Expectativas: el asesino silencioso de la felicidad

Expectativas: el asesino silencioso de la felicidad

"Las mejores cosas de la vida son inesperadas porque no teníamos expectativas", dijo Eli Khamarov, y tenía razón. La felicidad suele ser proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente proporcional a nuestras expectativas.

Las expectativas están presentes en nuestra vida diaria, atormentándonos con su carga de ilusiones y reclamos. Pero cuando no se realizan, lo que sucede a menudo, nos hundimos en la frustración y la decepción. Por eso es fundamental comprender los límites mentales que representan las expectativas.



¿Cuáles son las expectativas?

Las expectativas son creencias personales sobre eventos que pueden ocurrir o no. Son hipótesis sobre el futuro, anticipaciones basadas en aspectos subjetivos y objetivos. De hecho, las expectativas surgen de una combinación compleja de nuestras experiencias, deseos y conocimiento del entorno o de las personas que nos rodean.

Las expectativas van desde la pequeña posibilidad de que se realicen hasta una realización casi segura. Algunas expectativas tienen un carácter automático porque se alimentan principalmente de nuestros deseos, ilusiones y creencias, por lo que las alimentamos sin ser plenamente conscientes de su origen y sin contradecir lo realistas que son. Otras expectativas tienen un carácter más reflexivo ya que parten de un proceso de análisis de los distintos factores involucrados, siendo más realistas.

¿Cuáles son las funciones de las expectativas?

La función principal de las expectativas es prepararnos para la acción. Si anticipamos mentalmente lo que puede suceder, podemos preparar un plan de acción para que la vida no nos pille desprevenidos. Las expectativas, por tanto, nos ayudan a prepararnos mentalmente para el futuro.

De hecho, la mayoría de nuestras decisiones no se basan únicamente en datos objetivos, como nos gusta creer, sino en las expectativas que tenemos sobre los resultados de esas decisiones. Esto significa que cada decisión es, en cierto sentido, un acto de fe. Detrás de cada decisión está la confianza de que se producirán nuestras expectativas sobre las consecuencias de nuestra elección.



Por tanto, las expectativas se convierten en una especie de brújula interior. El problema es que esperar que algo suceda no hará que suceda, así que cuando las expectativas no son realistas pueden acabar jugándonos una mala pasada y, en lugar de ayudarnos a prepararnos mentalmente, nos llevan a la frustración.

5 ejemplos de expectativas poco realistas que alimentan el pensamiento mágico

Expectativas: el asesino silencioso de la felicidad

Jean Piaget señaló que los niños pequeños tienen dificultades para distinguir entre el mundo subjetivo que crean en su mente y el mundo objetivo externo. Piaget descubrió que los niños a menudo creen que sus pensamientos pueden hacer que sucedan cosas. Por ejemplo, si se enojan con su hermano, pueden llegar a pensar que se enfermó a causa de ellos, incluso si no lo hizo.

Piaget llamó a este fenómeno "pensamiento mágico" y sugirió que todos lo superamos alrededor de los 7 años. Pero la verdad es que, como adultos, seguimos teniendo diferentes formas de pensamiento mágico. A muchas personas les resulta difícil abandonar la idea de que esperar que algo suceda lo hace posible, una idea en la que se basan teorías como la famosa "ley de la atracción".

Además, tendemos a depositar nuestras esperanzas de felicidad en las expectativas cumplidas. Es decir, creemos que seremos felices si se satisface lo que esperamos o queremos. Y si eso no sucede, creemos que seremos profundamente infelices. Este tipo de pensamiento pospone la felicidad hipotetándola en una probabilidad.

Sin embargo, las expectativas no son necesariamente negativas, siempre que tengamos buenas razones para creer que cumplir una expectativa nos hará felices y nos aseguramos de tomar las medidas necesarias para garantizar que esos deseos se cumplan.


