La gente insoportable que viola nuestros derechos

La gente insoportable que viola nuestros derechos¿Alguna vez te has preguntado cómo sería el mundo si todos se comportaran como tú? Esta es una pregunta que siempre me ha perseguido, pero que lucha por salir de mi boca cada vez que el vecino sube la música a tal punto que incluso los extraterrestres (en el improbable caso de que existan), se verían obligados a usar tapones para los oídos. .mis oídos en su planeta, o cada vez que hago cola en una oficina pública y alguien habla por teléfono lo suficientemente alto como para obligarme a conocer las desgracias de la prima Juanita (un detalle que por supuesto hubiera preferido prescindir yo mismo). O cada vez que alguien ocupa dos plazas de aparcamiento, aunque su microcoche encajaría perfectamente en un tercio del espacio, o cuando alguien tira basura al suelo, aunque tenga un cubo de basura a solo cien metros de distancia., Los ejemplos son muchos, desafortunadamente, demasiados para enumerarlos todos. Sin embargo, todos tienen un denominador común: estas personas piensan que están solas en el mundo, incluso si solo necesitan mirar a su alrededor para comprender que este no es el caso.

¿Por qué a algunas personas les importa un carajo todo y todos?

– Egocentrismo. Cuando un niño es muy pequeño, se comporta de manera egocéntrica. Quiere captar la atención y el cariño de sus padres y no le gusta compartir sus cosas. Pero a medida que crezca, debería deshacerse de ese egoísmo comenzando a comprender cómo piensan los demás. Cuando el niño descubre la teoría de la mente, comienza a abandonar su egocentrismo y comienza a desarrollar empatía. Sin embargo, aparentemente hay muchas personas que están atrapadas en la etapa del egocentrismo, asumen que sus propias necesidades son primordiales y no quieren reconocer las necesidades y derechos de los demás. Actúan como niños.




- La falta de empatía. En teoría, la empatía es una habilidad que todos tenemos y que se basa en el trabajo de las neuronas espejo. Si vemos a alguien con dolor, ciertas áreas relacionadas con el dolor se activan en nuestro cerebro. Para que podamos hacernos una idea de lo que siente la otra persona, nos ponemos en su lugar. Cuando hemos desarrollado una buena empatía, podemos pensar en cómo se siente la otra persona si nos comportamos de cierta manera y, por lo tanto, también podemos ajustar nuestro comportamiento en consecuencia. Obviamente, las personas que violan sistemáticamente los derechos de los demás no son muy buenas para ponerse en el lugar de los demás, no piensan mucho en las consecuencias de sus acciones.


- una cuestión de costumbre. Algunas personas invaden su espacio vital simplemente porque no se dan cuenta de que lo están haciendo. Han adquirido ciertos hábitos que a menudo provienen del entorno en el que crecieron y creen que estos comportamientos son normales y tolerables. De hecho, no es sorprendente descubrir que los niños y adolescentes que gritan simplemente imitan el estilo de comunicación de sus padres. Al permanecer ajenas a las reglas básicas de la educación formal, estas personas no las respetan y muchas veces terminan violando los derechos de quienes les rodean.

- Rigidez funcional. La flexibilidad para adaptar el comportamiento a las necesidades de las diferentes situaciones a las que nos enfrentamos cada día es una habilidad que no todo el mundo ha desarrollado. Como resultado, estas personas exhiben virtualmente los mismos patrones de comportamiento en casa, en el bar o en la oficina. Esto es lo que se denomina: "rigidez funcional" y se reconoce por el hecho de que estas personas "desafinan" en muchos lugares, porque no saben adaptarse al contexto.


- Egoísmo puro y simple. Hay personas a las que les importa un comino todo y todos, simplemente porque no les importa violar a sabiendas los derechos de los demás. Mientras que las personas egocéntricas están atrapadas en su mundo y apenas se dan cuenta de que los demás también existen, el egoísta es consciente de las consecuencias de sus acciones, sabe que puede resultar molesto para otra persona, pero en gran medida se preocupa. El ejemplo típico es el de la persona que nunca reconoce sus errores y se enoja mucho cuando se los señala. Para esta persona, el problema no es de él, es tuyo, eres tú quien tiene que adaptarse a su estilo de vida, aunque esto sea una gran molestia para ti, una molestia que podría haberse evitado con un pequeño gesto de su parte. Un acto que, huelga decirlo, nunca llega.


Tratar con personas que no se preocupan por los demás es bastante complicado, especialmente porque casi nunca admiten que están equivocados y, en última instancia, siempre eres el malo, sin importar lo que estipulen los "Convenios de Ginebra".

Sin embargo, dado que la esperanza es siempre la última en morir, podemos intentar ver cómo acabar con estos comportamientos. En primer lugar, siempre es mejor no confrontar a la persona en cuanto haya cometido el "hecho", porque en ese momento estarías demasiado nervioso y la persona estará menos dispuesta a ceder. Idealmente, sería recomendable hacer esto al día siguiente comentandole que no le gustó su comportamiento. No lo hagas en tono recriminatorio, sino con la intención de encontrar una solución que sea aceptable para ambos.


En este caso, es posible utilizar la técnica del “sándwich”, que tiene como objetivo hacer entrar una crítica para que sea bien aceptada. Comience por indicar una cualidad positiva de la persona, luego continúe señalando lo que cree que debería mejorar y concluya con palabras de aliento.

En el caso de una persona a la que no volverás a ver, pero que te molesta, usa un tono amigable pero firme, y sin dudarlo. Elija una oración corta y ofrezca una explicación igualmente breve. Por ejemplo, podría decir: "Podría hablar en un tono más bajo, me duele mucho la cabeza". Se ha demostrado que cuando incluimos un motivo en nuestras solicitudes, aumenta la probabilidad de que la otra persona acepte.

Por último, siempre está la conocida técnica del avestruz que no es menos eficaz. De hecho, considerando que no podemos cambiar el mundo, tendremos que adaptarnos (o perecer).

Una consideración final para aquellos que no respetan los derechos de los demás:


Imagina por un momento que todos en el mundo se comportan como tú.

¿Te gustaría vivir en un mundo como este?

No me parece.

Por lo tanto, trate a los demás como le gustaría que lo trataran a usted.

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