La ira es una "pequeña locura": los secretos de los estoicos para contenerla

La ira es una

La gente se enoja por cualquier motivo, desde el más mundano, como que alguien robe su plaza de aparcamiento, hasta mucho más grave, como las terribles injusticias del mundo.

Pero lo cierto es que a diario solemos enojarnos por motivos triviales, por eso la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) tiene una sección dedicada exclusivamente al manejo de la ira. Curiosamente, sus propuestas se parecen mucho a uno de los tratados más antiguos sobre la ira escritos por el filósofo estoico Lucius Annaeus Seneca.



Séneca pensaba que la ira era una locura breve, y que incluso en los casos en los que está justificada, como cuando presenciamos una injusticia o la sufrimos personalmente, nunca debemos reaccionar enojándonos porque, en sus palabras: "otras emociones afectan nuestro juicio, pero la ira afecta nuestra salud mental, otras emociones vienen en forma de ataques suaves que pasan desapercibidos, pero la mente del hombre es propensa a caer repentinamente en la ira ”.

Este filósofo se refería a que, a diferencia del resto de emociones, muchas veces la intensidad con la que reaccionamos ante la ira no es proporcional a la causa que la originó. Por ejemplo, si ganáramos 200 euros en la lotería estaríamos felices, pero si los euros fueran 500.000 estaríamos encantados. Lo mismo ocurre con las pérdidas, el alcance de nuestra tristeza o dolor dependerá del grado de la pérdida y su importancia. Esto no sucede con la ira. Solemos reaccionar de forma desproporcionada, independientemente de la causa.

Las redes sociales son un medio perfecto para verificar lo que dijo Séneca hace muchos siglos. Muchas personas reaccionan con inmensa ira a cualquier opinión que esté más allá de sus propios patrones de pensamiento. El problema es que la ira, además de causar un daño totalmente innecesario a los demás, también afecta a quienes la padecen. Al respecto, Séneca dijo: "la ira es como un ácido, puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que a cualquier cosa sobre la que se vierte".



La idea de Epicteto: ser como una roca

La buena noticia es que podemos aprender a manejar esta "pequeña locura". Podemos poner en práctica el consejo de otro filósofo estoico, Epicteto, que instruyó a sus alumnos diciéndoles: “Recordad que somos nosotros los que nos atormentamos, los que creamos dificultades; es decir, son nuestras opiniones. Por ejemplo, ¿qué significa ser insultado? Párate al lado de una roca e insulta, ¿qué obtienes? Si alguien reacciona a los insultos como una piedra, ¿qué obtiene la persona que insulta con sus palabras? "

Él estaba en lo correcto. Es obvio que no somos rocas y desarrollar esta actitud inexpresiva hacia los insultos requiere tiempo y mucha práctica, pero una vez que lo hacemos, las cosas cambian. Lo más curioso es que cuando alguien nos insulta, pero nos negamos a seguir el juego, esa persona sigue acumulando enfado mientras mantenemos nuestra serenidad y paz interior. En la práctica, es como rechazar un "regalo no deseado" que solo puede dañarnos.

Por supuesto, siempre habrá quien diga que la ira es una respuesta adecuada a determinadas situaciones injustas, y que, con moderación, puede ser una fuerza que nos motive a actuar. Sin embargo, este discurso suele surgir del deseo de venganza, otra emoción que no nos lleva a una conclusión positiva, o de la frustración y la sensación de no poder tomar el control de otra forma que no sea a través de la fuerza y ​​la violencia.

En cuanto a la ira moderada, Séneca solía decir que es como hablar de cerdos voladores: simplemente no existe tal cosa. La ira nunca puede ser moderada. Cuando se trata de motivación, los estoicos preferían que nos sintiéramos impulsados ​​a la acción por emociones positivas, como el deseo de hacer justicia, ayudar a alguien o hacer del mundo un lugar mejor. Desde esta perspectiva, la ira es innecesaria y, de hecho, a menudo nos lleva a tomar malas decisiones.



Esto no quiere decir que debamos sentirnos mal cuando aparece ya que es una emoción y, como tal, hay que validarla, pero no es necesario aferrarse a ella y dejarla crecer.

5 trucos de los filósofos estoicos para manejar la ira

1. Haz meditación preventiva; significa que debes reflexionar sobre situaciones que normalmente desencadenan tu ira. Luego, decida cómo reaccionará cuando vuelva a suceder. Muchas veces recurrir a la visualización es de gran ayuda porque te permitirá manejar esa emoción en un contexto inofensivo y luego, cuando vuelva a ocurrir, no perderás los estribos pero sabrás exactamente cómo comportarte.

2. Aprenda a detectar los primeros signos de ira para poder detenerlos a tiempo. Si espera demasiado, la ira explotará y no podrá contenerla. Te ayudará mucho pensar en la ira como si fueran solo nubes en tu mente, ya están ahí, pero si no te aferras a ellas pueden seguir su curso llevados por el viento.


3. Cultiva la paz interior. Si estás en paz contigo mismo, si te sientes sereno y tranquilo, será difícil que la mecha de la ira se encienda en ti. En muchas ocasiones, el enfado es expresión de irritabilidad interna y enfado, por lo que conviene cultivar un estado de relajación interior y tranquilidad en el día a día. Recuerde que una mente relajada no suele enfadarse.

4. Practique el distanciamiento cognitivo, o lo que Séneca llama "retrasar" la respuesta. Se trata de tomar un respiro cuando las cosas amenazan con salirse de control, para que puedas tomar una distancia psicológica de la situación que te permita responder con sabiduría, en lugar de simplemente reaccionar.

5. Cambie su cuerpo para afectar su estado de ánimo. Las emociones afectan las posturas que adoptas, pero también puedes moderarlas cambiando tu postura. Por ejemplo, ante los primeros signos de enfado, es conveniente bajar la voz, intentar respirar hondo y caminar más despacio. Estas pequeñas señales le dirán a su cerebro que todo está bien y que no hay necesidad de responder con ira.


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