El lenguaje corporal de la culpa

El lenguaje corporal de la culpa

El lenguaje corporal de la culpa depende de cómo la persona experimente remordimiento por una acción. Mientras que en algunos es muy intenso, en otros apenas se nota.

El lenguaje corporal de la culpa

Última actualización: 19 de diciembre de 2020

El lenguaje corporal de la culpa no es fácil de entender por varias razones. La primera es que la culpa no es una emoción primaria. Solo las emociones primarias se reflejan claramente en las microexpresiones faciales y la postura corporal. La culpa, por otro lado, es una emoción más compleja que involucra la participación del pensamiento y puede incluir múltiples sensaciones a la vez.



Más allá de eso, no siempre una persona que es culpable admite su culpa. Puede suceder, por ejemplo, que una persona que roba crea que tiene derecho a hacerlo; por tanto, según ella, el otro no necesita aquel objeto del que le privó o que obtuvo injustamente. Como resultado, no se sentirá culpable y obviamente no lo reflejará a través de su lenguaje corporal.

Mientras que las emociones primarias provocan movimientos y posturas que son imposibles de controlar voluntariamente, al menos durante unos segundos, en la culpa hay uno fuerte componente racional. Por lo tanto, es posible ejercer un control voluntario voluntario sobre los movimientos que podrían revelar este sentimiento.

Como resultado, el lenguaje corporal de la culpa es más difícil de reconocer, aunque no imposible. Veamos a continuación algunas de las características que lo caracterizan.

“Yo digo que cualquiera que esté temblando en este momento es culpable; porque la inocencia nunca teme el escrutinio público".

-Fred Vargas-

El gesto esencial en el lenguaje corporal de la culpa

Una persona que se siente culpable pero no quiere responsabilizarse de lo que ha hecho suele empezar a vivir en estado de alerta. Sabe que oculta el hecho y el remordimiento que lo acompaña, por lo que tendrá un control relativamente amplio sobre su lenguaje corporal.



No obstante, según el antropólogo Desmond Morris, hay un movimiento inconsciente e involuntario que forma parte del lenguaje corporal de la culpa. Es el abrir y cerrar de los párpados. Por mucho que la persona intente tener todo bajo control, cuando se le pregunte o insinúe algún aspecto relacionado con esa culpa, se producirá un parpadeo intermitente y rápido.

El aumento de la frecuencia de parpadeo es considerable y se hace notorio, pero los que se sienten culpables no lo notan enseguida. Este gesto denota la vulnerabilidad de la persona y su intenso deseo de recuperar el control de la situación. Por lo general, este gesto va acompañado de movimientos de la cabeza en diferentes direcciones.

La mirada y la expresión.

Otro aspecto a observar en el lenguaje corporal de la culpa es la mirada. Muy a menudo una persona ha problemas para mirar si estás en la cara sabe que ha actuado en contra de sus creencias y valores. Por lo tanto, tenderá a mirar hacia otro lado, siempre hacia abajo. El mentón no está necesariamente inclinado hacia abajo, pero la mirada sí.

Sin embargo, este gesto es relativo. no capita siempre, porque algunas personas saben que podría engañarlos. A veces también existe una fuerte creencia de que la acción realizada no es negativa, sino necesaria o conveniente. Entonces la persona no se siente culpable aunque haya causado daño.

En este segundo caso, es común que la persona muestre un control excesivo sobre su expresión facial. El objetivo no es revelar nada, así que mantén los músculos tensos y trata de gesticular lo menos posible. No quita los ojos del interlocutor para mantener el control de la situación.


Encubrimiento y dificultad para hablar

No ocurre en todos los casos, pero otro gesto habitual en el lenguaje corporal de la culpa es la tendencia a taparse la boca o la cara. A veces, la persona se lleva la mano a los labios o la cara. No quiere revelarse y, sin saberlo, trata de cubrirse.


Allo stesso modo, pueden ser notables dificultades de lenguaje. La persona que se siente culpable se aclara la garganta con demasiada frecuencia o tartamudea un poco. La tensión y el estrés experimentados secan las mandíbulas, razón por la cual la persona bebe con frecuencia. También puede tener dificultad para construir oraciones coherentes.


No obstante, como se anticipó, no todos experimentan la culpa de la misma manera. A algunos les atormenta, mientras que otros lo gestionan para que no les moleste. Una u otra situación depende de factores individuales y culturales. La lectura de estos gestos debe pues ser relativizada.

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