Desinfectar la tristeza

    Desinfectar la tristeza

    Desinfectar la tristeza

    Última actualización: 30 de diciembre de 2014

    Dos monjes que regresaban al Templo encontraron a una mujer llorando cerca del arroyo porque no tenía el coraje de cruzarlo, ya que la corriente de las aguas era demasiado fuerte. El mayor de los dos, sin dudarlo, la levantó en brazos y la llevó a la otra orilla. 

    Los dos monjes continuaron su camino y después de tres días el más joven de los dos, que no pudo contener más su curiosidad, exclamó: “¿Cómo pudiste hacer esto, tomar a una mujer en tus brazos? ¡Sabes que nuestras reglas lo prohíben!"



    El monje mayor respondió con una sonrisa: “Tal vez violé las reglas, pero solo ayudé a una mujer que me necesitaba y la hice cruzar el arroyo. ¿Pero qué hay de ti? Ya han pasado tres días desde entonces, y mientras lo dejé ahí, todavía lo llevas contigo”.

    (Historia zen)

    Cuando un acontecimiento importante deja huella en nuestros valores más esenciales, solemos reaccionar con asombro.

    A veces, diversas acciones cotidianas (en casa, en el trabajo, entre amigos, en familia) vulneran de manera profunda nuestras emociones, nuestros afectos y hasta nuestra dignidad. Y puede ocurrir que reaccionemos aislando nuestro corazón para no tener que soportar más este dolor, convertirse en personas paralizadas o entumecidas, sentirse somnolientas o completamente desmoronadas. Cuando creemos haber presenciado un desastre todo se derrumba, nuestros miedos se acentúan, las dudas se acumulan y la esperanza retrocede.

    Nos olvidamos de lo que creemos y sentimos un caos dentro de nosotros que nos lleva a perder la confianza… Y sin confianza, no nos queda casi nada. Empieza la masacre y sentimos que "nuestro" pueblo ya no es el mismo. Al principio tratamos de que el tiempo calme nuestra confusión y la aísle en un rincón, pero es un error. Y así no queda más que empezar a limpiar y ordenar nuestro hogar, nuestras certezas. Barrer el polvo, deshacerse de cosas innecesarias aunque sea doloroso, escapar de lo que ya no se necesita, dejar de acumular escombros.. Vamos en busca de nuevos caminos limpios y luminosos, que nos alejen del caos.



    En resumen: desinfectemos nuestra tristeza. Otra alternativa es continuar el camino por nuestra corriente personal, como si nada, sin diálogo y sin reflexión. Pero nuestras emociones y pensamientos reprimidos eventualmente harán que acumulemos ira y resentimiento, hasta que un nuevo desastre estalle dentro o fuera de nosotros.


    Para ello es tan necesario salvar los muebles, recoger los escombros, hacer una catarsis y una limpieza general y esterilizarnos interiormente. Adquirir una dimensión sana de nuestro sufrimiento y volver a adornar, con compromiso y respeto, nuestra conciencia y la de quienes nos provocaron ese derrumbe.. Sólo poniendo orden en el caos podremos olvidar los miedos, la incertidumbre y la desconfianza irán desapareciendo poco a poco, y los recuerdos no se borrarán, pero al menos dejarán de doler.


    Imagen cortesía de Eddy Van

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