¿Por qué a veces somos incapaces de mantener la concentración? El cansancio o el estrés son dos factores determinantes. Sin embargo, hay otros a los que no siempre prestamos atención.
Última actualización: 23 de marzo de 2022
La falta de concentración puede ser un problema real en la vida diaria Hay veces que nos marcamos una tarea, nos ponemos a trabajar y sentimos que las ideas fluyen, la mente se mantiene enfocada e incluso terminamos antes de lo previsto.
Otras veces, sin embargo, aunque con la misma motivación, no ocurre lo descrito. Luchamos por mantenernos enfocados, nos distraemos fácilmente, no podemos continuar y terminar el día sintiendo que hemos perdido el tiempo.
Cuando la falta de concentración se presenta ocasionalmente se puede considerar normal; si por el contrario el problema se vuelve persistente, termina afectando no solo la productividad, sino también la motivación y el sentido de autoeficacia.
Causas comunes de falta de concentración
La concentración es la capacidad de mantener la atención en una tarea específica, mejorando así el rendimiento. Sin esta habilidad, la realización de tareas complejas sería imposible.
Permanecer concentrado durante largos períodos de tiempo (atención sostenida) a veces puede requerir un esfuerzo considerable de nuestra parte.
En las siguientes líneas examinamos algunas variables o factores comunes que pueden comprometer la capacidad de concentración; la mayoría de nosotros podemos estar expuestos a ellos en nuestra vida.
1. Agotamiento
A veces no nos damos cuenta, pero mantenerse enfocado requiere mucha energía y a la larga puede ser agotador.
Si en nuestro día a día tenemos que realizar diversas tareas muy complejas, sin pausas que permitan al cerebro y a los sentidos pequeñas pausas, pronto nuestras energías se acabarán y será difícil mantener la concentración.
Asimismo, si por alguna razón no podemos dormir tranquilos, llegaremos rápidamente a un estado de agotamiento mental que afecta la capacidad de concentración.
2. Estrés
Los problemas personales o laborales pueden elevar sus niveles de estrés más allá de un límite saludable; la atención es una de las facultades cognitivas que más se ve afectada por esto.
En estos casos se produce una erosión de los recursos emocionales que aumenta el malestar subjetivo y disminuye la motivación; en segundo lugar, tenemos pensamientos intrusivos relacionados con problemas que no nos permiten concentrarnos.
3. Malos hábitos alimenticios
Mantener la concentración consume energía. Bien, si el cuerpo no recibe un suministro de energía adecuado, este déficit resultará en una capacidad reducida para concentrarse.
Se ha observado que una dieta desequilibrada afecta negativamente la capacidad de concentración en la escuela desde la infancia; esto puede durar hasta la edad adulta.
Ya que los malos hábitos alimenticios pueden acompañarnos desde la infancia, a veces no somos conscientes de sus efectos. Sin embargo, son un factor a tener en cuenta no solo por su impacto directo en la capacidad de concentración, sino también porque el metabolismo se ralentiza con la edad, lo que agudiza los efectos de una mala alimentación.
4. Consumo de sustancias y falta de concentración
Los hábitos asociados al consumo de determinadas sustancias pueden provocar dificultades de concentración, aunque no se haya alcanzado el grado de dependencia.
El consumo de alcohol y drogas alucinógenas deteriora la capacidad de concentración mientras duran sus efectos. Pero cuando el consumo es sostenido, los efectos persisten incluso cuando hay más rastro biológico de la sustancia en el cuerpo.
Lo mismo ocurre con el consumo de sustancias como el azúcar y la cafeína, que alteran la actividad cerebral. El azúcar generalmente se asocia con un aumento de la energía, mientras que la cafeína también puede mejorar la concentración por un corto tiempo.
El problema es que cuando los efectos desaparecen, podemos experimentar una disminución de la atención. Esto es más peligroso cuando el consumo es constante, ya que los cambios en el cerebro se vuelven más estables.
5. El medio ambiente
Un espacio de trabajo que demanda constantemente nuestra atención y cambia de tarea repetidamente; relaciones laborales muy exigentes; un ambiente lleno de distracciones como televisión, teléfonos celulares o gente hablando cerca; condiciones de luz y sonido que abruman e involucran a nuestros sentidos una y otra vez.
Todos son ejemplos de condiciones ambientales que afectan negativamente nuestra capacidad de concentración. Cuando tenemos que concentrarnos en una tarea, el cerebro trata de ignorar los estímulos irrelevantes y enfocarse en el desafío a resolver.
Esto es imposible cuando las solicitudes del entorno circundante son tan intensas o persistentes que obligan al cerebro a prestarles atención, rompiendo la concentración y obligándote a empezar de nuevo.
Cómo prevenir la falta de concentración
Participar en actividades recreativas que requieren una concentración sostenida es una buena manera de entrenar esta habilidad. La lectura, la escritura, los deportes, las artes e incluso los videojuegos requieren una atención activa para su desempeño.
Si has identificado una o varias de las causas de falta de concentración enumeradas, quizás quieras poner en práctica algunos consejos:
- Mejora tus hábitos de sueño. Tome descansos activos durante el día y duerma lo suficiente por la noche y en buenas condiciones.
- Comer una dieta más equilibrada. y evitar alimentos menos nutritivos.
- Regular el consumo de ciertas sustancias, como alcohol, café y azúcar para que no formen parte de la rutina diaria.
- Organizar espacios y horarios de trabajo. Dedicar el tiempo necesario a cada tarea, ni más ni menos.
- Construyendo relaciones saludables e identificar las fuentes de estrés.
- para practicar plena conciencia para mejorar la gestión de la atención.
Conclusiones
En caso de que notes que tus problemas de concentración persisten a pesar de los esfuerzos por mejorar la situación, puedes buscar ayuda de un profesional de la salud mental. Este último podrá valorar si las causas de este están relacionadas con algunos hábitos o, por el contrario, con un trastorno más complejo.