El corazón va a un lado, la vida a otro

El corazón va a un lado, la vida a otro

El corazón va a un lado, la vida a otro

Última actualización: 01 septiembre, 2016

Todos debemos escuchar a nuestro corazón. La verdad es que es muy difícil ser absolutamente constante todos los días y todas las horas. Estamos llenos de contradicciones porque amamos y odiamos al mismo tiempo, porque somos valientes, pero al mismo tiempo temerosos, porque sabemos ser buenos, pero a veces también malos. Sin embargo, somos capaces de vivir con estas contradicciones, de gestionarlas, para construir una forma de ser y de vivir más o menos coherente.



Para algunas personas, sin embargo, no es posible construir esta base mínima de coherencia. Viven como no les gustaría vivir. Trabajan como si no quisieran trabajar. Aman como no quieren amar. En estos casos, existe una fuerte asincronía entre lo que se siente con el corazón y lo que se pone en práctica con las acciones. Es como si estuvieran viviendo una existencia que no es la suya.

"Mi corona está en mi corazón, no en mi cabeza"

-William Shakespeare-

Hay muchos casos. Personas que realmente no aman a su pareja, pero aún así mantienen viva la relación; gente que va a trabajar todos los días aunque lo único que espere sea la hora de cierre; personas que eligen un trabajo que odian o que dedican su tiempo solo a las personas que los rodean, cuando en realidad solo quieren verlos desaparecer.

De hecho, todos tenemos días o momentos en los que negamos nuestra forma de vida. En esos momentos perdemos un poco la pasión por el trabajo que hacemos, nos sentimos más distantes en la relación de pareja y nos enfadamos con los que nos rodean. Pero cuando, después de todo, estamos conectados a la vida desde el fondo de nuestro corazón, estos momentos son solo transitorios y se superan con gran facilidad.



Cuando el corazón no está conectado con la vida.

Ciertamente muchas personas que no pueden vivir la vida siguiendo su corazón dirán que esto se debe a una limitación externa. Si odian su trabajo, insisten en hacerlo, afirmando que “les han obligado las circunstancias”, que las cuentas no esperan a fin de mes y que encontrar un nuevo trabajo es muy complicado. Sin embargo, ni siquiera intentan buscarlo o hacen todo lo posible para cambiar un trabajo que dicen que odian.

El ámbito en el que este tipo de actitudes es más frecuente es el de las relaciones de pareja. Probablemente conocerás a alguien que siente un resentimiento constante hacia su pareja que no desaparece, año tras año. Si se le sugiere que deje a esa persona, responderá que tarde o temprano lo hará o que no puede hacerlo por los hijos, la cuenta bancaria conjunta o por creencias religiosas.

Es entonces cuando alguien pregunta: si es imposible superar esta situación, ¿por qué no intentar adaptarse a ella? Tiempo si por el contrario es posible vencerlo, ¿por qué no hacer todo lo posible para poner fin a ese tormento?

Estos son los casos en que el corazón se va a un lado y la vida a otro. La persona sufre y se siente atrapada, pero no encuentra la salida de ese laberinto.. Está autoconvencido de que "la vida es así" y debe aceptarlo o es incapaz de sentir un cambio. Básicamente, en estos casos, es una fuerza inconsciente, desconocida, la que actúa.


Las ordenes inconscientes

Casi todos estamos convencidos de que actuamos por motivos absolutamente claros, y las pocas veces que nos preguntamos por qué hacemos lo que hacemos, sabemos dar respuestas muy vagas. Lo cierto es que la mente humana es mucho más compleja que eso. Parece hay una gran área desconocida para nosotros, en la que se esconden las razones más profundas y auténticas de lo que hacemos.


Desde el nacimiento estamos sujetos a la voluntad de los demás. Nuestros padres construyeron un sentido consciente para nuestra existencia, pero al mismo tiempo vertieron en él expectativas y deseos inconscientes.

Una madre deprimida, por ejemplo, transmite todo el amor que puede dar, pero también transmite un halo gris que se cierne sobre todo lo que sucede. Un padre distante da amor a su manera, pero también se convierte en un fantasma inalcanzable cuando buscas su atención sacando buenas notas en la escuela, tratando de ser más juicioso o intentando a toda costa causar problemas.


Cuando tu corazón va por un lado y tu vida por otro, habrá una contradicción entre tus deseos conscientes y tus deseos inconscientes. Es probable que vivas como alguien quiere o ha querido que vivas. Este alguien es, casi con seguridad, uno de tus padres o una de las figuras clave de tu infancia.

Quieres complacer a estas personas, incluso si en el fondo eres consciente de que te mueve un deseo que no es el tuyo. Sin embargo, algo dentro de ti te impide rebelarte o reclamar una vida genuina hecha a la medida de tus deseos. Esto se debe muchas veces al miedo infantil a perder el amor de estas personas de las que, inconscientemente, sigues dependiendo.

Dentro de cada uno de nosotros vive un niño inseguro que hará todo lo necesario para no perder el amor, la atención y el cariño de sus padres. Alguien aprende a reconocer estas inseguridades ya evitarlas para llevar una vida individual, alejada de esas sombras.


Otros, en cambio, siguen gravitando en torno al conflicto inconsciente que nunca se ha resuelto con sus familiares. Crecen, estudian, trabajan para convertirse en médicos o incluso presidentes. Incluso si dentro de ellos todavía sienten que no son completamente ellos mismos.

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