Hay gente que es pobre por su forma de pensar

Hay gente que es pobre por su forma de pensar

Hay gente que es pobre por su forma de pensar

Última actualización: 03 de enero de 2017

Soy una de esas raras personas que piensan que la riqueza no se encuentra en ningún bien material. Ricos son los que invierten en el respeto, los que practican la bondad sin prestar atención al destinatario. Los verdaderos millonarios son aquellos que pueden contar con el respeto y el cariño de amigos y familiares, porque la verdadera abundancia no está en el dinero, sino en la felicidad.



Hay gente que no es pobre por su forma de vida, sino por su forma de pensar. Todos conocemos a alguien que se presenta con la frente en alto, haciendo alarde del brillo deslumbrante de su posición mientras mira al mundo con un aire soberbio. En su corazón no hay empatía, en su mente no hay humildad ni cercanía y no conoce el verdadero sabor de la felicidad.

“La pobreza no deriva de la escasez de riqueza, sino de la multiplicación de los deseos”.

(Platón)

Pensamientos, valores y actitudes forman nuestra verdadera piel, esa que se ve desde afuera y que nos determina en el día a día. Quien sabe respetar crea y consolida grandes lazos; quien cultiva una mente inflexible y rencorosa sólo siembra desconfianza.

Hay gente económicamente pobre que es muy rica de corazón y gente rica que es muy pobre de afecto. Sin duda el nuestro es un mundo complejo y nos vemos obligados a vivir momentos caóticos. Y he aquí una primera reflexión al respecto: valdría la pena esforzarse más para mejorar nuestro mundo interior tan necesitado de nutrientes para recrear un escenario más respetuoso en el que crecer en armonía.


Te invitamos a reflexionar con nosotros.

Las victorias del corazón nos hacen ricos

En los últimos Juegos Olímpicos, celebrados en Río de Janeiro, presenciamos una escena increíblemente conmovedora que ahora se ha vuelto viral. Abbey D'Agostino, atleta estadounidense, y Nikki Hamblin, de Nueva Zelanda, se enfrentaron físicamente durante la final de los 5000 metros. D'Agostino, como se conoció más tarde, se rompió el menisco y el ligamento cruzado en la colisión.


Tras este incidente, la neozelandesa podría haber optado por recuperar la distancia perdida, pero no lo hizo. Se detuvo y decidió ayudar a su rival. Al final, los dos deportistas recorrieron los pocos metros que les separaban de la meta entre lágrimas, dolor y una gran emoción. Fue un gesto desinteresado muy deportivo, una expresión de bondad y grandeza que conmovió a mucha gente.

Tal gesto ciertamente merece una medalla de oro; sin embargo hay quienes han podido decir que Hamblin no debió parar, que debió recuperar el tiempo perdido. Pensar que hay mentes incapaces de empatizar con tales actos es aterrador. La magia del bien no es solo un valor abstracto: es un acto instintivo que habita en nuestro cerebro con un fin muy concreto, asegurar la supervivencia de nuestra especie.

La escena de Nikki Hamblin ayudando a Abbey D'Agostino nos demuestra que un gesto de bondad puede hacer que dos personas alcancen su objetivo. No solo uno, sino ambos. Entonces, más allá de las ideas evolutivas en las que solo sobreviven los más fuertes, hay otros gestos que favorecen la empatía y la colaboración frente a la depredación.


Ser pobre de mente y de corazón significa desperdiciar tu vida

Quitándole la apariencia exterior, la persona que es pobre de mente y de corazón no es tan rica como crees. La especie sobrevive, el más fuerte a veces puede ser el más noble y el mal no siempre triunfa. La mayoría de la gente sigue reaccionando ante las injusticias, el egoísmo y las ofensas. Por eso gestos como los de estos deportistas conmueven con tanta vehemencia a todos.


“Al pobre le faltan muchas cosas, al avaro todas”.

(Publio Sirio)


Es como si escenas de este tipo nos desintoxicaran el corazón para mostrarnos que la bondad no solo sigue triunfando, sino que nos contagia. Sin embargo, hay que decir que el que es pobre de mente y de corazón no siempre actúa maliciosamente: en realidad, le falta reciprocidad y empatía. Su corazón es incapaz de ver más allá del elegante desván de su solitario mundo de egoísmo. Y esto debemos aceptarlo, porque no podemos cambiarlo ni convencerlo de sus errores, ni podemos discutir con él.

El punto está en vivir y dejar vivir. Porque los que son pobres de mente, valores y afectos desperdician su vida. Como si fuera un individuo bizarro que, en el epílogo de su vida, descubre su soledad. Envuelto en un velo de amargura, llega a la conclusión de que el mundo está en su contra, que nadie lo aprecia ni valora lo que ha hecho.


Tal vez desde cierto punto de vista este sea el caso. La bondad siempre vence a la indiferencia y la deja de lado. Tal vez seamos como una bandada de estorninos que avanzan por la vida como si estuvieran coreografiando, sincronizados, como diría Jung. Lo sabemos hacer el bien es necesario para nuestra especie y por eso, ante un acto de altruismo, respeto y amor, nos seguimos emocionando. Seguimos creyendo en la nobleza del alma de los seres humanos.

Imágenes cortesía de Christine Ellger, Cathrin Welz-Stein

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