El verdadero problema con las expectativas es esperar a que suceda algo sin tener buenas razones para que suceda. Si creemos que simplemente nutrir ciertos deseos puede hacerlos realidad, estamos alimentando un pensamiento mágico mientras sentamos las bases para la decepción.


Este tipo de pensamiento puede parecer delirante. Y lo es, pero todos lo hemos alimentado bajo ciertas circunstancias cuando teníamos expectativas poco realistas como:

1. La vida debe ser justa. La vida no es justa, le pasan cosas malas a la "gente buena". Esperar que podamos eliminar problemas y dificultades simplemente porque somos "buenos" es un ejemplo de una expectativa poco realista que todos hemos alimentado.

2. La gente tiene que entenderme. Todos sufrimos en parte el Efecto del Falso Consentimiento, un fenómeno psicológico por el cual solemos pensar que un gran número de personas piensa como nosotros y que tenemos razón. Pero no siempre es así, cada uno tiene su propio punto de vista y éste no tiene por qué corresponder al nuestro.

3. Todo saldrá bien. Es una frase que nos repetimos a menudo para generar confianza, pero la verdad es que si no nos aseguramos de que las cosas vayan bien al ponernos manos a la obra, nuestros planes podrían salir mal en cualquier momento.

4. La gente debería ser amable conmigo. Esperamos que la gente sea amable y esté dispuesta a ayudarnos, pero no siempre será así. A algunas personas no les agradamos y a otras simplemente no les importa. Tenemos que aceptarlo.

5. Puedo cambiarlo. Tendemos a pensar que podemos cambiar a los demás, una expectativa bastante común en las relaciones. Pero lo cierto es que el cambio personal tiene que venir desde dentro, desde la motivación intrínseca. Podemos ayudar a una persona a cambiar, pero no podemos cambiarla ni "arreglarla".


Consecuencias de expectativas poco realistas

Las expectativas no son dañinas en sí mismas, ya que nos ayudan a formarnos una imagen general de lo que podría sucedernos en un futuro más o menos cercano. El problema comienza cuando esperamos que la vida transcurra según nuestros deseos, algo que tarde o temprano nos llevará a la decepción, porque como dijo la escritora Margaret Mitchell: "La vida no tiene por qué darnos lo que esperamos".


El problema surge cuando olvidamos que nuestras expectativas a menudo reflejan solo un deseo o probabilidad, bastante remota, de que algo suceda. Cuando perdemos esa perspectiva, las expectativas se convierten en un verdadero asesino de la felicidad.

Además, cuando las expectativas no satisfechas involucran el "fracaso" de otras personas para comportarse como esperamos, la decepción se suma al resentimiento y termina afectando profundamente la relación, haciendo que perdamos la fe en esas personas.

Deshacerse de las expectativas es complicado, pero la buena noticia es que no es necesario que las eliminemos de nuestra mente, sino que debemos aprender a distinguir entre expectativas realistas y no realistas.

Los beneficios de dominar sus expectativas

Expectativas: el asesino silencioso de la felicidad

1. Asume la responsabilidad de tus decisiones

Las expectativas no son hechos, son simples probabilidades, comprender esta diferencia, que no es simplemente terminológica, nos permitirá asumir la responsabilidad de nuestra vida. Esto significa que si quieres que suceda algo, debes ser proactivo y tomar las medidas necesarias para hacer realidad ese deseo, no esperar pacientemente a que otros adivinen lo que quieres o esperas de ellos.

Paradójicamente, esperar menos y actuar más nos permite recuperar el control sin sentirnos abrumados ya que implica una mayor confianza en nuestro potencial y un mayor conocimiento de nosotros mismos. Las personas que no se sientan y esperan que otros cumplan con sus expectativas, pero luchan por lo que quieren, generalmente no asumen el papel de víctimas o mártires, sino que se esfuerzan por hacer que las cosas sucedan.

