Gente hipócrita: las mil caras de la falsedad

Gente hipócrita: las mil caras de la falsedad

La gente hipócrita tiene cara pública y privada. Usan diferentes máscaras según la situación. Pretenden ser lo que no son para recibir aprobación social.

Las relaciones con una persona falsa a menudo son complicadas porque nunca estamos seguros de lo que realmente piensa o siente. Y probablemente no tenga reparos en manipularnos para lograr sus objetivos.

Persona hipócrita: definición

La hipocresía es la inconsistencia entre lo que se dice y lo que se hace, o entre lo que se piensa y se siente y lo que se exterioriza. Es una forma de ocultar o reprimir verdaderos deseos, pensamientos y emociones para adaptarse a las expectativas del entorno.



De hecho, la palabra hipocresía deriva del griego hupokrisis que significa "escenario". En ese contexto, un hipócrita, o hupokrités, era simplemente un actor, alguien que pretendía ser otra persona en el escenario.

Pero quizás la mejor definición de hipocresía proviene del político estadounidense Adlai E. Stevenson, quien dijo: "Un hipócrita es el tipo de persona que derribaría una secuoya, construiría un escenario y luego hablaría sobre la conservación de la naturaleza".

Es cierto que, como seres sociales, todos experimentamos un conflicto entre nuestros intereses y los de los demás. No siempre es posible hacer coincidir nuestros deseos con los de los demás. Para resolver este conflicto sin renunciar a nuestro ego y sin generar excesivos roces sociales, desarrollamos diversas estrategias más o menos asertivas que nos permiten conjugar intereses públicos y privados.

Pero hay personas que no han desarrollado estas estrategias, pero prefieren ocultar lo que piensan o sienten. No son personas dependientes ni sumisas, pero utilizan la hipocresía para lograr sus objetivos, aunque al final se trata de una estrategia desadaptativa que crea una profunda disonancia entre el comportamiento y las emociones, creencias e ideas.



¿Cómo desenmascarar a una persona falsa? Los 5 comportamientos de las personas hipócritas

  1. Siempre están dispuestos a castigar a alguien. Sus "altos" estándares morales los llevan a señalar con el dedo acusador a alguien y no es inusual que humillen públicamente a otros. Es una estrategia de compensación mediante la cual intentan centrar la atención en los supuestos errores, debilidades o carencias del otro para que las personas que los rodean no se den cuenta de sus discrepancias y / o hipocresías.
  2. Tienen un aura de superioridad moral. Las personas moralistas suelen estar en algún lugar entre el narcisismo y la superioridad intelectual. Suelen ser víctimas del efecto Dunning-Kruger, por lo que su arrogancia puede hacernos sentir inferiores e inmaduros a la hora de relacionarnos con ellos.
  3. Las reglas nunca se les aplican. Hay reglas y regulaciones, pero solo se aplican a otras. Los hipócritas creen que debido a que tienen un sentido innato de la ley y la moral, están por encima de la ley y no están obligados a obedecerla.
  4. Nunca tienen la culpa, siempre tienen una excusa a mano. Las personas moralistas no reconocen sus discrepancias y errores, incluso si son muy obvios. Estas personas no se disculpan ni admiten su responsabilidad, sino que continuamente recurren a excusas. Para ellos, las circunstancias son siempre un factor atenuante.
  5. Haz lo que digo, no lo que hago. Esta podría ser la máxima de los hipócritas. Sus acciones casi nunca coinciden con sus palabras o su actitud con sus valores reales. Esto se debe a que su principal motivación es verse bien frente a los demás y obtener el mayor beneficio.

Las 3 estrategias que usan las personas hipócritas y falsas

  1. Duplicidad moral. Personas moralistas que continuamente citan razones irreprochables, pero que en realidad no actúan de acuerdo con ellas. Por ejemplo, una persona puede hablar continuamente sobre la importancia de ayudar a los demás, pero cuando se enfrenta a alguien que necesita ayuda, mira para otro lado. O ensalza valores como la fidelidad y la importancia de decir la verdad, pero luego es infiel a la pareja.
  2. Doble moral. Personas falsas y negligentes a la hora de juzgarse a sí mismas, pero que aplican un estricto estándar moral a los demás. Por ejemplo, se enojan si un conductor no se detiene frente a un paso de peatones, pero cuando están al volante hacen lo mismo, recurren a excusas para explicar por qué no se detuvieron. Ven la mota en el ojo de los demás, pero no el rayo en el de ellos.
  3. Debilidad moral. Personas en conflicto con sus actitudes por disonancia cognitiva. Por ejemplo, una persona puede hablar sobre la importancia de ir a votar, pero no participa el día de las elecciones. En este caso falta autocontrol, la persona realmente cree lo que dice, pero a la hora de ponerlo en práctica no tiene la fuerza de voluntad necesaria, aunque no se atreva a reconocerlo públicamente y siga dando moral. lecciones.

¿Por qué la gente es tan hipócrita?

Lo más probable es que se encuentre con más de un hipócrita en su entorno. Y también es probable que te preguntes cómo es posible que no notes la inconsistencia entre sus palabras y sus acciones.



La explicación de este fenómeno proviene de la psicóloga Patricia Linville, quien trabajó en la Universidad de Yale y acuñó el término "autocomplejidad" a mediados de la década de 80. Su hipótesis es que cuanto menos compleja sea la representación cognitiva del yo, más extremas serán las fluctuaciones en el estado de ánimo y las actitudes de la persona.

