La Dieta Disociata

La Dieta Disociata

¿Qué es la dieta disociada?

La dieta disociada, descrita por primera vez en el libro Food Allergy, publicado en 1931 por el Dr. William Howard Hay, es una dieta muy extendida en todo el panorama dietético internacional.


El leit motiv de esta dieta está representado por la posibilidad de ganar en bienestar y forma, a través de la correcta asociación de los distintos alimentos.

En particular, la dieta disociada clásica y sus variantes se basan en reglas muy estrictas, que prohíben la asociación de determinados alimentos dentro de una misma comida o incluso en el mismo día.


Este concepto ha sido retomado y revisado por otros autores, dando lugar a una larga lista de dietas basadas, al menos en parte, en la teoría de las "combinaciones de alimentos buenos y malos".

Reglas para seguir

Precisamente en virtud de esta heterogeneidad, intentaremos clasificar, por orden de importancia, las 10 reglas principales en las que se basan las dietas disociadas.

Asociar correctamente los alimentos significa:

  1. En la misma comida, coma un solo alimento concentrado o varios alimentos "compatibles" (generalmente pertenecientes a la misma categoría)
  2. No combine alimentos ricos en proteínas con otros alimentos a base de carbohidratos en la misma comida, especialmente si son ricos en azúcar
  3. Evite combinar fuentes de proteínas de diferente naturaleza (por ejemplo, carne y pescado o legumbres y productos lácteos)
  4. Consuma carbohidratos complejos y azúcares en comidas separadas.
  5. Abandonar el hábito clásico de terminar la comida con fruta y / o postre; mejor consumir estos alimentos solos y en diferentes momentos del día
  6. El equilibrio corporal se ve perturbado por el estilo de vida moderno, que favorece la acumulación de toxinas hasta el punto de comprometer la funcionalidad de todo el organismo. Para defenderse de los peligros de esta peligrosa condición, es necesario incrementar el consumo de frutas, verduras, batidos y caldos de verduras que, junto con la moderación calórica y las correctas asociaciones alimentarias, favorezcan la desintoxicación del organismo.
  7. Mientras que la dieta disociada favorece la ingesta de alimentos vegetales, por otro advierte de los peligros de una dieta demasiado rica en productos animales (enfermedades cardiovasculares, metabólicas y algunos cánceres)
  8. El consumo de carbohidratos debe ser máximo durante las primeras etapas del día y disminuir gradualmente a medida que se acerca a la cena.
  9. La comida más abundante debe tomarse de 13:16 a XNUMX:XNUMX horas, prestando siempre atención a no asociar carbohidratos y proteínas.
  10. La cena debe ser rica en alimentos con proteínas y excluir casi por completo los carbohidratos, con la excepción de los complejos contenidos en las verduras o en cantidades modestas de cereales integrales.

Los primeros siete puntos son la columna vertebral de las dietas disociadas más atentas al aspecto de la salud y orientadas sobre todo a la prevención de problemas gastrointestinales relacionados con los malos hábitos alimentarios (aerofagia, flatulencia, fatiga, pérdida de concentración posprandial, etc.).



En cambio, las reglas 8, 9 y 10 son más comunes en las dietas destinadas a atletas y personas que desean ganar en línea y eficiencia física (ver cronodieta y supercompensación de glucógeno).

Base fisiológica

Las reglas que propone la dieta disociada no se dejan al azar, sino que se basan en una base científica más o menos sólida.

De hecho, todo el proceso digestivo está mediado por una serie de reacciones químicas, mecánicas y enzimáticas que interactúan entre sí.

Veamos algunos puntos clave:

  • mientras que los carbohidratos simples se digieren y absorben muy rápidamente, los alimentos con almidón, después de ser parcialmente digeridos por la amilasa salival (ptialina), requieren un proceso más laborioso que se completa en el intestino delgado. Por tanto, los dulces y las frutas azucaradas deben consumirse solos y entre comidas, a excepción de las manzanas y la piña.
  • Mientras que a nivel gástrico la digestión de proteínas aprovecha un ambiente particularmente ácido, las mismas condiciones inhiben la actividad de la ptialina. Gracias a su efecto retardador de la secreción de ácido clorhídrico en el estómago, las grasas dificultan la digestión de las proteínas pero favorecen la de los almidones, que se benefician de un entorno próximo a la neutralidad.
  • Por lo tanto, luz verde para la unión de grasas y alimentos con almidón, luz roja en cambio para la asociación de proteínas con alimentos ricos en carbohidratos. Algunos partidarios de la dieta disociada permiten combinar alimentos proteicos ricos en grasas con pequeñas cantidades de almidones, mientras que la asociación de proteínas y vegetales siempre está bien valorada, que por su aporte en sales favorecen la acción enzimática y contrarrestan los procesos de putrefacción. .
  • Los puntos 8, 9 y 10 se basan en cambio en el estudio de los ritmos circadianos y en la influencia de varias hormonas en el metabolismo corporal (para más información, consulte: Chronodieta del Dr. Todisco).

¿Funciona la dieta disociada?

Llegados a este punto cabe preguntarse si las reglas bioquímicas y fisiológicas expuestas en este último párrafo son suficientes para decretar el éxito y el carácter científico de la dieta disociada.



En principio, la respuesta es negativa, ya que un organismo sano es perfectamente capaz de tolerar las más dispares asociaciones de nutrientes, ¿conoces la expresión: "esa persona digeriría hasta piedras"?!.

Sin embargo, esta simple observación no nos autoriza a demonizar la dieta disociada ni a burlarnos de quienes nos apoyan. De hecho, algunos aspectos de este modelo alimentario merecen la debida atención.

Son encomiables, por ejemplo, los consejos de aumentar la proporción de alimentos vegetales en la dieta, distribuir la ingesta calórica en al menos tres comidas principales y no exagerar con grasas y condimentos.

Es más difícil ponerse de acuerdo sobre el papel de las correctas asociaciones alimentarias que, aunque importantes y en algunos casos fundamentales para la resolución de los problemas digestivos más habituales, corren el riesgo de restar innecesariamente el gusto, la imaginación y el equilibrio de la dieta.

Muchos de nosotros, por experiencia personal, sabemos que no toleramos la asociación de ciertos alimentos pero esto no nos autoriza a pensar que esta regla sea válida para todos.


Al detenernos en el análisis químico de los alimentos en cuestión, probablemente descubriremos que no es tanto la mezcla particular de macronutrientes lo que nos perturba, sino el alimento en sí. En algunos casos, es suficiente cambiar el origen de los ingredientes o los métodos de cocción para evitar el problema.

Es decir, a veces culpamos a asociaciones alimentarias incorrectas cuando en realidad el problema es otro (intolerancias alimentarias, estrés excesivo, mala masticación, mala cocina, hábitos alimentarios y estilo de vida incorrecto, etc.).

La dieta disociada no es una panacea, sino un modelo alimentario con aspectos positivos y negativos, que hay que conocer y abordar con espíritu crítico. Se equivocan quienes la defienden con la espada pero también quienes la impugnan se equivocan sin tener en cuenta algunos de sus elementos que, a pesar de las críticas, están perfectamente alineados con las últimas adquisiciones relacionadas con la salud.





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