El peor error ortográfico es no saber poner punto y final

El peor error ortográfico es no saber poner punto y final

El peor error ortográfico es no saber poner punto y final

Última actualización: 07 agosto 2016

No cometemos nuestro peor error ortográfico al escribir, pero cuando en nuestra vida somos incapaces de poner un punto final. Esta máxima nos enseña algo sumamente importante y valiente, y puede convertirse en el punto de partida desde el que crecer.

Cerrar etapas, ciclos y relaciones puede ser difícil, especialmente porque no siempre estás XNUMX% seguro de tomar la decisión correcta al dejar ir a ciertas personas, ciertos lugares o momentos que nos han hecho sentir bien en el pasado.



El cliché de "luchar hasta el final por lo que amas" suele ser una forma de hacer vacilar la inquietud y poner en marcha esa determinación emocional que nos ayuda a tomar una decisión que nos cuesta tanto.

Nos equivocamos cuando ponemos los puntos de suspensión en lugar del punto final

La vieja costumbre de poner puntos suspensivos nos impide crecer. Si no abrimos las ventanas, no podremos ver la luz de la vida; si no mantenemos las puertas abiertas, nos ahogaremos en la incapacidad de “soltar” y en todo ese polvo que nos impide respirar.

La tenacidad y la capacidad de resistir ante lo que ha terminado se convierten en un revólver simbólico que nos apunta constantemente a la sien y que nos impide disfrutar de nuestra vida afectiva.

En estos casos es la negación la que juega un papel fundamental: es el reflejo de nuestra falta de valor e incapacidad para admitir que se trata de una realidad emocional negativa. En otras palabras, nos convencemos de que es una "fase" y nos negamos a tomar en serio nuestros sentimientos y pensamientos.



Desafortunadamente, sin embargo, una ruptura es un asunto serio y es normal querer tratarlo con el debido respeto. Cuando no lo hacemos, terminamos convirtiéndonos en personas amargadas, irritables, infelices, llenas de prejuicios y preconcepciones, relegándonos a un rincón oscuro y lleno de contradicciones.

Como dicen, siempre mejor que nada, pero ¿realmente creemos que contentarse con migajas puede ser suficiente para nuestra vida afectiva? Si hay algo que no nos hace felices o si estamos en una relación que no nos conviene, ¿qué tipo de vínculo o apoyo creemos que nos puede dar?

Seamos realistas: para dejar entrar las cosas buenas, tenemos que dejarlas ir

"Soltar", "disolver", "decir adiós". Unas pocas palabras simples que encierran grandes acciones. Más que clichés, son mensajes claros destinados a recordarnos que no vale la pena quedarse quieto en un lugar como meros observadores, personas afligidas o figuras compasivas.

No vayas donde no te quieran y no te quedes donde no te quieran: esta es una premisa fundamental a asimilar desde la infancia, para que, cuando sea necesario, siempre podamos hacer valer nuestras necesidades afectivas y escuchar al corazón cuando es correcto hacerlo.


A menudo haríamos todo lo posible para encontrar una razón para dejar esa puerta o ventana abierta, pero la única solución que nos queda es poner un punto donde siempre hemos firmado puntos suspensivos. Es una verdad a seguir para cuidar nuestra salud emocional, valorarnos, proteger nuestro corazón y afrontar la vida poniendo en primer lugar a nosotros mismos y nuestros sentimientos.

No permitamos que nadie nos prive de la esperanza y la felicidad, no nos dejemos guiar por la pereza y el sufrimiento. Es cierto que escribir un punto final en una historia es complicado (y triste), pero hacerlo allanará el camino para nuevas historias aún más hermosas. Nunca olvides:


Salir de algunos lugares también significa cuidarse.

Alejarse de ciertas personas también significa protegerse.

Cerrar puertas también significa amarse unos a otros.

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