Del amor al odio, ¿hay sólo un paso?

Del amor al odio, ¿hay sólo un paso?

Del amor al odio, ¿hay sólo un paso?

Última actualización: 07 agosto 2016

¿Alguna vez has conocido a dos personas que parecían amarse con locura, pero de repente ni siquiera podían verse? No estamos hablando de parejas que se separan lentamente, sino de hombres y mujeres que, tras compartir una relación intensa, se convierten en enemigos acérrimos. ¿Te sorprende que pueda pasar?

A veces estas situaciones no se dan después de años de convivencia por una relación que poco a poco se va desmoronando. Puede ocurrir que la transformación se produzca de repente: ayer se amaban y hoy se odian. Entonces uno se pregunta, ¿es cierto que, como dicen, del amor al odio hay un solo paso?



Amor y odio

No hay forma de amor que no contenga al menos una pizca de odio. Nos odiamos un poco, porque a veces no está cuando lo necesitamos o porque no ha valorado como nos hubiera gustado un esfuerzo que hemos hecho por él/ella. Y escuchamos el eco del odio cuando no nos comprende lo suficiente o cuando es incapaz de decirnos lo que nos gustaría escuchar.

Son pequeñas migajas de odio, que por lo general no hacen daño a nadie. Desaparecen tan rápido como aparecieron y casi no dejan rastro, a menos que se trate de personas especialmente sensibles. Somos capaces de gestionarlos y mantener intacto nuestro afecto.

Aún así, también hay situaciones que no terminan con un final feliz como este. A veces, uno de estos pequeños episodios de desencuentro se convierte en una semilla capaz de dar vida a todo un bosque de odio o puede ser la paja que desborda un cántaro ya lleno de veneno, acumulado desde hace tiempo.



El amor y el odio, de hecho, no son mundos opuestos. Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia. Así como toda forma de amor lleva consigo una pizca de odio, el odio también esconde en sus raíces un componente de amor.

La paradoja del amor y el odio

La transición del amor al odio generalmente puede ocurrir de dos maneras: una persona se despierta después de una larga hibernación en la que ha seguido soportando lo que no ha querido soportar, o uno de los miembros de la pareja le hace un mal tan grande al otro que transforma los sentimientos de amor en deseo de destrucción irreprimible.

Esta última situación se da con mayor frecuencia en el caso de personas que tienen una baja tolerancia a la frustración o un alto nivel de narcisismo.

Si no disponemos de otras herramientas emocionales que nos permitan mantener el equilibrio ante una situación adversa, es probable que culpemos al otro del sentimiento de frustración que estamos experimentando. Somos propensos a odiar a nuestra pareja porque revela nuestras debilidades, nuestra adicción o nuestra inseguridad.

Además, las personalidades narcisistas no pueden distinguir una ofensa de un gesto de autoafirmación en el otro. Si la pareja pide más espacio, reconocimiento o autonomía, el narcisista percibe esta petición como una agresión personal. Les gustaría que su pareja viviera según ellos e interpretan cada acto de libertad como una amenaza personal. Debido a esto, pueden incluso reaccionar violentamente.


El odio crea un vínculo muy fuerte con el otro. De hecho, incluso puede crear una relación más estrecha que el amor. Y lo peor es que, cuando se inicia un torbellino de enfrentamientos, la situación se convierte en un círculo vicioso que se retroalimenta todo el tiempo.. Ninguno de los dos puede terminar la relación de una manera saludable. La lógica de "hacer daño" y de tener que "proteger" condiciona su vida. Sienten que no pueden rendirse en esta lucha, porque significaría rendirse.


Este círculo dramático es altamente dañino. Es una de esas situaciones en las que, por mucho que ganes la batalla, seguirás perdiendo. No hay manera de arreglarlo. La única alternativa para alejarte de esa persona es renunciar al odio, que puede convertirse en una prisión insoportable de la que siempre saldrás destrozado..

Imagen de portada cortesía de Chema Concellon

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