En otras palabras, algunas personas tienden a percibirse a sí mismas desde una perspectiva muy limitada, por ejemplo, se definen a sí mismas a través de los roles que desempeñan, por lo que piensan que son una "madre sacrificadora" o un "gerente exitoso". El problema es que tener una definición tan limitada de nosotros mismos nos vuelve psicológicamente más inestables y nos impide afrontar las contradicciones inherentes a la complejidad de la personalidad y el entorno.

Para comprender mejor este fenómeno, podemos echar un vistazo a un experimento realizado en la Universidad de Miami. Estos psicólogos pidieron a los estudiantes universitarios que calificaran la importancia de las habilidades de estudio. Posteriormente, les pidieron que recordaran todas las veces que habían descuidado el estudio, con el fin de desenmascarar la posible hipocresía detrás de las primeras respuestas.

Curiosamente, entonces, los estudiantes que tenían menos autocomplejidad eran más propensos a cambiar sus primeras opiniones; es decir, rectificaron indicando que, después de todo, el estudio no era tan importante.

Esto puede explicar por qué algunas personas dicen una cosa y hacen otra. Sus comentarios provienen de una representación del yo que está completamente separada del yo actuando en otras circunstancias. En la práctica, las personas moralistas solo tratan de mantener inmune la identidad que han construido separando sus palabras de sus acciones.


En el caso de los políticos, por ejemplo, es normal que mantengan un discurso conectado a su "ego político" mientras hacen algo diametralmente opuesto en su "ego empresarial" o "familia". De esta forma son capaces de salvar sus diferentes yoes, porque no son capaces de integrarlos.


Estos estudios indican que muchas personas son farisaicas sin darse cuenta. De hecho, a menudo, cuando los confrontamos con sus contradicciones, no los reconocen y se esconden detrás de excusas.

Por supuesto, no todas las personas viven en este estado de "ignorancia moralista". También hay quienes aprenden a explotar la hipocresía, sobre todo cuando se dan cuenta de que seguir ciertas ideas no es ni práctico ni beneficioso. Estas personas no tienen ningún problema en proclamar algo y hacer exactamente lo contrario si lo creen más conveniente. Pero no reconocerán abiertamente su hipocresía porque es demasiado dolorosa y sería un golpe severo para su "yo", por lo que argumentarán que fueron movidos por las circunstancias.

¿Por qué la gente moralista nos molesta tanto?

La respuesta, o al menos parte de ella, proviene de un estudio realizado en la Universidad de Yale. Estos psicólogos han descubierto que lo que más nos molesta de las personas moralistas no es la inconsistencia entre sus palabras y sus acciones, sino que sus afirmaciones morales son falsas y afirman ser más virtuosas de lo que son.

Básicamente, no nos gustan los hipócritas porque nos decepcionan. De hecho, se ha demostrado que tendemos a creer y preferimos afirmaciones o declaraciones morales que implican un grado de generalización para explicar las conductas. Por ejemplo, si una persona abandona un proyecto, preferimos la explicación "no tiene sentido gastar más energía" en lugar de "no quiero gastar más energía". Por eso, cuando descubrimos la verdad, nos sentimos más desilusionados y engañados.

Esto significa que, en cierto modo, también nosotros contribuimos a la hipocresía que persiste en la sociedad. De hecho, en algunas situaciones puede ser que nosotros también nos hayamos comportado de forma hipócrita para intentar dar una mejor imagen de nosotros mismos.

¿Cómo lidiar con la gente moralista?

La mejor forma de combatir la hipocresía es ser auténtico y comprender que en cada uno de nosotros conviven muchas contradicciones. Todos podemos comportarnos hipócritamente en algunas situaciones, pero hay una línea importante entre el nivel de hipocresía social y tolerable y la hipocresía intolerable que pretende dar lecciones morales. No necesitamos satisfacer las expectativas de los demás ni necesitamos convertirnos en predicadores de moralidad. Solo tenemos que vivir y dejar vivir.

  1. Escúchalo. Aunque la primera reacción a las críticas de un hipócrita es ponerse a la defensiva, lo más inteligente es calmarse y escuchar. Quizás sus palabras provengan de una preocupación genuina por nosotros. Por eso debemos aprender a separar el trigo de la paja y, si tu idea es valiosa, podemos aceptarla. Si no es así, siempre tenemos la opción de ignorarlo.
  2. No lo ataque. Acusar directamente a una persona hipócrita de no practicar lo que predica es inútil ya que generará una reacción defensiva. Lo más probable es que la persona responda contraatacando, cayendo en una discusión sin sentido para descubrir quién es el menos farisaico de los dos. Por tanto, por mucho que te molesten sus palabras, no pierdas la paciencia y no lo ataque. Recuerda que quien te enoja te controla.
  3. No se sienta culpable. Es probable que el hipócrita te haga sentir culpable por no ser lo suficientemente capaz. Si conoce las razones de su comportamiento, es importante que mantenga la perspectiva y no se sienta culpable. Recuerda que, después de todo, solo aquello a lo que le das demasiada importancia puede lastimarte.
  4. Aclara la conversación. A menudo, los hipócritas se descarrilan, hacen un discurso general y vago en el que todos son culpables y pecadores, pero no señalan con el dedo acusador a nadie en particular. Si cree que se está refiriendo a usted en su discurso, pregúntele si es así. A menudo, pedir una aclaración de sus palabras es suficiente para poner fin a su actitud.
  5. Establece tus límites. Si el hipócrita está cruzando las líneas rojas, no dude en decírselo claramente. Puedes hacerle saber que no aceptas charlas morales o reproches inmerecidos que te hagan sentir mal. Habla con calma y firmeza. Si la persona moralista se da cuenta de que su discurso no te afecta, tarde o temprano te dejará en paz.

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