la inteligencia emocional.

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