La falsa paz de la zona de confort

La falsa paz de la zona de confort

La falsa paz de la zona de confort depende del autoengaño. Nos hace pensar que si no nos exponemos a lo nuevo y a la incertidumbre, nos sentiremos más tranquilos. Sin embargo, al hacerlo seremos prisioneros de nuestros miedos.

La falsa paz de la zona de confort

Última actualización: 04 de enero de 2021

La zona de confort está formada por todas aquellas circunstancias a las que nos adaptamos pasivamente y que, por tanto, ejercen una cierta influencia sobre nosotros. En la superficie esto nos da tranquilidad, pero es una falsa paz porque la vida es dinámica y tarde o temprano tendremos que afrontar el cambio, por mucho que nos resistamos.



La zona de confort no es el espacio ideal para desarrollar la capacidad de adaptación a lo nuevo. De hecho, es todo lo contrario. Cuanto más nos acomodemos en la rutina y nos movamos solo en el ámbito de lo conocido, más difícil será anticipar y hacer frente a los cambios.

Por eso se dice que en la zona de confort reina una falsa paz. No es la tranquilidad de quien tiene confianza en sí mismo, sino la de quien tiene la ilusión de controlarlo todo. A medida que nos alejamos de la zona de confort, esta falsa paz desaparece y se convierte en inseguridad y angustia. La tranquilidad en ese caso no depende de la persona, sino de la estabilidad de las circunstancias: por eso es tan frágil.

“La única forma de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá, hacia lo imposible”.

-Arthur Clarke-

La relación entre la zona de confort y el miedo

Uno de los aspectos más preocupantes de la zona de confort es que se construye alrededor del miedo. Cuando una persona se enfrenta a circunstancias y personas que le son familiares, se siente segura. El objetivo es minimizar la incertidumbre. y por eso tendemos a delimitar un territorio subjetivo del que no queremos salir.



La zona de confort se define principalmente por el miedo, el miedo al cambio. Todo lo que está fuera del territorio conocido se experimenta como una amenaza. Lo nuevo, lo diferente, lo desconocido es considerado amenazante para quienes viven así su vida. La falsa paz que sientes deja de existir cuando sucede algo inesperado.

Debido a este miedo latente, muchos definen la zona de confort como una zona peligrosa porque quienes se instalan allí se vuelven cada vez más vulnerables. Tu seguridad y tranquilidad depende únicamente de factores externos, que puede cambiar en cualquier momento.

Una falsa paz que tiene un precio

Además de lo dicho hasta ahora, los que se quedan en su zona de confort él tampoco se siente completamente seguro allí, incluso si no se produce ningún cambio. Su dependencia total de ciertas circunstancias a menudo le provoca una profunda ansiedad y falsas creencias.

Mientras está a salvo, la persona fantasea con los posibles riesgos que podrían surgir. Esto provoca angustia y acaba con la falsa paz que debería reinar.

Cuando alguien se opone a cruzar el límite de la zona de confort, tiene que pagar un alto precio. El ejemplo más común es el del empleado que odia su trabajo pero no lo deja por nada del mundo. No es fácil hacer un trabajo que no te gusta, pero el miedo a enfrentar lo desconocido y la incertidumbre a veces son fuentes de mayor angustia.

Los que se quedan en la zona de confort ya no están tranquilos, ni más felices. Simplemente crea un escondite para enfrentar el miedo. Con esto no resuelve sus inseguridades, al contrario las exacerba.


La única forma de superar los miedos es salir de la zona de confort

La única forma de superar los miedos es enfrentándolos, eso lo sabemos todos, aunque a veces intentemos ignorarlos. Mirar el miedo a la cara nunca es agradable, nos lleva a nuestros límites y provoca sensaciones bastante agradables. Experimentemos el miedo, por un momento, en su mayor intensidad.



Después de todo, permanecer en la zona de confort es una forma de declarar que nos sentimos incapaces de lidiar con muchas dinámicas. Es cierto que no somos capaces de todo, no somos inmortales ni podemos evitar el sufrimiento. No obstante, podemos encontrar nuestro equilibrio de nuevo.


Cuando confiamos en nosotros mismos de manera razonable, los miedos recuperan sus verdaderas dimensiones. Nos invade una sensación de tranquilidad que no es lo mismo que la falsa paz de la zona de confort, sino a mejores expectativas respecto a nuestra persona. Esta confianza es necesaria para transformar nuestra vida en lugar de atrincherarnos en un rincón que nos protege, sí, pero que nos aprisiona.

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