El hábito de pensar mal de los demás.

El hábito de pensar mal de los demás.

Aquellos que están acostumbrados a pensar mal de los demás se inclinan a ver solo sus aspectos negativos. En este caso, la vida social y afectiva se empobrece y terminamos perjudicando a las personas cercanas.

El hábito de pensar mal de los demás.

Última actualización: 07 de febrero de 2020

El hábito de pensar mal de los demás es el resultado del prejuicio. Lo peor de esta actitud es que muchas veces lleva en sí el germen de su propia confirmación. Esto quiere decir que si nuestra expectativa es que los demás se comporten mal o de forma dañina, muchas veces esto terminará por cumplirse.



Quienes adoptan este hábito, por lo general, han sufrido o han tenido experiencias negativas en el pasado. El problema, sin embargo, no radica en las experiencias en sí, sino en el hecho de que no han sido procesadas. Las marcas que dejan los acontecimientos negativos provocan el hábito de pensar mal, lo que, por desgracia, muchas veces lleva a estas personas a ser objeto de nuevos sufrimientos.

Sentirse decepcionado de alguien es una experiencia dolorosa y no fácil de superar, especialmente cuando hemos sido traicionados, engañados o despreciados. Sin embargo, depende de cada uno de nosotros trabajar en este dolor o permitir que continúe para siempre.

"Cualquiera que sea sospechoso invita a la traición".

-Voltaire-

El hábito de pensar mal de los demás.

El hábito de pensar mal de los demás es una forma de anticiparse a posibles sufrimientos. La idea central es que si no prestamos atención, seremos engañados por otros o que si no atacamos, seremos atacados. A veces lastimamos primero para evitar que nos lastimen; en cualquier caso, esperamos lo peor porque no nos gusta que nos tomen por sorpresa.


La consecuencia de esta forma de pensar es la creación de vínculos superficiales; siempre estamos a la defensiva, justificado o no. Nos privamos de la alegría de mostrarnos tal cual somos, sin defensas, sin cálculos. Renunciamos a la suerte de experimentar la felicidad que surge cuando creas un vínculo profundo con la otra persona.


Y, lo que es peor, obligamos a los demás, de una forma u otra, a cumplir nuestras expectativas negativas. Una persona que carece de confianza genera desconfianza y desapego. También se rodea de pensamientos negativos. El resultado es un ambiente lleno de tensión y prejuicios.

Si te acercas a un perro y le muestras miedo, es probable que te ataque. El animal, de hecho, interpreta nuestro miedo como una preparación para la lucha. Esto también sucede entre los humanos.

Experiencias negativas del pasado.

Una persona acostumbrada a pensar mal de los demás sufre de esto, aunque no lo admite. Es un vicio que empobrece la vida y mantiene vivas en el tiempo las desilusiones pasadas. Es probable que se comporte mal con los demás debido a su actitud defensiva.

El dolor que no se afronta y no se procesa acaba convirtiéndose en el eje sobre el que gira la vida. No confiar en nadie esconde una gran decepción y desilusión, muchas veces por parte de quienes se amaban profundamente o de quienes dependían mucho.

El rechazo, el abandono, la decepción a veces nos toman desprevenidos. Y eso es precisamente lo que deja una cicatriz: el hecho de haber depositado su confianza en alguien que la ha traicionado. Quienes han sido víctimas de una situación similar primero se culpan a sí mismos y se prometen no volver a ser engañados nunca más.


Procesar el dolor

Todas las personas se pueden equivocar con nosotros, al igual que nosotros con ellas. No hay nadie que nunca haya causado una decepción. El ser humano no es ni un ángel ni un demonio. Cometemos errores y, a veces, lastimamos a otros.

Estar peleado con todo el mundo no facilita las cosas, todo lo contrario. Hace de la desilusión el foco central de nuestra vida, haciéndonos sus prisioneros. La salida no es bajar por completo las defensas y confiar en todos de la noche a la mañana. Se trata más bien de volver a esos episodios que nos han marcado tan profundamente.


Más que perdonar a quienes nos hicieron sufrir, es importante encontrar la paz con nosotros mismos. Si nuestra confianza ha sido recompensada con traición o decepción, quienquiera que lo haya hecho tendrá que lidiar con ello. Son los que nos traicionaron los que se equivocaron, hicimos lo correcto: confiamos.

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