El rasgo más tóxico de las personas difíciles, según la ciencia

El rasgo más tóxico de las personas difíciles, según la ciencia

Tratar con personas difíciles puede ser una auténtica odisea. Cuando estas personas forman parte de nuestra vida o viven bajo nuestro propio techo, el problema adquiere mayores proporciones ya que no tenemos respiro. Una relación tóxica puede volverse muy frustrante, enloquecedora y, a veces, incluso aterradora.

¿Qué nos molesta más de las personas difíciles?

Todos podemos convertirnos en personas difíciles de tratar. Cuando atravesamos etapas particularmente difíciles en la vida, nuestro temperamento se vuelve duro y podemos reaccionar mal o volvernos emocionalmente distantes. Pero las personas difíciles tienen algunos rasgos de personalidad que complican las relaciones en cualquier situación.



Por lo general, adoptan una postura defensiva que limita su capacidad para escuchar, por lo que es casi imposible decir algo constructivo para mejorar la relación. Sus reacciones hostiles pueden ser impredecibles y difíciles de manejar.

También es común que estas personas menosprecien a los demás o sus ideas, asumiendo una posición de superioridad frente a la cual cualquier argumento se desmorona, por justo o razonable que sea. De esta forma generan una enorme frustración en su interlocutor.

Un estudio realizado en la Universidad Bar Ilán reveló que el rasgo que más nos molesta de las personas difíciles es su incapacidad para darnos apoyo y validación, especialmente cuando les hemos ayudado en el pasado.

Estos psicólogos entrevistaron a más de 1.100 personas, que describieron más de 12.000 relaciones. Descubrieron que alrededor del 15% de las personas de nuestra red de relaciones más cercanas pueden clasificarse como "personas difíciles".

La pareja, los padres y los hermanos fueron las relaciones más conflictivas, probablemente porque son las personas que normalmente forman parte del círculo de confianza. Por tanto, el principal inconveniente de la relación fue no recibir el apoyo que esperaban, mientras estaban dispuestos a ofrecerlo. En la práctica, lo que más nos molesta es la falta de compromiso y reciprocidad en la relación.



Las relaciones desequilibradas agotan nuestra energía psicológica

Dar continuamente sin recibir nada a cambio puede ser extremadamente agotador. Estar disponible para los demás, relegando a menudo nuestras necesidades y prioridades a un segundo plano, representa una enorme carga psicológica que puede presentar la factura.

Podemos correr el riesgo de convertirnos en eternos "donantes", personas que se privan del derecho a ser felices para agradar a los demás, sacrificándose continuamente por ellos sin nunca ser recompensados. En esos casos, las personas difíciles se convierten en eternos "receptores". Se acostumbran a recibir sin compromiso ni compromiso, hasta volverse muy exigentes.

En este sentido, no podemos olvidar que dar nos hace felices, pero también tenemos derecho a recibir. Las relaciones interpersonales, especialmente las cercanas, deben ser una fuente de apoyo y validación emocional. Cuando solo una parte ofrece y se compromete, el equilibrio se rompe y comienza una relación tóxica. Dar sin recibir acaba generando frustración, decepción e insatisfacción.

Por supuesto, no se trata de limitarnos a dar solo a quienes tienen algo que ofrecer. Se trata de asegurarnos de que las personas importantes con las que compartimos nuestra vida puedan compensar de una forma u otra nuestra dedicación. Se trata de saber que la otra persona estará disponible cuando la necesitemos, para ayudarnos o simplemente para escucharnos y apoyarnos emocionalmente.

¿Cómo lidiar con personas difíciles y equilibrar la relación?

Las relaciones interpersonales son complicadas y no siempre es fácil encontrar un equilibrio. En la gran mayoría de las relaciones, siempre hay una persona que da más, quiere más o está dispuesta a sacrificar más. El objetivo, de hecho, no es lograr un quid pro quo riguroso, sino encontrar un equilibrio en el que se satisfagan nuestras necesidades emocionales.


Para hacer esto, necesitamos aclarar cuáles son nuestras expectativas. En última instancia, las expectativas que no se comunican o no se acuerdan pueden terminar arruinando las relaciones. Es muy fácil hacer suposiciones sobre lo que esperamos que alguien haga por nosotros y, si esa persona no cumple con nuestras expectativas, se siente decepcionado y lo echa la culpa.



La clave es comunicar y equilibrar las expectativas, especialmente cuando se trata de una persona difícil. Podemos basar la conversación en tres preguntas clave:

1. ¿Qué puedes esperar de mí? Se trata de decirle a la persona lo que estamos dispuestos a hacer por ella. Podemos mostrarles cuánto nos preocupamos y cuánto los amamos, pero también cuánto estamos dispuestos a esforzarnos y qué límites no superaremos por ningún motivo.

2. ¿Qué espero de ti? En este caso, necesitamos comunicar nuestras expectativas para que la persona sepa exactamente qué esperamos de ella, el nivel de compromiso que requerimos de la relación y el grado de responsabilidad que nos gustaría.

3. ¿Qué podemos esperar de la relación? Este es el punto más importante de la conversación porque cada relación es una reunión diádica de diferentes expectativas y demandas. Quizás la otra persona no esté dispuesta a comprometerse en la medida que queremos y necesitamos saber para reducir nuestras expectativas. O tal vez la persona ni siquiera sabía que en algún momento nos decepcionó. Entonces, este es el momento de hablar sobre lo que cada uno puede esperar del otro y de la relación, para que no surjan malos entendidos.


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