2. Separe sus deseos de sus deberes.

La mayoría de las veces trabajamos con el piloto automático insertado asumiendo la "mentalidad del rebaño"; es decir, estamos comprometidos con el cumplimiento de nuestros "deberes". Pero los deberes no son más que las expectativas que nos han impuesto otros, ya sea la familia o la sociedad.

Cuando no cumplimos con nuestros deberes, nos sentimos culpables. Pero si nos conformamos con ellos esperamos una recompensa y cuando no llega, nos enojamos y decepcionamos. En ambos casos somos perdedores, porque estamos inmersos en un estado emocional negativo permanente. Deshacerse de nuestras expectativas también significa comprender que no necesitamos satisfacer las expectativas de los demás. Y es un proceso liberador a través del cual entras en contacto con tus verdaderos deseos y pasiones, que son dos ingredientes fundamentales para lograr lo que te has propuesto.

3. Disfruta más el presente

“No cruce el puente hasta llegar a él”, aconseja un dicho inglés. Necesitamos entender que las expectativas están formadas por fragmentos del pasado, que nos ayudaron a hacer la predicción, y por deseos para el futuro, pero ni siquiera contienen una pizca del presente, que es lo único que realmente pensamos. tengo. Las expectativas sin acción solo sirven para encerrarnos en la trampa del futuro, nos limitan al rol del ajedrecista que se sienta esperando el movimiento de su oponente, mientras todos los movimientos posibles pasan por su mente para contraatacar. Salvo que, en la vida, asumir el papel de ajedrecista durante demasiado tiempo significa dejar que el presente se nos escape.

Además, las expectativas a menudo se convierten en lentes que nos impiden ver el mundo con claridad. Cuando esperamos algo, podemos perder otras oportunidades, como si estuviéramos en el andén de una estación esperando un tren que nunca llega y, mientras tanto, dejamos ir a los demás. Por el contrario, tener expectativas realistas nos permite vivir el presente, construirlo y aprovechar las oportunidades que nos brinda.

¿Cómo "ajustar" las expectativas?

• Controle la mente que espera. En el budismo, hablamos de "mente en espera" en referencia a aquellas personas que esperan algo, pero no se esfuerzan por lograrlo. Desde esta perspectiva, las expectativas son inútiles. De hecho, son contraproducentes porque cuando no están satisfechos solo sirven para generar dolor y sufrimiento, irritación y tristeza. ¿La solución? Controla la mente que espera. Puede hacer esto abriéndose más a la incertidumbre y al fluir de la vida, experimentando situaciones sin anticipar el resultado.

• Separe las expectativas realistas de las que no lo son. Las expectativas nos ayudan a prepararnos para el futuro, para que podamos usarlas a nuestro favor, solo tenemos que aprender a diferenciar las expectativas realistas, aquellas que tienen más probabilidades de hacerse realidad, de las poco realistas que se basan casi exclusivamente en nuestros deseos. Debemos tener en cuenta que "las expectativas poco realistas son resentimientos premeditados", como dijo Steve Lynch, ya que existe una alta probabilidad de que no se cumplan. No es realista esperar que alguien haga algo a nuestro favor que vaya en contra de sus intereses. En cambio, esperar que esa persona haga algo a nuestro favor que también los favorezca es una expectativa más realista.

• Comunique sus expectativas. Creer que una expectativa tácita nos traerá lo que queremos es un pensamiento mágico poco realista y es muy probable que no se cumpla. Por eso, cuando estamos esperando algo de los demás, no debemos esperar que nos lean el pensamiento, es mejor que les comuniquemos nuestras expectativas, les expliquemos lo que queremos y seamos conscientes de su voluntad de ayudarnos.

• Haga un plan B. Comunicar nuestras expectativas no siempre es suficiente para lograrlas. Muchos factores fuera de nuestro control afectan la implementación de nuestros proyectos, por lo que lo más inteligente es preparar un plan B. Como dijo Denis Waitley: "Espere lo mejor, planifique lo peor y esté preparado para ser sorprendido". Ésta es la actitud correcta.

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