La prudencia es la inteligencia de los valientes

La prudencia es la inteligencia de los valientes

La prudencia es la inteligencia de los valientes

Última actualización: 24 de abril de 2017

La prudencia es un valor que muchas veces subestimamos o ignoramos, porque nos resulta aburrido. Por el contrario, hay otras cosas que consideramos injustas, pero que nos divierten y parecen tener la función de ayudarnos a socializar, como el cotilleo. En cuanto al coraje, pues, solemos confundirlo con la temeridad, sin considerar que la línea de prudencia que separa estas dos esferas es verdaderamente notable.



El valiente considera sus miedos, el temerario los desprecia y no los calcula. Por eso el valiente rara vez falla, mientras que el temerario acaba siendo víctima de su mala percepción del riesgo.

A todos, a unos más ya otros menos, nos gusta hablar de nosotros mismos o de otras personas, pero a veces no evaluamos bien las consecuencias de nuestros actos y nos salimos del camino. Este comportamiento, lejos de mejorar nuestra capacidad de socialización, tiende a distanciar a las personas de nosotros.

Cuando una persona es imprudente, los demás dejan de confiar en él, porque si no respeta a la persona que está criticando frente a nosotros, no nos respetará cuando esté con otras personas.

El imprudente, además, muchas veces trata de ser el centro de atención, por sus manías de ser el protagonista.. Detrás de este comportamiento se esconde una gran necesidad de aprobación, que la persona trata de satisfacer mediante comentarios inapropiados. El imprudente que quiere congraciarse con los demás y subestima la importancia de la forma en que lo hace, acaba por perder toda la estima de los demás.

¿Cómo es la gente cautelosa?

Las personas prudentes, al menos en público, muestran respeto por los demás. No cuentan secretos, no critican ni avergüenzan a los demás, no los provocan. De lo contrario, las personas prudentes suelen desarrollar lazos de amistad muy estrechos, porque sus amigos saben que pueden confiar ciegamente de ellos y ese es precisamente el sentimiento que suscitan en los demás.



Las personas que practican la prudencia no temen a los silencios. No necesitan llenar la conversación con un monólogo innecesario para seguir siendo el centro de atención.. Son personas que saben escuchar y que respetan los turnos de palabra, algo muy importante si queremos que los demás estén contentos con el tiempo que comparten con nosotros.

Además, una persona prudente es reflexiva: sabe cuándo decir las cosas, en qué contexto y en qué momento. Y, antes de decirlas, piensa siempre en las consecuencias que podrían tener sus palabras.

A veces hacemos el ridículo y no pasa nada. Errar es de humanos y lo importante es aprender y pensarlo primero la próxima vez. Si bien los momentos en los que nos arrepentimos de no haber dicho algo quedan grabados en nuestra memoria de manera más profunda, en realidad los momentos en los que sucedió todo lo contrario, o en los que hemos dicho algo que no queríamos decir, son más frecuente.

Además, las personas que valoran la prudencia suelen ser personas empáticas. Se permiten el espacio necesario para ponerse en el lugar del otro y esto les permite alcanzar niveles más profundos de intimidad. Una persona prudente a menudo también puede confiar en otros valores asociados con esto, como el respeto y la lealtad.

¿Cómo podemos llegar a ser personas más prudentes?

Como hemos visto, ser prudente tiene la gran ventaja de fortalecer nuestras relaciones sociales y también hace que los demás nos vean como personas más educadas, respetuosas y confiables.

La prudencia es una habilidad que se puede entrenar, pero hay que ser constante y seguir unos pasos concretos. Según la psicóloga Patricia Ramírez, gracias a la formación podemos convertirnos en personas con las que es más agradable pasar el tiempo.


1. Pregúntate si es el momento y lugar adecuado para contarlo

Muy a menudo contamos secretos íntimos, tanto nuestros como de otras personas, en contextos que no están entre los más apropiados. Primero debemos preguntarnos si las personas que tenemos delante quieren escuchar lo que vamos a contar, si es relevante en el contexto en el que nos encontramos y si no es mejor callarnos la boca y guardarnos ese secreto.


2. Pregúntate si estás engañando a alguien al contarle esa cosa

Si estás a punto de contar un secreto sobre alguien o alguien que ha sido compartido contigo, piénsalo dos veces e intenta no hacerlo. Si cuentas un secreto, los demás pensarán que eres incapaz de guardarte las cosas y ya no confiarán en ti, porque darás la impresión de ser desleal.

3. Pregúntate si lo que vas a contar es demasiado íntimo para hacerlo público

¿De verdad quieres que todo el mundo conozca tus problemas más personales? Probablemente no. Hay temas de los que no se puede hablar con cualquiera, por muy simpáticas que sean esas personas. Tenemos que pensar con qué confidentes podemos hablar abiertamente y con cuáles no.

4. Pregúntate si tienes permitido contar esa anécdota

Si alguien te ha dicho algo pero no te ha dado permiso para decírselo a otros, no lo hagas. Vosotros no sois los maestros de esa anécdota, así que que la cuente su protagonista si quiere. No lo hagas.


5. Practica la escucha activa

No se trata solo de hablar: escuchar es extremadamente importante y a todos les gusta ser escuchados. No hables por hablar y mucho menos para interrumpir a los demás. Escuche, entonces tendrá tiempo para hacer otra pregunta. No tengas miedo al silencio, es una buena oportunidad para darle el turno al diálogo con la otra persona.

6. No des opiniones ni consejos a menos que te lo pidan

Puede ser muy molesto. Es mucho mejor preguntarle al otro si quiere que le des un consejo, antes de tirar frases solo porque te gusta. Lo que a nosotros nos funciona puede que al otro no le funcione, y seguro que tendrá más experiencia en sus problemas y sabrá cómo solucionarlos.


7. No critiques si la crítica no es constructiva

Si tu crítica no es buena para nadie, ¿por qué hacerlo? Todo lo que tengamos que decir sobre los demás debe tener el objetivo de aportar algo, no quitárselo. De nada sirve decirle a una persona que no nos gusta nada su vestido si no está en condiciones de cambiarlo o si no tenemos mejores alternativas que ofrecerle.

8. No hagas ningún favor si quieres que te lo devuelvan a toda costa

Los favores se hacen por el puro placer de ayudar a los demás, nunca con la intención de que se los devuelvan. No debemos esperar nada a cambio ni andar presumiendo de ayudar a alguien.

¿A qué esperas para convertirte en personas más prudentes? El respeto, la educación, la lealtad y la confianza son valores complicados de cultivar, pero que todos deberíamos albergar en nuestro interior.. Incluso desde un punto de vista egoísta, piensas que cultivarlos te traerá una enorme cantidad de beneficios humanos y sociales.

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